Poeta Antonio Cisneros ganó el premio iberoamericano Pablo Neruda, en Chile. Alcanzó galardón de 30 mil dólares por unanimidad en virtud de su “sostenida calidad poética”. Pedro Escribano. Antonio Cisneros manejaba por la Av. Salaverry. Estaba un poco bajetón. El día estaba gris, el cielo oscuro y además, dice, venía de ponerse una vacuna contra la neumonía. “Una vaina que los sesentones tengamos que ponernos vacunas contra la neumonía”, pensaba. Venía todo caído y de pronto sonó su celular. La noticia fue nítida: el ministro de Cultura de Chile le comunicó que le habían concedido por unanimidad el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda que el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes de Chile otorga cada año. El jurado del premio estuvo integrado por Delia Domínguez y Adriana Valdés, el nicaragüense Ernesto Cardenal, el uruguayo Alfredo Fressia y el peruano Arturo Corcuera. El galardón está dotado de 30 mil dólares y Cisneros lo recibirá el próximo 12 de julio de manos del presidente chileno Sebastián Piñera. “¡Qué maravilla!” –dije. –¿Pisaste el acelerador? –(Risas) Mira, yo nunca hablo cuando manejo, !ah!, pero qué iba a hacer, tampoco iba a despreciar al ministro de Chile, ¿no? –¿Qué significa recibir el Neruda? ¿Conociste al poeta? –Sí lo conocí. Bueno, el Neruda es el premio importante que da Chile, el más importante del continente en realidad. Neruda, como Vallejo, son esos seres extraordinarios que ponen el nombre de sus países en el mapa. Yo conocí a Neruda. Una vez lo vi, como mucha gente, de anfitrión, en su casona marítima de Isla Negra, en Chile. Otra vez, más curiosa, no sé quién me llevó, creo que Vargas Llosa me llevó a celebrar el santo del poeta en una barcaza anclada en el Támesis, que era donde vivía el poeta inglés Alastair Reid, su traductor. Es una cosa rara, uno no podía estar de pie completamente, la barcaza estaba en constante movimiento. Neruda era un gran conversador, no dialogante, monologante, que se apoderaba de la conversación. Neruda es una de las grandes voces de nuestro continente. –Y tú tienes una larga tradición de amistad con Chile. –Cuando yo tenía 23 años más o menos, el poeta chileno Gonzalo Rojas organizó un encuentro de poetas y creadores jóvenes de América, allá en Concepción, dicho sea de paso la ciudad más castigada en el terremoto último de Chile. Y en esa época también acababa de ser azotada por un terrible terremoto. Bueno, esa fue la primera vez que salí del Perú también. Ahí conocí a muchos poetas, narradores, creadores y cineastas, todos éramos jovencitos, todos eran proyectos igual que yo, querían ser novelistas. Habían hecho todos sus pinitos pero no mucho, pero bueno, esos muchachos de entonces terminamos siendo lo que queríamos ser. Y seguimos siendo amigos aquí, en Santiago, en Europa, en donde estemos. La literatura hace años pasó a segundo plano y nos vemos como amigos, ahora conversamos sobre nuestras vidas y sobre nuestra muerte también. –Haciendo una mirada a Latinoamérica, la poesía de Perú tiene a su Vallejo y Chile tiene a su Neruda. Dos países vecinos en la poesía, pero parece que en la vida política y militar no somos muy buenos vecinos. –Han tenido algunos problemas históricos muy serios, pero siempre con la vocación de ser buenos vecinos. La intención es ser buenos vecinos, eso es permanente. A veces se acercan a esa buena vecindad, a veces se alejan. Es que hay un mal pasado histórico y es como una rémora y no hay por qué arrastrarla, me parece. –Te conceden el Neruda por la “sostenida calidad poética” de tu obra y su influencia en nuestro continente. ¿Cómo recibes ese piropo? –Todos los piropos, los premios, los abrazos, la plata, todo eso sea bienvenido (risas). –¿Qué escribes ahora? –Ahorita estoy pensando más que escribiendo. Estoy garrapateando, apuntando, pero no estoy escribiendo. Tengo una estructura de poema en la cabeza, pero todavía no sé bien de que se trata para empezar. Además, tú sabes, la poesía no es como la narrativa en la que tú cuentas qué estás haciendo, en qué va a consistir. Ahora aguardo. Para grupos, los equipos de fútbol –¿Crees que Perú y Chile son dos capitales de la poesía latinoamericana o es chauvinismo? –Yo no soy de ese tipo de opiniones. Mentiría, no es mi estilo. Me parece que en los dos países hay poesía muy interesante, pero no estamos en carreras de caballos para decir que “somos los mejores y que no hay como ellos”. No hay país de poetas, lo que hay es poetas. No hay movimientos, así como no hay grupos, manifiestos de conjuntos. Los poetas son individuos. Para grupos los equipos de fútbol… hay poesía brasileña, poesía paraguaya… hay poetas paraguayos muy buenos, medianos, mediocres, otros malos, otros pésimos, como en todo sitio. Sí pues, en Perú, en Chile, México también diría yo… no sé, hermano, yo no diría ningún país. Hay países que son más parejos, regulares, constantes en la producción poética, esa sería una de las gracias del Perú. –Entre las querencias que tienes a los libros de Neruda, ¿con cuál de ellos te quedas? –Uy, es difícil…, pero yo creo que Residencia en la Tierra, Tercera residencia. Pero, por ejemplo, difícil para mí decirte Canto general, pero sí Alturas de Machu Picchu, que está dentro de Canto general. Alturas... es una maravilla. Neruda tiene una obra tan vasta, válida, pero sobre todo de alta poesía. Un perro negro Un perro. Un prado. Un perro negro sobre un gran prado verde. ¿Es posible que en un país como éste aún exista un perro negro sobre un gran prado verde? Un perro negro ni grande ni pequeño ni peludo ni pelado ni manso ni feroz. Un perro negro común y corriente sobre un prado ordinario. Un perro. Un prado. En este país un perro negro sobre un gran prado verde es cosa de maravilla y de rencor. -De Las inmensas preguntas celestes, 92