La COVID-19 puede transmitirse por contacto directo a través de gotas respiratorias que expulsan las personas infectadas o por contacto indirecto al tocar superficies u objetos contaminados. Sin embargo, también es posible que los aerosoles sean una vía de transmisión de la nueva enfermedad.
Después que más de 200 científicos publicaran una carta abierta para que se dé importancia a la transmisión aérea, la Organización Mundial de la Salud (OMS) admitió que es posible el contagio de la COVID-19 a través de los aerosoles.
Los aerosoles son partículas suspendidas en el aire muy pequeñas que miden menos de cinco micrómetros (µm), es decir, aproximadamente un poco más de la décima parte del grosor de un cabello humano. Cuando los humanos hablan, tosen, estornudan, respiran o cantan, las gotas respiratorias producidas se mezclan con el aire que circula en el ambiente y forman los aerosoles.
“Son imperceptibles y están flotando junto a todas las personas, cerca de su cara, de su brazo y al respirar cualquier persona puede introducirlo dentro de su organismo. Puede contactar con la conjuntiva de los ojos, con la mucosa de la nariz o con la mucosa de la boca”, explica Manuel Espinoza, infectólogo del Ministerio de Salud (Minsa).
Estornudo - COVID-19 - coronavirus -gotas. Foto: EMS1
Estas pequeñas partículas pueden “flotar” o estar detenidas en el aire durante varios minutos y, en el peor de los casos, horas, sobre todo, en ambientes cerrados. “Si la habitación tiene poca ventilación, esas gotas están ahí flotando, están ahí concentrando, (...) pero al estar en lugares ventilados, abiertos, con muy poca gente, ese riesgo disminuye y más bien el riesgo de contaminación por gotas de saliva o por contacto directo o indirecto por la mano es la causa más frecuente de infección”, comenta Espinoza.
Una investigación, publicada en Nature, demostró que si bien la tos genera la mayor cantidad de gotas, una conversación de dos o tres minutos puede producir la misma cantidad de partículas.
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Las mascarillas han demostrado reducir el riesgo de infección, siempre y cuando sean bien usadas, esten bien diseñadas y empleen el material adecuado en su fabricación. Estas sirven con un doble propósito, tanto para proteger al sujeto que lo usa como a las personas que se encuentran a su alrededor.
En el primer caso, reducen la exposición a posibles gotas o aerosoles contaminados de virus o bacterias de terceras personas. Por otro lado, si la persona que usa la mascarilla está infectada, disminuye la salida de las partículas contaminantes del sujeto. “Protegen, pero sobre todo reducen el riesgo de que las personas enfermas diseminen sus gotitas infectadas por todos lados”, agrega el infectólogo.
El uso frecuente de las mascarillas no aumenta el riesgo de infección del nuevo coronavirus, sino la reduce. Foto: La República / Antonio Melgarejo Yaranga.
En el caso de la COVID-19, la OMS ha admitido que es posible que los aerosoles sean una forma de transmisión. Sin embargo, como expresa Manuel Espinoza, si bien el virus puede estar contenido dentro de los aerosoles, su supervivencia depende de encontrar a un portador, es decir, de infectar a un individuo.
“El virus no puede estar solo, el virus es un parásito —vamos a llamarlo así— que está obligado a vivir dentro de células. Para que pueda mantenerse ‘vivo’, flotando en el aire, debe estar dentro de una célula con algo de humedad. Esas gotas pueden flotar por muchas horas, pero el virus no puede mantenerse tanto tiempo en el aire”, comenta.
Por ello, Espinoza enfatiza en la necesidad del uso de las mascarillas como una medida de control de infecciones y en la importancia de ventilar ambientes o lugares cerrados como vehículos y habitaciones en las casas.