Miles de abejas sobrevivieron 50 días sepultadas bajo las cenizas del volcán de La Palma
Curtidas en mil batallas, la erupción del volcán en La Palma ha confirmado la capacidad de resiliencia de las abejas. Policías tuvieron que escarbar para localizarlas, no sin antes llevarse alguna que otra picadura.
En Tenerife, España. Miles de abejas sobrevivieron tras pasar 50 días en colmenas enterradas bajo un manto de ceniza del volcán de La Palma apenas a unos 600 metros de distancia del centro eruptivo, en la misma zona de Cabeza de Vaca, donde el pasado 19 de septiembre se abrió la tierra. Los insectos fueron encontrados y rescatados el 13 de noviembre.
El presidente de la Agrupación de Defensa Sanitaria (ADS) Apicultores de La Palma, Elías González, narró que el salvamento para los insectos tuvo lugar el pasado sábado y que fueron cinco de las seis colmenas en esa zona que estaban intactas, todas pertenecientes a un mismo apicultor.
PUEDES VER: España: impactante momento en el que un gran río de lava avanza por una calle de La Palma
Según el presidente de ADS, las abejas de la sexta colmena murieron, quizá “no por el volcán, sino porque ya estaban débiles”.
Tres de las seis colmenas quedaron parcialmente visibles, lo que ayudó en la ubicación de las otras tres que se encontraban enterradas bajo la ceniza. Los agentes que participaron en el rescate tuvieron que escarbar para localizarlas y rescatarlas, no sin antes llevarse alguna que otra picadura.
Entre 30.000 y 40.000 abejas pueden convivir en cada colmena en época de primavera. En tanto, cuando hay menos flores, de cuyo polen se nutren, el número se reduce a entre 20.000 y 25.000.
Elías González cree que si las abejas sobrevivieron durante tanto tiempo es porque lo que cae en esa zona tan próxima a la boca del volcán, más que ceniza fina, son pequeños fragmentos de lava o lapilli, que por su grosor permite que pase el aire.
Finalmente, otro factor que contribuyó para la subsistencia de estos insectos fue que el dueño de las colmenas no sacó la cosecha de miel de verano, por lo que “tenían reservas de alimento”. “Aun así están resentidas, pero vivas”, apuntó González.