¿Por qué un país destruyó sus armas nucleares voluntariamente?: tenían hasta 6 bombas atómicas
Durante la Guerra Fría, la nación empezó un programa nuclear con fines pacíficos que fue escalando hasta el nivel bélico. Las bombas tenían una potencia similar a las lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki.
En la actualidad, es casi una tarea titánica pensar en alguna potencia que no posea armas nucleares. Ante las inminentes tensiones geopolíticas que amenazan al mundo desde hace años, el exclusivo grupo de las naciones más poderosas han decidido empezar una carrera armamentística que podría concluir, tras un largo tiempo de presión, en un nuevo conflicto bélico.
Little boy, modelo de bomba atómica que fue arrojada sobre Hiroshima. Foto: AFP
No obstante, ante un panorama incierto, un país tomó una radical decisión que puede dejar grandes lecciones a futuro: destruir su programa nuclear.
El 24 de marzo de 1993, el expresidente de Sudáfrica Frederik de Klerk confirmó lo que, hasta ese momento, era un secreto a voces: su país había desarrollado un proyecto secreto para la adquisición de armas nucleares. En ese proceso, la nación africana había podido completar la elaboración de seis bombas atómicas. La enigmática revelación se vio opacada por el anuncio que el mandatario dio a continuación.
Por iniciativa propia, y tras ingresar al Tratado de No Proliferación Nuclear de la ONU, Sudáfrica había decidido desmantelar todo el programa nuclear dos años antes, en 1991. Asimismo, para que comprobaran la veracidad de sus palabras, De Klerk dio acceso a la Organización Internacional de Energía Atómica para que inspeccionara los lugares donde se había llevado el proyecto.
De esta manera, Sudáfrica se convirtió en el único país del mundo que había renunciado voluntariamente a sus armas nucleares.
Inicios con fines pacíficos
En 1960, se iniciaron las primeras investigaciones para la creación del programa nuclear con fines pacíficos. En un comienzo, también se indagó sobre los métodos para enriquecer el uranio, mineral clave para fines bélicos y del cual Sudáfrica posee grandes yacimientos.
Los avances alcanzados llevaron a que el Gobierno impulsara la creación de una planta piloto en la ciudad de Pelindaba. A la par de esta aprobación, el régimen también manejó un proyecto secreto de desarrollo de explosivos nucleares con fines civiles.
Registro de las bombas atómicas sobre Hiroshima (izquierda) y Nagasaki (derecha). Foto: Wikipedia
La decisión no tardó en escalar rápidamente hasta la creación de un programa con propósitos bélicos en 1974, ante la expansión de las fuerzas soviéticas en el sur de África, tras el retiro de Portugal de sus colonias. Esto, sumado a las restricciones internacionales por la política del apartheid, hizo entender a Sudáfrica que no podía depender de ninguna ayuda extranjera; y menos de las dos superpotencias de la época, Estados Unidos y la Unión Soviética, que, incluso, obligaron a la nación a suspender los preparativos de una prueba nuclear en 1977.
Ese fue el punto de partida para considerar la utilización de las bombas atómicas para disuadir. Sin embargo, estos artefactos nunca fueron probados por el temor a represalias.
Desarme sin precedentes
En un programa de tres fases, que incluía exponer la existencia de las bombas atómicas en caso de ataque; Sudáfrica construyó seis de los siete artefactos que se planearon en un comienzo. El primero de ellos fue culminado en 1982 y tenía una potencia similar a las que Estados Unidos lanzó sobre las ciudades de Hiroshima y Nagasaki.
Los cambios en la política a nivel mundial, durante los años siguientes, hicieron que Sudáfrica cambiara de opinión sobre la posesión de su arsenal. La caída del muro de Berlín, el fin de la Guerra Fría y de otros conflictos internos en el continente africanos; dieron inicio a una etapa de diálogo, diplomacia y cooperación, que hubieran sido menguadas de haberse conocido la existencia de las bombas atómicas.
Frederik de Klerk y Nelson Mandela impulsaron la eliminación de la política del Apartheid en Sudáfrica. Foto: AFP
“Sentí que no tenía sentido usar una bomba de este tipo, que era espantoso pensar que podíamos destruir una ciudad en uno de nuestros países vecinos de cualquier forma. Desde el principio, en mi opinión personal, lo vi como una cuerda alrededor de nuestro cuello”, reveló el exmandatario De Klerk en una entrevista para la revista The Atlantic, en 2017.
De esa manera, con la llegada del jefe de Estado al poder, la nación africana puso en marcha el cierre del programa nuclear y de otras políticas internas que culminarían con el final del apartheid, junto al que sería su sucesor en la presidencia, Nelson Mandela.
“¿Quizá ha llegado la hora de preguntarnos si podemos diseñar una zanahoria que pueda acercar a la mesa a personas que no están hablando entre ellas en este momento?”, enfatizó De Klerk para The Atlantic, mientras expresaba su esperanza de que otros países, como Irán o Corea del Norte, siguieran el ejemplo de Sudáfrica mediante el uso de incentivos y no de sanciones que agraven aún más la política internacional.