Cultural

Wilfred Burchett: el primer reportero que informó del infierno de Hiroshima

Llegó junto con 250 colegas para presenciar la rendición de las fuerzas del emperador Hirohito, pero se escabulló de la censura del general Douglas MacArthur y viajó a la ciudad devastada por la primera bomba atómica de la historia.


Wilfred Burchett (1911-1983) comenzó a cubrir la guerra en Asia en 1941 para el diario  británico "Daily Express".
Wilfred Burchett (1911-1983) comenzó a cubrir la guerra en Asia en 1941 para el diario británico "Daily Express".

Había transcurrido casi un mes del primer lanzamiento en la historia de una bomba atómica sobre seres humanos, sin que se conocieran las consecuencias  sobre el impacto, debido a una férrea  barrera informativa impuesta por el mariscal  estadounidense Douglas MacArthur. Hasta que el miércoles cinco de septiembre de 1945, el periódico británico Daily Express publicó en primera plana: “Día N°30 en Hiroshima: Los que escaparon comienzan a morir, víctimas de la plaga atómica”. Era el reportaje del periodista australiano Wilfred Burchett quien, burlando tanto la pertinaz censura de MacArthur como las amenazas de los derrotados e indignados japoneses, pudo llegar al infierno de Hiroshima para relatar como nadie los efectos de un arma de guerra nunca antes vista.

El párrafo con que se inicia el reportaje, por su revelador contenido, profundidad y dramatismo, enganchó de inmediato a los lectores del planeta con lo que Burchett había descubierto,  rompiendo las reglas impuestas a los corresponsales de guerra: “En Hiroshima,  a los 30 días de que la primera bomba atómica arrasó con la ciudad y sacudiera al mundo, la gente continúa pereciendo, misteriosa y espantosamente -incluso la que no resultó por el cataclismo- por algo desconocido que solo puedo describir como una plaga atómica”.

Eso desconocido era la radiación.

Vista aérea del hongo que surgió del impacto de la bomba en Hiroshima. Crédito: U.S. Army.

Vista aérea del hongo que surgió del impacto de la bomba en Hiroshima. Crédito: U.S. Army.

Por eso las autoridades de los vencedores impusieron una estricta prohibición para que ningún periodista se acercara a la devastada Hiroshima y no entrevistara a los heridos y sobrevivientes, a ningún testigo  ocular del primer infierno originado por una bomba atómica. Sin embargo, en el reportaje, Burchett, además de describir con intenso y perturbador detalle  lo que encontró, concentró su atención en lo sucedido con los seres humanos.

“Cuando llegas a Hiroshima, y miras a tu alrededor hasta una distancia de 25, o quizás 30 millas cuadradas (48 kilómetros), apenas puedes ver un edificio. Te da una sensación de vacío en el estómago al ver la increíble devastación provocada por el hombre”, escribió.

Primera plana del "Daily Express" con el reportaje de Wilfred Burchett sobre el impacto de la bomba en Hiroshima, 5 de septiembre de 1945. Crédito: Hibakusha Stories.

Primera plana del "Daily Express" con el reportaje de Wilfred Burchett sobre el impacto de la bomba en Hiroshima, 5 de septiembre de 1945. Crédito: Hibakusha Stories.

Antes del espectacular episodio de Hiroshima, Wilfred Burchett inició su carrera como corresponsal de guerra en agosto de 1941, para cubrir el conflicto en los frentes de Birmania y China, pero después que se produjo el ataque  japonés a la flota estadounidense en Pearl Harbor, el 7 de diciembre de ese año, le encargaron la cobertura del nuevo escenario, el conflicto en el Pacífico. Después de cuatro años, y de haber visto  verdaderas carnicerías, e incluso haber resultado herido seriamente, logró recuperarse para asistir a la rendición del imperio japonés, luego de las bombas de Hiroshima y Nagasaki.

Cuando llegó a la bahía de Tokio para asistir a la ceremonia de capitulación japonesa, el domingo 2 de septiembre de 1945, sobre la cubierta del acorazado estadounidense “Missouri”, Wilfred Burchett era uno de los 250 reporteros invitados. Desde que supo de la bomba atómica sobre Hiroshima, buscó distintas formas de llegar al centro neurálgico del desastre. Había suficientes periodistas para informar sobre el final de la guerra, él estaba obsesionado por trasladarse a Hiroshima porque consideraba que era su deber como reportero.  Así que pudo infiltrarse en un tren con destino a Hiroshima, sin saber si llegaría a su destino, impedido por las tropas aliadas cumpliendo el mandato de MacArthur, o por los balazos de los soldados nipones que repletaron el vagón.

“Me di cuenta de que incluso mientras las firmas de los vencedores y los vencidos se estampaban en ese momento en en un histórico documento, yo, una figura muy solitaria que jugaba con el destino, se dirigía a toda velocidad a Hiroshima. Mi misión -si llegaba- era informar al mundo, desde el punto de vista de un observador blanco, el monstruoso motivo que precipitó la rendición de Japón”, escribió Burchett en sus memorias.

“En un hospital improvisado en los alrededores de la ciudad devastada, encontré evidencia de lo que el bombardeo atómico le hace a los humanos. Estirados en esteras sucias en el piso había decenas de personas en diversas etapas de muerte por  efectos de la radiación atómica. Al menos los médicos me aseguraron que todos debían morir tarde o temprano, a menos que los médicos y científicos aliados tuvieran algún antídoto contra la terrible enfermedad debilitante que había asolado a miles de personas desde que se lanzó la bomba”, escribió Burchett en una primera memoria, Democracy with a Tommygun (1946).

Ni bien se enteró de la presencia de Burchett en Hiroshima, MacArthur intentó cerrarle el paso, pero no lo consiguió. Entonces, desató una campaña con otros periódicos para desacreditar su historia. Tampoco lo logró. El reportaje de Burchett tuvo el efecto de un bombazo que destruyó la barrera que ocultaba al mundo la verdad de lo sucedido en Hiroshima.