Así es la técnica milenaria inca de sembrar y cosechar agua: se utiliza hasta hoy para combatir la sequía
Esta técnica combina métodos prehispánicos con tecnologías modernas para garantizar la disponibilidad de agua en áreas agrícolas y urbanas, beneficiando a miles de familias.
El antiguo Imperio Inca, conocido por sus avances en arquitectura, agricultura y manejo de recursos naturales, desarrolló técnicas ingeniosas para enfrentar los desafíos ambientales en su vasto territorio. Entre estas, destaca la milenaria práctica de siembra y cosecha de agua, un sistema de manejo hídrico que sigue siendo utilizado en diversas regiones andinas del Perú hasta hoy.
Esta técnica, además de ser testimonio del conocimiento profundo que tenían los incas sobre el manejo del agua, se ha convertido en una solución efectiva para enfrentar las sequías, un problema que persiste en muchas zonas de los Andes.
¿Qué es la técnica de siembra y cosecha de agua y cómo funciona?
La técnica de siembra y cosecha de agua se basa en la utilización de métodos ancestrales y modernos para capturar, almacenar y redistribuir el agua, principalmente de lluvia, en zonas altas y agrícolas. Esta técnica se lleva a cabo mediante varias acciones clave:
- Zanjas de infiltración: se construyen zanjas en terrenos inclinados para captar agua de lluvia y permitir que esta se infiltre en el suelo, recargando los acuíferos.
- Terrazas de formación lenta con barreras vivas: en áreas de cultivo se implementan terrazas sostenidas por árboles y arbustos, que retienen el agua y el suelo para evitar la erosión.
- Presas y reservorios: se construyen diques y estanques en lugares estratégicos para almacenar agua que se usará en épocas de sequía o cuando sea necesaria.
- Reforestación: se reforestan zonas altoandinas con especies nativas, que ayudan a retener y filtrar el agua hacia los acuíferos.
- Desvío de escorrentía: se desvía el agua de lluvia para que no se pierda en la superficie y se utilice para recargar fuentes subterráneas.
La reforestación con especies nativas es clave en la siembra y cosecha de agua, ya que retiene el agua y mejora la infiltración en el suelo. Foto: difusión
¿Cómo ha sido reconocida la técnica de siembra y cosecha?
Recientemente, la técnica de siembra y cosecha de agua en Perú recibió un reconocimiento internacional durante un evento organizado por la Agencia Española de Cooperación Internacional (AECI). Esta distinción resaltó el enfoque integral y participativo de la estrategia, destacando el diseño de diques y la optimización de qochas, que pueden durar hasta 100 años.
La participación activa de las comunidades locales, que se encargan del mantenimiento de las infraestructuras hídricas tras recibir capacitación, también fue elogiada, considerándola un modelo a seguir para enfrentar la crisis hídrica global.
¿Cuál es el rol del Midagri en la implementación de esta técnica?
El Ministerio de Desarrollo Agrario y Riego (Midagri) impulsa la siembra y cosecha de agua desde hace varios años, promoviendo su uso en cuencas hidrográficas tanto del Pacífico como del Atlántico. Esta estrategia es clave para enfrentar el cambio climático, que amenaza los glaciares andinos, una fuente vital de agua.
Midagri también enfatiza la necesidad de incrementar la inversión en riego tecnificado, particularmente en la costa. Además, busca optimizar el uso del agua en la agricultura, duplicando el actual 30% de aprovechamiento mediante técnicas modernas de riego.
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En la agricultura peruana, la siembra y cosecha de agua asegura riego constante, incrementa la productividad y permite más de una campaña de cultivo al año. Foto: difusión
¿Qué impacto tiene la técnica de siembra y cosecha de agua?
La técnica de siembra y cosecha de agua además de mejorar el acceso al agua, también empodera a las comunidades locales. Los beneficiarios participan activamente en la construcción y mantenimiento de las infraestructuras hídricas, como diques y válvulas, tras recibir capacitación especializada.
Este enfoque comunitario fortalece las capacidades locales, permitiendo que las comunidades decidan cómo utilizar el agua en sus actividades más esenciales, como la agricultura. Esta autonomía fomenta un sentido de pertenencia y responsabilidad, consolidando la sostenibilidad de la estrategia a largo plazo.