Alberto Fujimori Fujimori murió. El exdictador que gobernó de la mano de su exasesor, Vladimiro Montesinos, cumplió 86 años en julio. Sufría desde hacer varios años de un cáncer a la lengua y recientemente había sido operado por una fractura de cadera.
“Después de una larga batalla contra el cáncer, nuestro padre, Alberto Fujimori, acaba de partir al encuentro del Señor. Pedimos a quienes lo apreciaron nos acompañen con una oración por el eterno descanso de su alma. ¡Gracias por tanto papá! Keiko, Hiro, Sachie y Kenji Fujimori”. Este es el mensaje que se pudo leer a las 6:26 de la tarde en la cuenta de X de Keiko Fujimori.
Fujimori fue electo legítimamente en las elecciones de 1990, cuando derrotó al favorito, el escritor Mario Vargas Llosa. Se trató de una victoria sorprendente. De hecho, su intención original era llegar al Senado (por ese entonces, los candidatos presidenciales podían tentar un escaño en la cámara alta). Pero dos años después, el 5 de abril de 1992, se apartó del sistema democrático y encabezó el autogolpe que incluyó el cierre del Poder Legislativo.
Se reeligió con una amplia mayoría en 1995 -su más fuerte rival entonces fue el exsecretario general de la Organización de las Naciones Unidas, Javier Pérez de Cuéllar-. Y en el año 2000 se hizo reelegir de manera inconstitucional por una segunda vez consecutiva, con un proceso electoral fraudulento, con los organismos electorales capturados por el oficialismo.
La difusión del primer vladivideo el 14 de setiembre de 2000 apuró su caída política. Terminó huyendo del país aprovechando una gira, renunció a la presidencia a la distancia y en un giro muy vergonzoso para el país terminó postulando, sin éxito, al senado del Japón.
El indulto trucho y un legado cuestionable
Las noticias que se empezaron a difundir en el día sobre la salud de Fujimori primero generaron escepticismo. No se puede culpar a quien no haya dado crédito de lo que se informaba. Hay que recordar que el propio Fujimori, su defensa legal y su entorno familiar y político solían alegar un mal estado de las condiciones del exmandatario para promover su excarcelación.
En diciembre de 2017, el expresidente, Pedro Pablo Kuczynski, lo indultó por razones humanitarias pensando, erróneamente, que de esa manera podría llevar la fiesta en paz con el fujimorismo y su potente mayoría congresal que lo tenía contra las cuerdas. Se trató de un pésimo cálculo.
El 23 de enero de 2019 regresó al centro penitenciario Barbadillo, luego de que el Juzgado de Investigación Preparatoria de la Corte Suprema declarara que dicho beneficio carecía de efectos jurídicos, lo que fue ratificado por la Corte Suprema de Justicia. Finalmente, el 4 de diciembre de 2023, el Tribunal Constitucional restituyó el indulto, pasando por encima de tratados internacionales suscritos por el Perú.
Una vez fuera de la cárcel, se pensaba que guardaría un perfil bajo. Sin embargo, su hija Keiko y otros voceros de Fuerza Popular lanzaron la especie de que podía postular en las siguientes elecciones generales, a pesar de que el indulto -como hicieron notar distintos especialistas- no supone un perdón frente a los delitos cometidos. Que Fujimori tentara de nuevo la presidencia era algo jurídicamente inviable (y físicamente imposible también, como el tiempo se ha encargado de demostrar).
“La Presidencia de la República lamenta el sensible fallecimiento del expresidente del Perú, Alberto Fujimori Fujimori. Nuestras sentidas condolencias a la familia, a quienes acompañamos en su profundo dolor. Dios lo tenga en su gloria y que descanse en paz”, ha sido el mensaje enviado a través de sus redes sociales por el Poder Ejecutivo. Los actuales congresistas fujimoristas y otros dirigentes de la vieja guardia mostraron su tristeza por el desenlace.
Fujimori fue sentenciado en el año 2009 a 25 años de prisión por los casos de La Cantuta y Barrios Altos. Estaba pendiente el de Pativilca. Falleció sin haber pagado la reparación civil que se le impuso por sus crímenes. Se trata, como lo señala el historiador José Ragas, de uno de los personajes más polarizadores que ha tenido el Perú.
Sus seguidores le atribuyen la derrota militar del terrorismo de Sendero Luminoso y del MRTA y el inicio de una serie de reformas económicas -en tendencia con lo que ocurría en otros países de la región- que permitieron el control de una inflación desbordada, herencia del primer Gobierno del también fallecido, Alan García Pérez.
Y si bien estos hechos deben ser ponderados al momento de evaluar lo que significó Fujimori para la historia peruana, también es verdad que su régimen fue autoritario, profundamente corrupto y violador de derechos humanos. Durante el fujimorato, además, se sometieron a los poderes públicos y se utilizó a la prensa -pagos de por medio- para atacar y difamar a los opositores. La historia debe ser contada completa.
El presidente del Consejo de Ministros, Gustavo Adrianzén, anunció que desde el Gobierno se comunicarán con la familia para coordinar las exequias.
José Ragas (historiador)
“Una de las figuras más polarizadoras”
Alberto Fujimori es una es uno de los personajes que ha determinado la situación del país en el último medio siglo, quizás junto con Juan Velasco Alvarado, obviamente en direcciones opuestas. Las políticas que él y su equipo introdujeron en los años noventa, y que sus seguidores buscan instalar como si fueran una serie de mejorías tanto a nivel económico como de seguridad, han sido muy cuestionadas y también rebatidas. Uno puede ver lo que ha pasado en estas últimas décadas con al modelo económico, por ejemplo. También hay una utilización del terrorismo, que en el fujimorismo dicen haber acabado. En todo caso, cualquier posible cambio positivo quedó pulverizado debido a las acusaciones que surgieron contra él y por las que fue sentenciado por varios años. Y tampoco olvidemos que huyó cobardemente del país para evadir su responsabilidad. Fujimori es una de las figuras más polarizadoras que ha tenido el Perú y lo seguirá siendo en los siguientes años. Pudiendo haber reconocido lo que hizo, sencillamente prefirió buscar la impunidad, evadir la cárcel y manipular a la opinión pública.