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Apps de citas: relatos de parejas que triunfaron gracias a un Cupido moderno

Contar margaritas es un episodio del pasado, a veces de algún videoclip. Ahora un like podría profetizar un romance exitoso.

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Conoce en esta nota las historias de algunas parejas que encontraron el amor en una aplicación de citas. Foto: composición LR / Gerson Cardoso

La tecnología, una aliada para los quehaceres, también se ha asociado con el amor: las aplicaciones de citas y el constante swipeo son las pruebas. Deslizar a la derecha o a la izquierda es ahora un ejercicio para retar al azar y decirle al romance: “Hola, aquí estoy”, porque para algunos un clic es más rápido que un flechazo del popular Cupido.

Si bien el prestigio de estas apps contiene decepciones, risas y uno que otro susto, La República conversó con cuatro parejas que encontraron en el match un espacio para entregar cariño, rebeldía y anillos de compromiso.

Ricardo y Natalia

Ricardo era un rockero empedernido cuando conoció a Natalia, ahora es un confeso seguidor de Dj Warner. Ambos decidieron compartir sus gustos musicales, sus miedos y su futuro cuando en junio de 2020 hablaron a través de Bumble. El confinamiento los obligó a usar Zoom durante sus primeras citas, hasta que el Estado levantó la cuarentena y lograron escapar de la virtualidad para preguntarse frente a frente si la dinámica de conocerse tenía un propósito.

“En Bumble hay tres opciones, la primera es para amistad, la otra es para dates y la tercera para conexiones laborales. Me fijé que tuviéramos el mismo interés”, cuenta Natalia. Ella tiene 25 años y se desempeña como profesora de inglés del nivel primario. Es proactiva cuando se trata del romance y paciente cuando se trata de sus alumnos.

Ricardo tiene 28 años y es abogado. Fue un amigo quien le recomendó descargar la aplicación. Ya para septiembre de 2020, la recomendación resultó en una declaración de amor a la luz de un restaurante de tapas en Miraflores. “Era gracioso porque ya sabíamos que íbamos a estar, y de hecho parte de la conversación previa era ver en qué fecha”, explica Ricardo. Ninguno tenía la intención de repetir días o meses de historias pasadas.

Pero ambos, tan amigos del calendario y enemigos del azar, habían conversado también sobre sus proyectos de vida. “Mira, este es mi plan. ¿Estás dentro o fuera? ¿Cómo es?”, le dijo Natalia a Ricardo dos semanas después de conocerse. “Yo juraba que lo iba a asustar”, agrega la docente, pero se dio con la sorpresa de que él se sumó sin dudarlo. Ahora esa conversación está respaldada por un anillo de compromiso: la boda será en octubre de 2022.

Ricardo supo que estaba frente a la chica indicada cuando, durante la recuperación tras un bypass gástrico, Natalia se convirtió en su soporte emocional pese a estar lejos. Ella se encontraba en Estados Unidos y lo único que hacía, además de preocuparse por cada una de las comidas de Ricardo, era tachar los días para regresar. “Pausa. Yo no hago esto por cualquiera”, pensó Natalia. “Soy fiel creyente de que hay una conexión muy fuerte entre las personas: él se sentía mal y yo me sentía mal, yo me sentía mal y él se sentía mal. El viaje fue bonito, pero ya quería regresar”, expresa.

El himno de su relación es “Mi persona favorita”, un tema de Río Roma. No lo han bailado, tampoco han memorizado la letra: la elección sucedió mientras él manejaba y ella cayó en cuenta de que no tenían una canción clave. “¿Qué es esto? Buscamos esos play list cortavenas en Spotify, con canciones old school romanticonas”, cuenta Natalia. “Sí, esta es la que más se adecúa”, dijo Ricardo. Y quedó inmortalizada. Ellos escapan de la lista de parejas convencionales porque prefieren controlar el destino antes de que el destino los controle.

Llevan como emblema la honestidad. Hay afinidad entre familias y, sobre todo, hay también un álbum de stickers de la cara de Natalia, es decir, existe una complicidad tierna. Ambos concuerdan con la idea de que las aplicaciones para citas son oportunas siempre y cuando los usuarios tengan la seguridad de lo que buscan. Hay quienes persiguen algo fugaz; hay quienes, como ellos, el amor.

Nícolas y Daniella

Piura, aunque sea una ciudad pequeña, necesita de la ayuda de un clic para acercar a la gente. Nícolas y Daniella tentaron a la tecnología en el 2018 y ahora llevan tres años y nueve meses juntos. Él, estudiante de ingeniería, y ella, trabajadora en el sector de atención al cliente, son fanáticos de Friends y rivales del deporte. También comparten la edad, 24 años, y el amor por las salchipapas.

Después de hablar durante tres semanas y de aplazar una salida porque Daniella sufrió una conjuntivitis, se encontraron en el cine más concurrido de la ciudad, Cineplanet, y vieron la película Pantera Negra. Un mes más tarde iniciaron la relación. “Ella dijo: ‘Es ahora o nunca’”, bromea Nícolas. Si bien la actriz preferida de ambos es Jennifer Aniston, no han seguido su ejemplo y se han alejado del famoso break. Ellos aseguran que un receso no funciona.

Pero sus gustos no siempre coincidieron. Mientras Nícolas ya había tenido experiencia usando Tinder de manera eventual desde el 2016, Daniella tenía pavor. Fue una de sus amigas del instituto quien la convenció de descargar la aplicación para evitar que la tristeza después de una decepción casi amorosa —se enteró de que el chico con el que salía tenía enamorada— se apoderara de su rutina.

En este caso, el match se convirtió en una relación estable gracias a la casualidad, asegura Nícolas, y agrega que “el mayor error de las personas es creer que alguien entra para vivir una película romántica”. Por su parte, Daniella sí ha cambiado su percepción: “Ahora que encontré a mi enamorado, me doy cuenta de que alguien puede encontrar a una buena persona ahí con la cual puede pasar varios años”.

Por ahora, además de su propia historia, la película romántica que ambos ven una y otra vez es Una esposa de mentira, un filme que no solo les ha regalado risas, sino también el tema “Every breath you take”, de The Police, que es el himno de su relación.

Caren y Coco

“Empezó con un super like”, dice Coco; “y terminó en boda”, completa Caren. En septiembre de este año, el francés y la peruana contrajeron matrimonio y cumplieron así con la resolución, casi promesa, que él expresó cuando la vio por primera vez: “Oye, te vas a casar conmigo”.

Ambos tienen 27 años, pero tenían 25 cuando hicieron match en Tinder. No hubo un contacto virtual de por medio, solo el azar: ella viajó a Máncora y él turisteaba en el mismo lugar. Cuando se encontraron en una fiesta, Coco le comentó que eran conocidos gracias a la aplicación de citas, también le mencionó su interés. “No quiero saber nada del amor, no quiero estar con nadie”, le aseguró Caren.

Ella descartaba toda posibilidad con algún pretendiente que no contara con los chistes como aliados. “¿Pero cómo puedo hacer chistes cuando no es mi idioma?”, replicó Coco en inglés, la lengua que los conectaba. Pero bromas van, nuevos idiomas vienen, él empezó a sentirse más cómodo y a revelar su personalidad más divertida.

El francés había emprendido un viaje por América del Sur luego de que cesaran sus actividades en el ejército de su país. “Hazme conocer el Perú”, le pidió a Caren. Cuando visitaron Cusco, el extranjero le preguntó a la peruana si quería ser su enamorada, pero no fue una propuesta espontánea: fue, sobre todo, la reivindicación posterior a la aclaración de que en estas tierras se formula una pregunta para iniciar una relación formal. “Eso hacen los niños”, pensó Coco al principio.

La también experta en negocios internacionales confiesa que no sintió una conexión especial en el arranque, pero todo cambió cuando ella tuvo que viajar a Estados Unidos y Coco la siguió. Se movilizaron después a Francia y empezaron así a idear un plan para no mudarse cada tres meses, que es el tiempo de estancia permitido bajo el papel de turista.

Pero la pandemia llegó y los encontró en Perú. Fiel al estilo de “Can’t help falling in love with you”, un tema musical de Elvis Presley, la pareja decidió afianzar con anillos y votos el vínculo que los hizo compatibles en el primer encuentro: el cariño por los animales. Este gusto fue, además, la señal que le otorgó a Coco la certeza de que se hallaba frente a la mujer de su vida.

El proyecto del albergue está en camino y, por lo pronto, ambos comparten tiempo con Napoleón, Gringo, Pompón, Dewey, Franccesco, Samuel y Valentina, sus gatos bautizados como hijos. Y aunque al francés todavía no le gustan las bebidas azucaradas —la chicha morada es parte de—, no considera regresar a su patria: hay una peruana que le ha dado un hogar.

Angela y Frédéric

Después de un paseo para recibir el 2016, Angela regresaba a Piura con buenas energías y también con un consejo de dos compañeras de viaje: descargar Tinder. Cuando lo hizo tenía 22 años y no buscaba un romance porque su atención estaba puesta en su carrera, Contabilidad, y en su hija de 3 años. Conversó esporádicamente con un par de chicos y una semana más tarde decidió eliminar la aplicación, pero antes optó por dejarle su número a Frédéric, un canadiense que desempeñaba su voluntariado en la ciudad del eterno calor y con quien había mantenido una conversación amena.

El destino ya empezaba a vincularlos no solo a través de WhatsApp, sino también en un espacio real: ambos asistían a la misma escuela de salsa, pero en días distintos. Frédéric le preguntó su horario y ella tenía una ligera sospecha de que él acudiría según la información. Y así fue. Después de un intento fallido por huir de la clase, Angela terminó siendo la pareja de baile de un canadiense de 27 años diestro en el mundo de los negocios internacionales.

Pero el plan no terminó ahí. Angela había programado asistir a un concierto de rock de una banda piurana y le extendió la invitación a Frédéric, él aceptó. Esa noche bailaron y se besaron por primera vez. En la segunda salida, ella decidió contarle sobre su pequeña. “Lejos de espantarse nos abrió los brazos a las dos y empezó a formular ideas para hacer cosas juntos y convertir las citas de a tres”, indica.

El tiempo de Frédéric en Piura se agotaba, pero no el cariño hacia Angela después de diez meses de relación. Lima era el siguiente destino luego de que al canadiense le permitieran realizar un año más de labores en el Perú. Coincidió, entonces, con el proyecto que la contadora tenía al finalizar la carrera, trabajar en la capital. Un nuevo año los esperaba, una nueva vida también.

Pasado el intervalo, Frédéric regresó a su país con una promesa a cuestas: conseguir un trabajo y una vivienda a lo largo de seis meses para que Angela y su hija se mudaran con él. Lo cumplió. En agosto de 2018, y después de trámites enredados, una familia de tres integrantes se asentaba en Canadá. Con el tiempo no cambiaría el amor, solo el número: un niño, que ahora tiene 2 años, se sumó al hogar. “Abre que voy”, la salsa que bailaron cuando se conocieron, continúa sonando.

Estas parejas han demostrado que así como un bar, una universidad o un parque pueden ser escenarios oportunos para interactuar e iniciar la posibilidad de una futura relación amorosa, una aplicación de citas posee, entre like y like, alguna ocasión para asumir las mismas características. A veces un match es la puerta para un romance cuyo fondo musical es “Yo no sé mañana”.