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Política

Gonzalo Banda: “Al Gobierno y sectores del Congreso ya no les interesa convencer a la ciudadanía”

El politólogo y docente habló sobre las marchas que han estado aconteciendo en la última semana ocasionado por el rechazo a los poderes del Estado. “Hay una mayoría de ciudadanos que se están cansando y preocupa que en algún momento a esos ciudadanos les canse las salidas democráticas”.

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Marcha. En la movilización del 19J hubo una ausencia de liderazgos y diversas agendas, sostiene. Foto: LR archivo

¿Le sorprendió la cantidad de asistentes a la marcha en Lima pese a la campaña de miedo?

—No me sorprendió. Creo que lo que se ha visto ha sido una convocatoria que no ha sido tanto de las regiones a Lima, sino una convocatoria que sobre todo ha movilizado a sectores mesocráticos de Lima, que se han sumado a sectores que ya estaban en anteriores protestas sociales. Lo que me ha dejado con bastante inquietud es preguntarme ¿qué está pasando en Lima que ahora muchas personas decidieron participar?, ¿hay un nuevo elemento que los ha unido en una agenda común y los llevó a las calles?

Hubo gente del centro, también algunos liberales.

—Ellos son parte, efectivamente, pero también muchos limeños que seguramente están cansados de la manera en que el Gobierno viene haciendo política. Ha habido muchas representaciones simbólicas en Arequipa, Cusco, incluso en Lima y la cultura popular comienza a apoderarse de símbolos y desafiar a los poderosos. Incluso con personajes que retratan el rostro de la presidenta, con representaciones andinas, de la cultura popular actual como las Barbies… Ha habido una apropiación de elementos que tienen que ver con una postura distinta a esa postura oficialista de algunos medios de comunicación, de algunos analistas. La cultura popular desborda esa frontera y comienza a comunicar que hay una insatisfacción, que va más allá de defender alguna posición política.

¿Faltaron liderazgos en la movilización?

—Sí, hay una ausencia de plataforma, de liderazgo, para agrupar a todos los jóvenes que se movilizan. Es decir, sí hay una indignación masiva y ciertos elementos de cultura popular, pero todavía no hay ese liderazgo emergente que pueda cuestionar y disputar agendas.

¿Qué más nos deja el 19J, unos dicen que puede ser el inicio de un bloque opositor más amplio, otros que hay un atisbo de unidad contra Boluarte, o que Lima está reaccionando?

—Hay un conflicto detrás de este conflicto. Que no es el de Dina Boluarte simplemente. Es el conflicto que se expresó en la elección del 2021, de ganadores y perdedores de las llamadas reformas inacabadas de los 90. La segunda vuelta del 2021 entre Castillo y Keiko fue eso, una segunda vuelta entre esos dos sectores que se agruparon, uno recibió el endose del antifujimorismo y el otro a sectores más pro establishment. Detrás de esta protesta veo que esos sectores han vuelto a encontrar un recodo donde ampararse. Y esto pasa dentro de un deterioro paulatino, de la insatisfacción del Perú con la democracia. El Latinobarómetro acaba de publicar su informe donde el Perú es el país con mayor insatisfacción con la democracia.

El 19J. Lo que hay detrás de las protestas es un hartazgo en general contra la clase política, señala el analista político. Foto: Antonio Melgarejo/La República

Preocupa ese detalle.

—Sí, hay un rechazo mayoritario de los peruanos a cómo está funcionando la democracia en el país. Es muy preocupante. Por eso creo que hay que mirar con bastante escepticismo la protesta. En el sentido de que son una minoría los sectores que entienden que hay que respetar el juego republicano democrático. Hay una mayoría de ciudadanos que se están cansando y preocupa que en algún momento a esos ciudadanos les canse las salidas democráticas. Entiendo que hay un entusiasmo de una parte, especialmente de sectores del centro político, que creen que aquí hay un cambio. Pero lo cierto es que preocupa el salto al vacío que puede significar ese odio en general contra la política, contra las instituciones, que está más cerca que una transición ordenada democrática. Porque, además, hasta donde hemos visto luego de su conferencia, tras la protesta, la presidenta parece convencida de terminar su gestión. Eso preocupa. Antes los políticos por más adefesios o tiranos que fueran intentaban convencer a la gente o, por lo menos, manipularla. Ahora hablan abiertamente, no les interesa. Lo que he sentido en las conferencias posprotesta es que ni siquiera les interesa convencer sino simplemente imponer un relato.

Ya no se está haciendo política. ¿Es un camino cercano al radicalismo, al autoritarismo?

—Ni siquiera autoritarismo, porque hasta los autócratas en su variante o su estirpe populista más prístina querían convencer. A estos políticos peruanos ya no les interesa ni siquiera convencer. Es la política de la anomia, de la ausencia del sentido político. Como no hay ideas políticas que defender sino cuotas políticas, lealtades para formar una coalición, tomar alguna institución, colocar a su gente, impedir que haya juicios. Para ellos ese es el fin de la política y no convencer a la gente. Hasta los populistas más clásicos que ha tenido el Perú buscaban convencer a las personas. A los políticos de ahora no les interesa. Comienzan a entender que pueden hacer todo impunemente. O sea, no van a tener más allá de unas marchas, no van a tener un costo más allá de lo social.

Quizás esto explica que no haya habido tanta violencia policial por lo menos al inicio de la protesta. Quizás el Gobierno asuma otra manera de manejar las marchas. Quizás sabe ya que no le va a pasar nada.

—No sé si hay una estrategia del Gobierno porque en verdad me parece que no tiene ninguna estrategia. Son personas con muchas limitaciones. No saben hacer política. Cuando intentaron hacer política previa a las manifestaciones cometieron todos los errores posibles. La caricaturizaron, dijeron que venía la camarada Vilma, que SL estaba detrás. O sea, estaban tratando de encender la manifestación para decir vamos a derrotar a los malos. Creo que esto ya no es simplemente que hay un grupo de personas que deciden no responder porque tienen una maniobra autoritaria en el camino, sino simplemente son políticos que no les interesa convencer a la sociedad de sus ideas. Saben que mañana estarán en otro sitio y no les interesa si su partido va a salir elegido en la próxima elección… porque no tienen partido.

Fue la misma reacción de sus medios ¿no? La burla, ridiculizar la marcha.

—¿Qué estaban esperando?, ¿que la gente fuera a incendiar Lima y tomar los canales, el Poder Judicial, el Congreso? No tenía ningún sentido. Entonces no pueden decir la marcha fracasó porque no se incendió nada… Creo que al Gobierno y ciertos sectores del Congreso ya no les interesa en lo más mínimo convencer a la ciudadanía. Saben que son los campeones de la impopularidad y van a permanecer ¿Estrategias del Gobierno? No tienen un sentido de visión del país. Es descorazonador. Estamos en medio de las celebraciones de Bicentenario y el país como tal ha entrado en una atmósfera bastante precaria del debate de la cosa pública. Se ha deteriorado el ser ministro de Estado, ser congresista, ser político en general.

Partidos, clase política…

—Exacto. Claro, si nos comparamos con la Generación del Centenario, donde estaban Basadre, Porras, o políticos como Haya de la Torre, esta es una generación bastante precaria. Muy pobre porque sobre lo público no hay debate, sobre lo que quiere el país no hay. Esta clase política te pone a alguien que es una caricatura de conductor de televisión. Te pone a un jefe de prensa en un poder del Estado que es una caricatura. Sunedu presume que se ha cumplido un año de recuperar la autonomía universitaria. O sea, el mundo al revés. Creen que pueden engatusar a las personas, y no se dan cuenta que tienen ocho, nueve por ciento de aprobación y en la próxima elección van a desaparecer. Nadie los va a recordar. No van a tener relevancia más allá de su círculo de amigos endogámicos. A mí me gustaría que mucha de esa gente que habló tonterías sobre Puno tengan el coraje de ir y sentarse en la plaza de Armas y decir las barbaridades que han dicho de Puno.

Desde enero muchos congresistas y ministros no pueden ir ni a sus regiones.

—Es otro elemento adicional que no se analiza. Los congresistas, cuando van a sus regiones, son lapidados si se enfrentan a auditorios populares. No estoy diciendo que eso está bien. Digo que eso está pasando. Congresistas y ministros salen despavoridos de las regiones y la policía tiene que escudarlos. ¿Qué está sucediendo? En muchas regiones ya ni representan… Y tienes a congresistas que se dan la gran vida, que viajan a China, y, claro, tienen sus sueldos, y además parten el sueldo a su trabajador y se escudan entre ellos… Hemos entrado al deterioro de la política, lo que están quedando son los que optaron por hacer política casi por resignación.

¿Y encima tenemos presidentes presos?

—Yo veía una foto de tres presidentes uruguayos de diferentes partidos en una ceremonia pública. Bueno, los peruanos hemos conseguido juntar tres presidentes, pero en una prisión. Parece ridículo, pero cada vez alcanzamos nuevas etapas de degradación. Pienso, no estamos ante uno los periodos más autoritarios del Perú, ni uno donde la violencia política ha llegado a su máxima expresión, pero sí estamos en momentos en donde la precarización de la cosa pública, su degradación, es tan grande, que ya nadie quiere ser político.

¿El único escenario donde se puede debilitar ese poder sería la calle?

—La calle también es media anómica. ¿La movilización incorporó otros sectores? Sí, los ha incorporado, pero eso en la movilización era bastante disímil. Tenías gente que reclamaba cosas bastante irracionales, que lindaban con revertir el orden democrático, y gente que marchaba junto a ellos porque está insatisfecha con la clase política. Creo que la calle, el Perú, es muy complicado en este momento, porque cualquier cosa que se haga, incluso las elecciones, nos encuentra mal parados, no hay partidos, no hay líderes políticos.

Entonces, ¿nos ilusionamos mucho con las protestas?

—Yo discrepo mucho con algunos colegas que dicen creer que las protestas es el inicio de otro tipo de cosas. Tratemos de juntar a toda la gente que ha protestado y sus agendas son muy distintas. Lo que hay detrás, de fondo, es un hartazgo en general contra la clase política. La anomia es lo más cercano. No dicen con esto se va a acabar todo, lo que quieren es que se vayan todos. Y si a eso le sumas que estructuralmente estamos muy mal, porque la pobreza ha aumentado, la recesión viene con todo, la desnutrición aumentó, la inflación sube. Como que se prepara el camino para que un populista autoritario pueda aprovechar eso.

Y no del centro político.

—Mucha gente alude al centro político. Pero el Perú en este momento está un poco más predispuesto para que lo gobierne una persona que quiera resolver los problemas que un demócrata no puede resolver… Justo hoy veía un gráfico de The Economist donde hacían una comparación de la popularidad de Bukele y la del papa y en casi toda Latinoamérica Bukele es más popular que el papa. En Latinoamérica la gente se cansó de los problemas crónicos. Y lo más peligroso de un autoritario no es que haga mal las cosas, sino que las haga bien. Cuando Bukele intenta pacificar a cualquier costo, pasando por encima de los derechos humanos, la gente dice ‘prefiero eso’, por lo menos alguien resuelve los problemas. Eso es lo más peligroso. Creo que allí hay un elemento a tener en cuenta. No estamos ni cerca de estar peor, creo que aún no hemos llegado a estar peor.

“Se parece a la escena del Guasón donde no hay orden”

¿Pesimista con el país?

—Soy bastante pesimista con el Perú. Creo que a pesar de que podamos haber visto algún tipo de movilización en los últimos días que pueda activar un movimiento cívico ciudadano, las condiciones en el Perú están tan dispersas y polarizadas que a nadie le interesa construir algo colectivo. Es imposible pensar en el Perú en este momento porque la descomposición en la que ha entrado, es preocupante.

Hay mucha sinrazón.

—Sí, una distancia muy grande entre la sociedad y su dirigencia, la sociedad y sus élites empresariales. Y en un país que se aleja más, no hay manera que a corto plazo se reconstituya eso. El Perú se hace cada vez más problemático. La gente no confía en los políticos, no hay partidos, medios. Se parece a la escena del Guasón donde la gente quema todo, no hay orden.

Un deterioro total.

—Y me preocupa que ese grado de deterioro nos lleve a un proceso invivible en donde el Perú sea ingobernable, los presidentes no duren, la gente se acostumbre a que el presidente tenga popularidad ridícula y la política se conquiste con coaliciones que toman instituciones y se acuartelan allí.

Y en tanto el Congreso…

—Vi que develaron una placa sobre el Congreso Constituyente Democrático del 93. La lista de nombres de la Mesa Directiva actual era más grande que la de los homenajeados. Ridículo. Este Congreso se convenció a sí mismo que puede vivir en un país que no representa.