El historiador y ensayista mexicano Enrique Krauze analiza en el programa ‘Cu4tro D’ de LR+ la postura del presidente mexicano frente al Perú, el expresidente Pedro Castillo y la crisis política desatada en el país desde que intentó un frustrado autogolpe de Estado, cerrando el Congreso y otras instituciones públicas.
—¿Tiene alguna explicación particular sobre el intenso afecto del presidente Manuel López Obrador por Pedro Castillo desde que este fue elegido y después, cuando entró en problemas? ¿Esto es un caso especial o es un afecto que López Obrador está extendiendo a otros primeros mandatarios?
—Creo que son los psiquiatras quienes tendrían una opinión más profunda sobre esto y no estoy ironizando, porque en México, desgraciadamente, la concentración del poder (está) en manos de la Presidencia, por muchos siglos, pero desgraciadamente, ahora de nuevo, ha llevado a que la psicología, y diría que la psicopatología de los presidentes, se haya traducido en política nacional. Pero voy a darle otras explicaciones rápidas.
Una es que el presidente de México no tiene una idea republicana ni democrática de la vida política. Él tiene una idea literalmente imperial, y diría que casi mística, del lugar de un presidente: es como el rey medieval que es ungido por el pueblo y recibe la voluntad del mandato divino. De alguna forma, el presidente está ungido por Dios y por el pueblo. Para el presidente de México, Fidel Castro tenía esa característica, Hugo Chávez tenía esa característica y, desde luego, Pedro Castillo tiene esa característica. Que también al Congreso del Perú lo hayan elegido los ciudadanos, a él le parece menor.
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Postura. AMLO quiso proyectar su imagen en Castillo. Foto: Andina
La idea de un Poder Judicial, un Poder Legislativo, le parece algo que no entiende; lo que entiende es el poder concentrado en la persona divina del presidente, y transfirió esa concepción a Pedro Castillo. Esa es la explicación más benévola. Lo otro es la doble moral de alarmarse con la situación peruana, pero quedarse callado con el atropello de los derechos humanos en Cuba, Venezuela y Nicaragua.
—México siempre ha tenido una política exterior que parecía racional y trascender el individualismo de los presidentes. ¿Qué ha cambiado?
—Hubo una continuidad de muchas generaciones de muy buenos diplomáticos mexicanos. Con el surgimiento de la revolución cubana, la posición de México es muy difícil, es el vecino de Estados Unidos en tiempos muy agresivos, de modo que he entendido la labor de México como una balanza, incluso para ofrecer cierta correa de comunicación entre el bloque soviético, Cuba y Estados Unidos. Pero frente a América Latina, desde los tiempos de la revolución mexicana, hubo siempre una actitud de cordialidad, de hermandad, de cuidado de las formas. Sí, se cortaron relaciones en tiempo de las dictaduras argentina o chilena, pero, en general, con Perú tenía una relación excelente que hacía honor a nuestra mutua histoia centenaria y hasta milenaria.
Qué dos países más afines entre Perú y México. Lamento muchísimo las agresiones de México contra Perú, porque lo considero así, no solo contra la presidenta de Perú, contra el , contra el orden constitucional. Sé muy bien que están viviendo tiempos muy difíciles en el Perú, porque están muchas fuerzas encontradas y dos concepciones distintas de lo que es la política: la política carismática y populista, y la política constitucional, civilizada, republicana. Pero que el presidente de México haya hecho esas declaraciones y haya puesto a nuestros países al borde de la ruptura de relaciones, que espero no ocurra, es algo muy lamentable...
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—Muchos líderes de la izquierda de Perú han comparado al señor Pedro Castillo con Benito Juárez, llegando al extremo de decir que lo que ha pasado es que no hemos tenido una revolución mexicana. ¿Cómo se ve eso?
—Pedro Castillo no tiene nada que ver con Benito Juárez. No sé si Pedro Castillo es un indígena absolutamente puro. Si lo es, esa es la única similitud que tiene con Benito Juárez, y el haber sido presidente de la República. Benito Juárez era un indígena, puro, sí, pero un liberal y un hombre que tenía un respeto absoluto por la ley, la Constitución, el Poder Legislativo, el Poder Judicial, la libertad de prensa. Era un liberal típico clásico del siglo XIX. No era indigenista, no era populista, no era religioso. Separó la Iglesia del Estado. Fue presidente de la República, tuvo sucesivas elecciones, murió en la Presidencia, defendió al país de una ocupación extranjera. Nada que ver. Cincuenta años después de Benito Juárez, ocurrió la revolución mexicana.
En efecto, México tuvo una reforma agraria que quizá debió tener Perú mucho antes; México la tuvo en los años 30, y entiendo que Velasco tuvo una acción similar en los años 70... No creo que era necesaria una revolución, era necesaria una reforma social y una reforma agraria. En segundo lugar, México tuvo un Partido Revolucionario Institucional que Haya de la Torre trató de copiar en cierta forma con el Apra. No sé si es una bendición de México haber tenido ese partido, que le dio ciertas décadas de paz, pero nos volvió ajenos a la práctica republicana y democrática. Perú ha tenido una vida más azarosa, más difícil, con dictaduras militares, sí pero también, a pesar de los problemas, con libertad de prensa, de debate, un Congreso, una adjudicatura.
Yo creo que van a salir de esto fortalecidos. Lo que ha tenido, eso sí, el Perú, que es una desgracia, y también México, son presidentes que llegan con la esperanza popular, legítimos y que traicionan ese voto con la corrupción. Pero quiero aclarar algo, López Obrador tiene un aura religiosa alrededor de él. Yo lo llamé el “Mesías tropical”. No era un denuesto. Yo escribí un ensayo sobre eso, porque era una descripción: un líder carismático que no solo se ve a sí mismo como un depositario de la voluntad divina del pueblo, sino literalmente como un redentor.
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Él proyecta esa imagen sobre Pedro Castillo y dice: allí está el redentor del Perú. Eso explica su actitud, su visión redentora del poder. Ni Pedro Castillo ni Andrés Manuel López Obrador entienden la función de un Poder Legislativo, de un Poder Judicial, la importancia de la libertad y de las elecciones transparentes. La verdad es que nadie aprende en cabeza ajena. No sé cuánto va a durar el aprendizaje democrático en nuestros pueblos.
El Perú es un país y un pueblo que yo quiero entrañablemente, y los mexicanos queremos tanto porque está tan cerca de nosotros, porque nos parecemos tanto. No sé cuánto va a durar, porque llevamos siglos o milenios de no tener que ver con este invento occidental que es la democracia y, sin embargo, allí está un sector importante de nuestros países queriendo consolidar la democracia, que no es otra cosa que el poder de la mayoría con respecto a la minoría y las libertades y las garantías individuales y el imperio de la ley. Espero que ustedes triunfen en esta batalla, la guerra es larga. Nosotros todavía tenemos un vía crucis bastante grande enfrente, porque la fuerza de un líder mesiánico es muy grande.
—¿Siente que las bases de la democracia en América Latina y Estados Unidos se están debilitando? Las protestas contra López Obrador, las posiciones del presidente Petro avalando a Pedro Castillo o la presencia de Bukele que se presenta como alguien sexi, incluso para sectores democráticos. ¿Estamos en un deterioro de la democracia en la región?
—Los sueños que tuvimos a finales del siglo XX y principios del XXI de la consolidación de la democracia eran muy hermosos pero prematuros. La democracia hay que construirla siempre. Y es natural que nuestros países, como decía un maestro mío, no estaban predestinados para la democracia, sino para la dictadura, el caudillismo, el monarquismo, pero no para la democracia y la libertad. No obstante, desde el siglo XIX, las élites y poco a poco las clases medias y los grupos intelectuales hemos tenido corrientes democráticas de verdad.
La democracia en América Latina y en el mundo está en repliegue, pero al mismo tiempo fortaleciéndose esas inmensas minorías que las defienden. Aún ahora creo que son minorías en el Perú, México y muchos países de América Latina, pero son inmensas minorías que van a ir creciendo hasta volverse pequeñas mayorías. Tenemos que ser, por un lado, pacientes, y por otro, combativos e inteligentes para demostrar a las mayorías que no se trata de dejarlas desprovistas de atención, pero que la dictadura es un camino equivocado, que el mesianismo político siempre traiciona y decepciona. Ojalá que no tenga que llegar el extremo de Venezuela, Cuba o Nicaragua a nuestros países para que los pueblos se den cuenta de lo que significa la libertad.
Confío en que tanto en Perú como en México, porque las minorías son muy grandes y porque en el Perú todavía hay un Gobierno legítimo, un Congreso, una adjudicatura, libertad de prensa; se resista, se convoque a elecciones y el orden constitucional nunca se rompa. En México no se ha roto el orden constitucional, pero la libertad de expresión está siendo amenazada, y el árbitro electoral está siendo amenazado por el presidente, y por eso cientos de miles de mexicanos salimos a las calles a protestar.
—Quisiera pedirle que nos hable sobre su autobiografía, sobre la cual escuchamos maravillas, que todavía no llega al Perú y que todo el mundo quiere leer, pero antes de eso un pequeño spoiler sería muy interesante.
—Se llama Spinoza en el parque México, porque mi abuelo, judío emigrante de Polonia, me hablaba de su filósofo favorito, Spinoza, en el pequeño parque México, que es un lugar emblemático de la ciudad donde caminábamos. Me hablaba de la relación de la ética y de este judío heterodoxo que fue uno de los fundadores del mejor concepto de la libertad: la libertad de creencia, la libertad de pensamiento, la libertad de expresión. Fue fiel a la libertad aunque lo excomulgaron, pero nunca se afilió a ningún credo. Creó un credo universal en el siglo XVII, una especie de religión de la humanidad.
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Alrededor de esa estampa de mi abuelo caminando conmigo en el parque México, recuerdo mi vida en una larga conversación sobre mi trabajo de historiador; mi vida de editor con Octavio Paz; las polémicas que tuvimos con la izquierda marxista; nuestras críticas a la guerrilla centroamericana, a Sendero Luminoso, a los populismos argentinos, pero también a los dictadores de Brasil, de Argentina y de Chile. Tuvimos una incómoda posición democrática liberal en los años 70 y la atribuyo a esa prédica de mi abuelo. Y luego cuento la historia en ese libro de mis lecturas de muchos autores, y después de lo que me ha dicho, créame dos cosas, primero que voy a llamar la atención a la editorial Tusquets para que llegue el libro; y segundo, voy al Perú, voy a Lima.
Espero poder estar allí, no importa que estén las cosas, digamos la vida tensa, así está en todas partes. Voy para poder estar con ustedes y poder hablar de libro y la libertad en Lima, que es una ciudad, y un Perú que, de verdad, sinceramente, desde los años 70 en que la visité por primera vez... y he ido muchas veces por mi amistad con Mario Vargas Llosa, Fernando de Szyszlo, Blanca Varela, entre otros amigos peruanos, y pues por volverla a ver, volver a estar con ustedes.
Krauze destaca que la democracia está en repliegue, pero hay inmensas minorías que la defienden y que irán creciendo cada vez más, hasta volverse pequeñas mayorías.