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Sociedad

100 días de encierro e incertidumbre

La crisis que no va. La cuarentena cumple 100 días en el Perú, con menos resultados que los esperados. Sin embargo, la necesidad de reactivar la economía no deja otra salida que pasar a una nueva etapa, menos restrictiva, a pesar del gran riesgo que subsiste de contraer el virus.

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100 días de encierro e incertidumbre

Por: David Pereda Z. y Diego Quispe

Al cumplir cien días de cuarentena, el Perú no ha recuperado tranquilidad. Aunque las medidas iniciales del Gobierno despertaron esperanzas sobre los efectos del confinamiento, el descontento y la desconfianza fueron creciendo conforme se daban los resultados contraproducentes de algunas disposiciones y chocaban los planes con nuestra dura realidad, en que la precariedad, la ineficiencia y la corrupción se imponen.

Con más de 257 mil contagiados y por encima de los 8 mil muertos en las cifras oficiales, Perú aparece en el sexto lugar de la lista de países con más casos de Covid-19 en el mundo. A esto se suma el descrédito sobre las estadísticas, que llegan a triplicar si se consideran a tantos casos sospechosos de la enfermedad que no tuvieron una prueba.

El paso de la pandemia por Asia, Europa y Estados Unidos fue un referente clave para trazar estrategias en el país. “A los países que empezaron pronto su cuarentena les ha ido mejor, los que tardaron tienen peores efectos”, decía el presidente Martín Vizcarra. Había una lógica sólida, pero no era una ecuación tan simple la que se debía resolver.

Con “martillazos” que no resultaron, los peruanos empezaron a perder las esperanzas. Más aún, los elogios desde el extranjero empezaron a dar lugar al desconcierto: por qué el país que parecía estar haciendo todo bien terminó teniendo todo mal, se preguntaban los expertos. Aunque las proyecciones reivindican la cuarentena, las deficiencias de nuestro país destacaron que cumplir el confinamiento era más difícil por la pobreza.

Sin embargo, en el contrapunto entre la salud y la economía, esta última gana fuerza. Y es que ya en las primeras semanas del confinamiento, cerca de la mitad de la población le temía más al hambre que al virus, de acuerdo a una encuesta del Instituto de Estudios Peruanos (IEP). Aunque esta tendencia se revirtió en mayo, cuando el Covid-19 se mostraba implacable, dos quintas partes aún temían más perder el empleo que al virus.

Por tanto, la dicotomía salud-economía se diluye cuando vemos que, en ambos casos, se trata de preservar la vida. Por eso el Gobierno, a pesar de no haber logrado lo esperado, dispuso reactivar la economía porque esa crisis ahondaba más la tragedia.

Evitar la segunda ola

La crisis económica provocó que las actividades se retomen antes de lo previsto. El exministro de Economía Alonso Segura considera que de nada valdrá que las empresas cumplan con los protocolos sanitarios si en los exteriores el ambiente no mejora. “El problema es cuando el ciudadano cruzará la calle, ¿qué hizo el Estado para evitar eso? No se está abriendo con buenas condiciones”, protestó.

Al cierre de esta nota, según los reportes de Data Club, elaborado por el científico en computación Ragi Y. Burhum, el índice R estaba en 0,8 en Lima. Es decir, por cada persona con coronavirus, menos de una resulta contagiada. Eso significa una disminución de la expansión de le enfermedad. Sin embargo, según Burhum, el problema es que el Gobierno aún no realiza el rastreo de contactos de los infectados, conocido también como contact tracing.

El ministro de Salud, Víctor Zamora, dijo que contamos con 250 mil pruebas moleculares. Para el biólogo molecular de la Universidad Cayetano Heredia Ernesto Bustamante, estos test deben complementarse con el rastreo telefónico de las personas que tuvieron contacto con los infectados y aislarlos para detener la cadena de contagios. Mientras no exista una vacuna, y en medio de la reactivación económica, es inminente que habrá una segunda ola de casos, según Bustamante. La cuestión es cómo evitar que esa oleada tenga menor impacto. Y la fórmula, aseguró, es el rastreo.

La nueva convivencia

Tales medidas son replicadas en todos los continentes. El exjefe del Instituto Nacional de Salud Ernesto Gozzer explicó que en Wuhan, China, se contrató a 9 mil personas por cada 11 millones para ubicar a quienes interactuaron con los nuevos infectados. En Nueva Zelanda, lo mismo, con un ciudadano rastreador por cada 25 mil habitantes. En Estados Unidos también, donde se prepara un ejército de contact tracing de 70 mil personas. América del Sur tampoco se queda atrás: Colombia y Argentina aplican esta medida con éxito. El mundo se adapta a esta nueva convivencia usando dicho método.

Sumando los casos a nivel internacional, se registran casi 9 millones de casos y 469 mil muertos. La tabla de contagiados la lideran EEUU y Brasil. Los presidentes de ambos países, Donald Trump y Jair Bolsonaro, curiosamente, son los que se rehúsan a decretar cuarentena en sus estados. Las consecuencias son palpables. La Organización Mundial de la Salud (OMS) considera que América Latina es el nuevo epicentro del virus. Y en este territorio, donde las brechas sociales son considerables, la población se bate entre la enfermedad y el hambre.

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