—¿Cómo ve la respuesta del Gobierno a las protestas en el interior del país?
—Lo que estamos viendo es un desborde que está ligado a la manera en la que salió Pedro Castillo de la Presidencia, salida cuya responsabilidad es atribuible fundamentalmente a él. La inmediata reacción del Congreso tratando de hacernos creer que este era el resultado de la acción del Congreso y distintas instituciones en defensa de la democracia, (...) y saltarse una cantidad importante de trámites que tenían que cumplir para actuar en el marco legal constitucional, empezaron a echar gasolina a una fogata que se prendía y al malestar de la gente.
Si a eso le añadimos la decisión de la presidenta que nombra un gabinete que primero se paraliza y, acto seguido, recurre al artificio fácil de denunciar la presencia de terroristas y azuzadores, amenaza inicialmente y decide rápidamente el estado de emergencia, tenemos un escenario como el día de hoy en el que definitivamente hay descontrol. Donde se mezclan las demandas legítimas de la población con manifestaciones de violencia y aprovechamiento de la situación de sectores minoritarios que aprovechan el momento para generar miedo y hacer vandalismo.
—¿Hubo una respuesta tardía por parte del Ejecutivo?
—Creo que hay una respuesta tardía, pero, cuando empiezan a responder, responden de la peor manera. Es decir, responden no tratando de dialogar ni de entender lo que está ocurriendo, sino recurriendo al expediente fácil de acusar a quienes protestan de violentos, terroristas, senderistas, etc. El primer ministro, el ministro del Interior y el de Justicia se pusieron en ese tono desde el domingo en la noche. No han contribuido a tratar de entender y resolver lo que está sucediendo.
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—Se dice que el premier y el ministro del Interior le dijeron a Boluarte que las protestas terminarían el lunes. Eso no ha sido así y, es más, parece que escala cada vez más. ¿Se ha subestimado a la población?
—No es ni siquiera que han subestimado a la población, no entienden lo que está pasando. Si uno observa el territorio del país, uno se da cuenta que, por lo menos, hay 18 regiones en donde hay movilizaciones, plataformas de luchas y malestares, a los que se van sumando distintos actores en la medida en que se multiplican los muertos y los heridos, que son predominantemente jóvenes e incluso niños. Es evidente que el malestar crece y se desborda.
—¿Considera que esta “desconexión de la realidad” por parte del Gobierno ha sido adrede?
—Es una desconexión del Gobierno y del Congreso. Mientras se han ido sucediendo los muertos, nosotros hemos visto un espectáculo de violencia y de irresponsabilidad en el Congreso que siguió a la frivolidad tremenda de estas fotos en donde se atribuían el triunfo de la caída de Pedro Castillo. (...) Parece que ni al Gobierno ni al Congreso les interesa lo que estamos viviendo.
—El otro protagonista de esta crisis es el Congreso. En un momento de grave convulsión social, coincidentemente, la oposición ha bajado la intensidad en la fiscalización al Gobierno tras la vacancia de Castillo. Incluso, hubo pedidos para que se eleve el nivel de respuesta policial. ¿Qué explicación puede haber detrás de esto?
—Lo que hubo ayer por parte del Congreso es consecuencia con el comportamiento de sectores mayoritarios e importantes de este que, antes de que se instale el Gobierno de Castillo, ya querían desaparecerlo. Sienten que de lo que se trata es de castigar a aquellos que, en su mirada más polarizada y microscópica, se están movilizando para apoyar a Castillo. De parte del Gobierno, lo que hay es la mirada tradicional de alguien que pone por delante su voluntad de mantenerse en el Ejecutivo todo el tiempo que le sea posible y que recurre a argumentos absolutamente gastados ya en este país que tiene historia bastante cercana de violencia e irresponsabilidad.
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—El último protagonista, ahora recluido, es Pedro Castillo, quien, a través de estas cartas, además de considerarse aún presidente, azuza a la población. Incluso, pareciera que no muestra algún arrepentimiento sobre el intento de golpe de Estado. ¿Cómo entender a esta versión de Pedro Castillo? ¿Cree que es el mismo Pedro Castillo que estaba en el Gobierno?
—Es una posición tan irresponsable como la que tuvo en el Gobierno. Es más grave porque en el momento en el que estamos es una irresponsabilidad que le eche más leña al fuego, que le está costando vidas al país. Es absolutamente contradictorio con lo que ha mostrado todos estos meses: resulta que ahora él estaba decidido a llevar adelante una asamblea constituyente, cosa que negó desde el primer día y cosa por la que no hizo absolutamente nada. Su irresponsabilidad es parte de una línea de comportamiento que mantiene.
—¿Cuál es la salida a la crisis política y social que se ha agudizado con la intentona golpista de Castillo?
—Yo diría que el pronunciamiento que ha sacado la Asamblea Nacional de Gobiernos Regionales es mostrar una pizca de salida. Diría que las posibilidades de salida suponen decisiones de la presidenta. La primera de las cuales debe ser el cambio de su primer ministro, su ministro del Interior y su ministro de Justicia como mínimo. En según término, el Congreso y la presidenta deben ponerse de acuerdo en el cortísimo plazo de que nos vamos a elecciones generales el año 2023.
En tercer lugar, ponerse de acuerdo también en la manera de atender algunas de las urgencias más grandes y claras que hay en el país. Por ejemplo, la situación de la agricultura, el tema de los fertilizantes y el tema de la inseguridad alimentaria y el hambre que se avecina en el país. También atención a la peor sequía en los últimos 50 años. Estoy señalando cosas que, por sentido común, deberían ser parte de una respuesta inmediata de quienes son Gobierno. Son Gobierno tanto la señora Boluarte como el Congreso, mal que nos pese.
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—Luego de meses, por fin se puso en debate el adelanto de elecciones. ¿Por asomo ve algún consenso entre Gobierno y Congreso para que se vayan?
—Si tienen un mínimo de responsabilidad y si empiezan a conectarse con la realidad, tienen que entender que tienen que irse al más breve plazo posible. Y el más breve plazo posible es el 2023. No sé si en julio o en diciembre, pero tienen que irse el 2023. No podemos pretender, porque no existen las condiciones y no hay tiempo, grandes reformas ni decisiones sustantivas. Tendremos que confiar en que sea el futuro Gobierno y el futuro Congreso los que empiecen, a partir de pasos mínimos, a hacer las reformas más profundas, entre otras cosas, al sistema político y de partidos.