De los 39 regidores metropolitanos, más de la mitad vive solo en cuatro distritos. Los distritos populares, a pesar de concentrar más población, brillan por su ausencia.,Aún es muy pronto para especular sobre los posibles resultados de la próxima carrera electoral en la que elegiremos a los nuevos alcaldes del país. En el caso de Lima, particularmente, no hay candidato seguro y la cancha está dispareja para todos. Sin embargo, existe una agenda poco discutida que podría ser el punto de inicio para el debate que pretenderá fuego luego del mundial. Para empezar, necesitamos una ciudad organizada de otra forma. Lima está dividida en 43 municipios, cada uno con autonomía política, administrativa y económica. Así, cada distrito, a su antojo y sin medir las consecuencias en las comunas vecinas, establece políticas, otorga licencias, concesiona parques y determina restricciones en su territorio. Salvo muy pocas situaciones en las que se requiere el concurso de la municipalidad provincial, los distritos bailan con su propio pañuelo. Esta fragmentación hace improbable tener una ciudad integrada. Lo que es peor, profundiza diferencias sociales: los distritos con baja recaudación se mantienen con malos servicios. Por otro lado, de los 39 regidores metropolitanos, más de la mitad vive solo en cuatro distritos. Los distritos populares, a pesar de concentrar más población, brillan por su ausencia. Cada distrito debería contar con un regidor que lo represente en el concejo metropolitano, atienda sus asuntos y rinda cuentas de su trabajo. Finalmente, el presupuesto de la MML es ridículo para cubrir las demandas de la capital, por lo que es necesario impulsar un canon especial que permita un mayor presupuesto. Sin más dinero, las políticas urbanas de largo aliento seguirán siendo desplazadas por medidas cortoplacistas e ineficaces. Para lograr estos cambios, la participación del gobierno central y el Congreso es esencial, pero serán imposibles de alcanzar sin el liderazgo de quien llegue al sillón municipal.