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Sociedad

‘Tehdújuco’ (gracias, en bora), Liz Chicaje Churay

Ganadora del ‘Nobel Verde’. La lideresa indígena tiene más de 20 años como protectora de bosques en Loreto. Se ha enfrentado a taladores de árboles y mineros ilegales. Hace unos meses pudo sobrevolar y ver intacto el Parque Nacional Yaguas que impulsó. con sus comunidades

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Valiente. Liz Chicaje tiene 5 hijos a quienes enseña a amar la selva. Su lucha permitió la creación del Parque Nacional de Yaguas, un paraíso verde. Foto: difusión

Desde hace más de 20 años, cada vez que navega por el serpenteante río Ampiyacu, a bordo de un peque-peque, Liz Chicaje Churay, de 38 años, mira el agua marrón, la tierra colorada y los árboles verdes. Mira el rostro de sus hermanos, el rastro de los animales y el vuelo de las aves, y solo en ese momento recuerda la misión más importante que tiene en la vida: proteger los bosques que, en su momento, cuidaron sus ancestros de la etnia bora cuando empezaron a ser invadidos por los foráneos durante la fiebre del caucho.

“El defender a los pueblos indígenas está en mi corazón”, confiesa. Eso lo saben su esposo y sus cinco hijos. Eso lo saben todos en su comunidad de boras de Pucaurquillo, ubicado en el distrito de Pebas, de la provincia loretana de Mariscal Ramón Castilla, cerca de la frontera con Colombia. Allí nació, allí aprendió el arte de la agricultura y la artesanía, y allí se enfrentó contra taladores de árboles y mineros ilegales hasta la creación del Parque Nacional de Yaguas, en el 2018.

El martes 15 de junio, Liz se enteró que había sido una de las seis ganadoras del Premio Goldman 2021, conocido como el ‘Nobel Verde’. Ella es la cuarta peruana en recibir la condecoración internacional. Antes lo hicieron María Elena Foronda (2013), Ruth Buendía (2014) y Máxima Acuña (2016).

“Este reconocimiento es para los líderes de las 29 comunidades indígenas que viven en los alrededores del Parque Nacional de Yaguas”, dice. Liz no se siente dueña del trofeo, es de todos los protectores: los bora, los ocaina, los yagua y los huitoto.

Ella no había conocido hasta marzo último esa zona, cuya conservación impulsó junto a los sabios de la cuenca de Putumayo –Eriberto Jiménez y Benjamín Rodríguez, quien falleció por el Covid-19 en el 2020–. Recién ese mes Liz pudo sobrevolar el área de 800.000 hectáreas y constatar que sigue libre de peligros. “Estaba contenta, al menos ya hay guardabosques”, cuenta Claus García, de la Sociedad Zoológica de Fráncfort (FZS) Perú. El Parque Nacional de Yaguas se sitúa a días de su comunidad y es tan grande que tiene 3.000 especies de plantas, 500 especies de aves, peces, manatíes, delfines de río, nutrias y monos lanudos. Sus humedales, además, poseen carbono que ayudan a reducir los efectos del calentamiento global. Liz ha visto el paraíso.

Lideresa. Liz recibió el premio en nombre del pueblo bora. Foto: difusión

Proteger para vivir

Cuando era niña, ella agarraba un anzuelo, recogía una semilla como cebo y conseguía pescados del río. Pero eso cambió cuando ya se hizo adolescente por la depredación y la contaminación. Por eso, a los 16 años empezó a reunirse con guardianes de bosques y luego, en su andar con su primer hijo, descubrió que los foráneos se hacían ricos y sus pueblos seguían pobres.

Así, en el 2014, tras no lograr ser regidora del distrito de Pebas, Liz se convirtió en la primera presidenta de la Federación de las 14 Comunidades Nativas del Ampiyacu. En el 2017 se hizo oír en Alemania, en la Conferencia de la ONU sobre Cambio Climático (COP 23). Luego, llegaron más premios por su labor en favor de la Amazonía.

Quien da fe de ello y quien ha caminado con Liz desde hace más de 10 años es la bióloga Genoveva Freitas, del Instituto del Bien Común (IBC). “Ella se enfrentó a los foráneos y a sus propios hermanos que no aceptaban la conservación del bosque, menos si quien les pedía era una mujer. Tuvo que hacerles entender que si no cuidaban sus recursos, no iban a tener nada. Incluso, una vez, estando embarazada participó en la detención de un comunero que seguía traficando con madera”. Así nació Cielo, su última hija que sale en las fotos donde ella es premiada.

La preocupación que tiene ahora es la dejadez de los jóvenes por los saberes ancestrales. La idea es que salgan a estudiar y retornen a sus comunidades para generar proyectos y cuidar sus territorios. A ella, sus hermanos le dicen: “Tehdújuco” (gracias), Liz Chicaje.

Claves

Desde el 2016, Liz Chicaje dirige una cooperativa con solo mujeres que producen ají negro (salsa a base de yuca) y bolsos u otros objetos de fibra de chambira (una especie de palma). El proyecto iba bien, pero la pandemia ha frenado todo.

Liz también ha recibido el premio Franco Alemán en Derechos Humanos, en el 2018.

Infografía - La República