Cynthia Sanborn es profesora de Ciencia Política e Investigadora del Centro de Estudios sobre China y el Asia-Pacífico (CECHAP), de la Universidad del Pacífico. En esa entrevista analiza la relación actual entre Perú y China. “No tenemos mucho conocimiento sobre China, ni desde el Estado, ni siquiera en Cancillería y otros ministerios”, advierte.
—¿En qué estado se encuentran las relaciones entre Perú y China desde la pandemia?
—Afortunadamente, la relación entre Perú y China es de Estado y no depende del gobierno de turno. Es una relación de beneficio mutuo, desde hace mucho tiempo, aunque asimétrica. China es una potencia, es nuestro principal socio comercial, el principal mercado para nuestros minerales, el segundo mercado para nuestras frutas. Si tuviéramos más estabilidad política y más capacidad de mirar al futuro, tendríamos relaciones con China mucho más beneficiosas. Hay muchas cosas que no estamos aprovechando.
—¿Qué cosas?
—Observo mucho el caso chileno. Chile y Perú tienen una larga relación con China, sin dependencia alta financiera. Pero Chile ha avanzado, por ejemplo, en mover más la inversión china hacia sectores novedosos, como la energía alternativa, solar. Hay mucha colaboración técnica con el desarrollo energético chileno.
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—¿Y nos quedamos en el modelo primario exportador?
—Nos quedamos en exportar minerales, importar productos elaborados. Y eso no es por falta de un sector privado que quiera exportar más a China. Hemos tenido en el Ministerio de Comercio Exterior y en la Cancillería a gente muy capaz de mirar el futuro con China, de tratar de promover exportaciones no tradicionales, de promover colaboración científica y técnica, pero falta un Estado con visión.
—Si miráramos el mapa regional, ¿qué tanto aprovecha el Perú su relación con China, en comparación con otros países?
—Perú es el segundo país que más recibe inversión china, después de Brasil. Podríamos aprovecha mucho más. Ahora viene la construcción del puerto de Chancay, que, potencialmente, es muy importante para posicionarnos en América del Sur como el principal “hub” marítimo con Asia. Esto no es solamente para cargar y descargas barcos. También para tener un parque industrial y tecnológico, para exportar otros productos.
—¿Las inversiones chinas tienen conductas distintas a otras en nuestro país?
—En general, las empresas chinas están jugando con las reglas que el Perú impone, y si hay casos de abusos laborales o de problemas en relaciones comunitarias, sobre todo en el sector minero, es algo más común a toda la naturaleza del sector que al capital que hay detrás. Hay poca evidencia de que una empresa cuyo dueño sea de origen chino tenga una conducta diferente.
—Recientemente tuvo lugar el congreso del Partido Comunista Chino. El de China es un régimen de partido único, autoritario. ¿Eso debe preocuparnos?
—Es interesante eso. Nuestra relación con China es mayormente comercial y financiera. Es decir, exportamos e importamos, pero no tenemos una relación en la que compartamos valores políticos. No hay evidencia de que China nos exija tampoco ninguna conducta especial, salvo el reconocimiento de la política de una sola China. Es decir, no reconocemos a Taiwán como un país, esto desde 1971, así que tampoco es novedad.
—Los peruanos no conocemos mucho China, ¿cierto?
—A pesar de tener una población migrante china grande y de la relación comercial, no tenemos mucho conocimiento sobre China, ni desde el Estado, ni siquiera en Cancillería y otros ministerios. Tenemos (en la Universidad del Pacífico) este Centro de Estudios sobre China y Asia-Pacífico que va a cumplir 10 años el 2023, que es pequeño, aunque va creciendo, y no hay mucho más realmente. Hay un asunto de desconocimiento.
—¿Por qué el Estado peruano no conoce mucho de China?
—Es curioso. En nuestras universidades, en la academia diplomática donde se forman profesionales especializados, hace tiempo hay énfasis en aprender inglés y conocer occidente.
—¿Y no mandarín?
—Y mandarín, no, pues. Y no solamente es el idioma, que es muy importante. No se enseña tampoco sobre China contemporánea, su cultura, su revolución económica. No hay una política del Estado en ese sentido. Yo veo que países como Brasil, Argentina o Chile invierten bastante más en formar profesionales que conocen el Asia Pacífico y acá no hay eso. Si vas a negociar con una autoridad china o con una empresa estatal china, necesitas a alguien de nuestro lado de la mesa que conozca a quienes tiene al frente.
—¿Hasta qué punto el Perú se puede beneficiar de la competencia entre EEUU y China?
—Los chinos están enviando empresas de construcción grande, apoyo para infraestructura. Y lo que viene de EE.UU. es de menor cuantía, más orientado al apoyo a procesos, en asuntos de salud y educación. Necesitamos ambas cosas. En toda América Latina, China está apostando por obras públicas, ganando concursos. Si no nos presionan para escoger y nos podemos beneficiar de los dos, es bueno para nosotros. A ningún país en la región le convendría declararse a favor o en contra de ninguno. De hecho, el gobierno actual no tiene ninguna prioridad en política exterior en general. Incluso, el presidente Pedro Castillo no ha viajado a China, y no sé si lo dejen tampoco (risas).
—Vemos a miles de chinos protestando, especialmente estudiantes universitarios...
—Es difícil que alguien fuera de China pueda entender lo que pasa. Pero hay periodistas y tengo colegas docentes tratando de comprender. En esta última semana de noviembre se han podido detectar por lo menos 40 protestas públicas en unas 22 ciudades. Hay frustración ante las medidas drásticas contra la Covid. Se pensaba que se iban a relajar un poco más, pero ante el auge de los contagios no ocurrió así. La gente joven en particular está harta. Los menores de 30 años no han visto la pobreza que vieron sus padres o abuelos. Ellos se han criado en un país pujante, exitoso, con mayor acceso a educación, con mejor comida, y ahora por primera vez sienten que este país superpoderoso les está fallando. Y también hay un alto desempleo juvenil.