Propagarse sin síntomas, la posible estrategia evolutiva del coronavirus
Una impactante investigación en EE. UU. revela que la propia adaptación del virus ha generado una expansión ‘silenciosa’ de la enfermedad mediante pacientes asintomáticos.
Cada vez es más común la aparición de casos asintomáticos de COVID-19 en todo el mundo. De hecho, diversos reportes en varios países revelan que alrededor de la tercera parte de los infectados no presentan síntomas.
En ese sentido, un equipo de investigadores de la Universidad de Princenton (Estados Unidos) planteó la posibilidad de que la propagación sin síntomas sea la estrategia evolutiva de los virus para expandirse más y mejor entre la población humana. Por ello, comenzaron un estudio sobre este tema incluso antes de que el SARS-CoV-2 (coronavirus que causa la COVID-19) causara la actual pandemia.
Sus resultados, ahora publicados en la revista científica PNAS, exponen los pros y contras de esta propagación ‘silenciosa’ de los virus en base a dos teorías: ¿la transmisión asintomática permite que infecten a un mayor número de personas? ¿O es la falta de síntomas la que, eventualmente, disminuye la propagación y reduce la supervivencia del virus a largo plazo?
El objetivo de los virus
Así como los seres vivos, los virus pueden evolucionar por selección natural. Este proceso se da mediante mutaciones, variaciones genéticas orientadas a beneficiar su transmisión, para que el patógeno se extienda en una mayor cantidad de huéspedes. En el caso del coronavirus, su evolución busca la mayor propagación en humanos.
Las enfermedades virales que más fácil se expanden suelen ser menos mortales, ya que la muerte rápida del huésped reduce la posibilidad de contagiar a mucha gente y, por tanto, no favorece la expansión del patógeno.
Partículas del coronavirus aisladas de una persona infectada. Imagen: NIH.
“La evolución viral implica una compensación entre el aumento de la tasa de transmisión y el mantenimiento del huésped como base de propagación”, explica Simon Levin, uno de los autores del reciente estudio.
En tal escenario, el hecho de que los pacientes no presenten síntomas representa una gran oportunidad para el virus: estas personas no saben que están infectadas, por lo que continúan con su vida con normalidad, entrando en contacto con mucha gente susceptible a ser contagiada.
Pero este factor no garantiza el éxito al virus, ya que las personas asintomáticas generan menos partículas infecciosas y, por tanto, podrían contagiar de forma más limitada. En ese sentido, la transmisión general podría reducirse con el tiempo, según recoge ABC.
El experimento
El equipo modificó un modelo matemático de cómo una enfermedad se propaga a través de una población, con el objetivo de estudiar el efecto de la transmisión asintomática.
El modelo divide a la población en individuos suceptibles (S), infectados y recuperados. Asimismo, los infectados son clasificados en dos etapas: en la primera (I1), el nivel de los síntomas varía en ninguno, algunos y significativos. En la segunda (I2), los individuos son totalmente sintomáticos.
Personas susceptibles (S), Infectados con ninguno o con síntomas variables (I1), infectados totalmente sintomáticos (I2) y recuperados (R). Fuente: Universidad de Princenton.
Tras las pruebas, descubrieron que el virus tenía más éxito de propagarse cuando en la primera etapa no se mostraban síntomas. En tanto, cuando los infectados pasaron de no mostrar síntomas hasta síntomas máximos, encontraron que las estrategias de control de la enfermedad alteraron la evolución del virus.
Esto quiere decir que las medidas como el confinamiento podrían tener impacto en el curso de la epidemia, pero esto variaría la estrategia del virus para adaptarse a su desarrollo. Por tanto, virus como el de la COVID-19 siempre encontrarán formas de persistir en la población.