Adiós al estado ausente
“Salud y educación de calidad son derechos humanos fundamentales que deben ser garantizados. No pueden dejarse a la ‘mano invisible’ o a programas con escasos recursos”.
La tragedia mundial traza perspectivas plagadas de inseguridad e incertidumbre globales. Van quedando claras, para cada uno de nosotros, al menos tres cosas en esta situación sin precedentes.
Primero, que el mundo ha entrado en una fase en la que se combinan una pandemia fuera de control, el colapso de la economía y un escenario de incertidumbre tal en el que se ha tenido que recurrir, en casi todos los países, a los militares y la policía para asegurar el aislamiento de la gente y colaborar en la marcha de hospitales y programas de salud. Una situación cuasi bélica en la que una sociedad acosada, urbi et orbi, recurre generalizadamente a las instituciones que brindan orden y seguridad.
Segundo, que tenemos para rato. En el Perú felizmente se ha empezado a actuar oportunamente y bien. Otros países latinoamericanos han seguido, bebiendo –todos- de la experiencia de otros. Desde la finalmente exitosa China, pasando por los desastres en Italia, España o, ahora, EE.UU., hasta las experiencias con mejores resultados (Corea, Singapur y Hong Kong)
En el Perú se está actuando correctamente en medio de carencias estructurales alarmantes en el sistema de salud, la cenicienta en los últimos lustros. En ese contexto la apuesta es clara: aplanar la curva de aumento de casos extendiéndola en el tiempo para disminuir la velocidad de contagios y asignar mejor los escasos recursos disponibles. Hasta ahora parecería dar resultados con un incremento que, al escribirse estas líneas, es gradual y no exponencial.
Tercero, está colapsando la economía mundial. Con ello aumentará la pobreza y el desempleo; eso ya está ocurriendo, acá y allá. Frente a la ortodoxia que debilitó el Estado, enfrentar este desastre exige, ahora, un Estado fuerte, que use masivamente los recursos fiscales existentes y conduzca decisiones fundamentales de política para proteger a los más débiles frente al desempleo que aumentará. Cobranzas de servicios públicos o la indispensable congelación de adeudos a entidades financieras que en esta situación de emergencia debiera imponer la SBS deben ser asuntos de la agenda inmediata.
Después que sea controlada la pandemia lo que viene debería ser equivalente, a nivel global, de lo que fue la reconstrucción en Europa luego de la Segunda Guerra Mundial. Una asignación consciente y adecuadamente priorizada de los recursos fiscales y Estados que superen el embeleco de su rol decorativo (“subsidiario”) de espaldas a una dramática realidad de exclusión, pobreza y desigualdad que no da más.
Llego el momento de dejar atrás la paradoja de una economía “sana” y con abundantes recursos fiscales pero, a la vez, incapaz de asignar recursos apropiados para superar políticas de salud pública ineficientes, un sistema educativo de segunda y migajas para la inversión en ciencia. La salud y una educación de calidad son derechos humanos fundamentales que deben ser garantizados. No pueden dejarse a la “mano invisible” o a programas públicos con muy escasos recursos.
A futuro las cosas no podrán seguir siendo lo que han sido.