Carmen Mc Evoy responde en esta entrevista sobre nuestra siempre complicada actualidad. La historiadora, acuciosa observadora de lo que ocurre en el país, no oculta su desazón por lo que sucede. Sin embargo, no deja de creer en la capacidad peruana para rehacerse y hallar el camino de la prosperidad y la felicidad.
—Empecemos por el mensaje de 28 de julio. Quizás contra todo pronóstico, el presidente Pedro Castillo llegó a su primer año de gobierno. Su discurso ha sido criticado por ser falto de autocrítica y estar fuera de la realidad, obviando temas clave como las propias denuncias por presuntos actos de corrupción que pesan sobre él y su entorno, la crisis económica, entre otros asuntos. ¿Está de acuerdo o no con esa posición? ¿Qué le pareció lo que dijo el jefe del Estado este jueves?
—El presidente Castillo tuvo la gran oportunidad para explicarle a la ciudadanía esa secuencia de actos en perjuicio del Estado que, por involucrar a familiares cercanos y amigos, contaminan directamente a la primera magistratura de la nación. Pero prefirió recurrir a la treta de la victimización, que le conocemos muy bien, y a una fantasía que, en estos tiempos de guerra, de hambre e inflación, rayan en lo surreal. No es que solo las cifras mencionadas en esa lista de lavandería que fue su discurso -muy similar a la de otros gobiernos- no reflejan la realidad. Ya los expertos se han encargado de rectificarlas. Si no es que también exhibe propuestas irrealizables, en medio de una crisis mundial para la cual carecemos de un plan de contingencia serio. Recuerdo que el presidente Obama señaló, en alguna oportunidad, que se sentiría muy halagado que lo recordaran en un párrafo de los libros de historia. Este 28 de julio tuvimos 86 páginas de vaguedades, lo que refleja la ausencia tanto de proyecto como de liderazgo.
—¿Qué opinión tiene de su primer año en el gobierno?
—Respecto a este primer año pienso que, tal como su discurso, el presidente Castillo se ha arropado en el símbolo y los fuegos de artificio sin entender la gran oportunidad que la historia le otorgó. Si en su condición de maestro rural se hubiera propuesto mejorar y equipar los centenares de colegios, a lo largo y ancho del Perú que hoy están en ruinas, y, además, focalizarse en la potencialización del agro, otra sería su situación. Pero se distrajo en reinventar, en beneficio propio, el patrimonialismo prebendario del cual ahora es enésimo operador.
—¿Pero rescataría algo de su gestión?
—¿Si rescataría algo, me preguntas? Esta penosa administración nos enseña que no fuimos capaces de desmantelar, en su momento, una estructura perversa instalada para saquear al Estado a la fecha implosionado y que, además de ello, le dimos la espalda al magisterio rural, de cuyas limitaciones el presidente Castillo, con todas las excepciones del caso, es un claro ejemplo.
Castillo
—En la ceremonia por el 28 de julio, el protagonismo no fue solo del presidente. Mi impresión es que en el hemiciclo se concentró, posiblemente, lo peor que ha arrojado la política peruana en mucho tiempo. Un Ejecutivo desprestigiado y un cuerpo Legislativo que es complementario a él. Entre gritos, insultos y desplantes ridículos nos recordaron a todos los peruanos que ellos son parte central del problema. ¿Nuestra política -que ya era de mala calidad, digamos- se ha degradado todavía más? ¿Es eso posible?
—La degradación política recorre todos los poderes del Estado y el Legislativo, con sus mercaderes, “niños” rapaces y contrarreformas digitadas por un conglomerado de intereses informales e ilegales, demuestra que el presidente Castillo tiene un Congreso hecho a la medida de su cinismo e irresponsabilidad. El actual Congreso, con escasas excepciones, es torpe y es indiferente al bienestar general y, lo que es más grave, carece de un proyecto de país, al cual obviamente tampoco respeta.
—Hay excepciones, desde luego. Sin embargo, el espectáculo del jueves resultó vergonzoso.
—El espectáculo que dieron fue vergonzoso porque, al igual que el presidente lo hace con el Ejecutivo, parece que su objetivo es denigrar la majestad de un ente estatal que este año cumple su bicentenario.
—No siempre fue así el Congreso, por supuesto. Yo sé que los Legislativos rara vez tienen aprobaciones altas, en el Perú ni se diga. Aunque si uno ve el horizonte, los últimos 22 años, la percepción es que hemos ido hacia peor en la calidad de la representación.
—En sus orígenes el Congreso de la República contó con sabios y amantes del Perú, como fue el caso del chachapoyano Toribio Rodríguez de Mendoza, maestro en San Carlos de buena parte de la primera representación nacional. Es muy probable que muchos de estos congresistas, alguno incluso acusado de violación, no tengan la menor idea que existió un tiempo de combate de ideas, de proyectos nobles y amor por el Perú.
—Pasó un año también y creo que es interesante reflexionar sobre lo que en términos de representación significa hoy Castillo. Él llegó a la presidencia personificando a varios personajes históricamente relegados -el maestro rural, el campesino, el sindicalista-. Hoy, eso parece haberse perdido. ¿Hasta qué punto este gobierno puede terminar por perjudicar las aspiraciones de futuros posibles cuadros políticos que nazcan de esos sectores y que quieran, legítimamente, aspirar a ejercer el poder? Y le añado esta consulta: ¿hasta qué punto este gobierno perjudica, también, las aspiraciones de la izquierda?
—Pienso que el daño es irreparable y la izquierda, aunque ahora señala que el primer mandatario no es de izquierda, tardará mucho tiempo en recuperarse. El historiador Antonio Zapata escribió hace poco sobre esta compleja y difícil alianza que ha sido nefasta para un sector de la izquierda. Él la llama democrática/progresista, la cual pensó llevar adelante su agenda con un maestro sindicalista que, valgan verdades, nunca ocultó su conservadurismo y mucho menos su cercanía con el “cerronismo”, cuyas malas prácticas administrativas, por no decir delictivas, han recibido la condena social y política de la región Junín además de una acusación y condena fiscal. Sin embargo, lo que a mí me parece muchísimo más grave de este gobierno, que a todas luces aparece como la gran oportunidad para visibilizar y empoderar a un Perú rural olvidado y secularmente maltratado, es que las cinco investigaciones que tiene abiertas el presidente en la Fiscalía de la Nación, su irresponsabilidad para gobernar, la cultura del compadrazgo que ha introducido en el Estado -lo que incluye a una guardia pretoriana chotana- ha exacerbado el racismo y el clasismo que nos caracteriza, perpetuando el estereotipo y dañando la imagen de cientos sino miles de maestros rurales que cruzan ríos o trepan cerros para llevar educación a sus estudiantes. Es algo muy lamentable.
—A eso quería llegar, porque sin olvidar que varias de las denuncias y muchos de los cuestionamientos contra Castillo tienen real asidero y son graves, ¿no ha habido, también, un importante componente racista en la narrativa en contra de él? ¿Esta presidencia no nos ha revelado, además, el peor rostro de nuestra sociedad?
—Por supuesto, no hay que olvidar que el presidente Castillo fue atacado desde antes de jurar y a medida que ha transcurrido su gobierno el racismo y clasismo han ido en aumento.
—Es triste, sí. Hemos llegado a niveles alucinantes.
—Llegando incluso a niveles tan perversos como esa fiesta de matrimonio con un personaje disfrazado como él, que al final es ejecutado ante las risas de la concurrencia. Lo que me hizo recordar la reacción ultraconservadora contra el presidente Obama y como no solo él fue acusado de ser musulmán (de no pertenecer a la comunidad) sino que su esposa e hijas fueron animalizadas y caricaturizadas de manera constante.
—¿A veces no queremos cerrar los ojos y pensar que es solo un asunto de personas y no de sistema? ¿No hay algo profundo en el país que no funciona y que nos lleva a esto?
—Somos una sociedad muy traumatizada, incluso diría abusada, que nació a la República con esclavitud y servidumbre indígena. Forjada en innumerables guerras, la última que nos declaró Sendero Luminoso y que llevó al Perú a un horror y un dolor indescriptibles. Tanto es así que todavía hay deudos buscando a sus familiares, enterrados probablemente en las decenas de fosas comunes dispersas a lo largo de los Andes. La violencia está en nuestro ADN y también la exclusión, el egoísmo y la polarización. El Covid-19, que nos agarró en medio de un escándalo de megacorrupción transnacional que involucró a varios jefes del Estado, nos obligó a vernos en el espejo y asumir este naufragio político, económico y moral. Sin embargo, existe también una energía para levantarse del hoyo, una fuerza que nos impulsa a seguir caminando y que, también, conmueve e inspira.
Congreso
—La gran actuación de la atleta Kimberly García es la más reciente demostración de aquello que señala. Hay como una inercia que nos empuja a seguir, pese a todas las dificultades.
—No en vano, Kimberly García nos lo ha recordado en una de las horas más aciagas para el Perú, que, como lo anotó Antonello Gerbi, es un camino abierto a múltiples posibilidades. Si aprendemos de nuestros errores, nos escuchamos y rectificamos el rumbo, está en nuestras manos encontrar el bienestar y la felicidad que definitivamente nos merecemos.
—La situación es delicada, muchos dirían que triste. Y lo que se ve es que hay un clima de confrontación muy fuerte. Creo que, a pesar de las condiciones complicadas que atravesamos, es necesario tratar de calmarnos un poco. ¿Qué piensa?
—La situación además de ser delicada y triste coloca al Estado peruano, que se desmorona a un ritmo acelerado, en un alto riesgo incluso de desaparecer. Nunca se caracterizó por su fortaleza, pero al menos existía un plantel burocrático forjado en el tiempo, cuadros que cumplían con su trabajo. Pienso en la obra patriótica del gran Carlos Amat y León, que hace poco nos dejó. Todo eso está desapareciendo, por la irresponsabilidad y negligencia del presidente Castillo, mientras el narcotráfico se expande a villas, pueblos y caseríos en busca de mano de obra para sus actividades y las mafias, de todo tipo, asesinan a los defensores de nuestros ríos y bosques. Ver este naufragio debería llamarnos a unir filas para defendernos, pero la polarización, que viene de larga data y que las redes han exacerbado, está en su punto más álgido. Es difícil llamar a una tregua cuando lo que está en juego es el control del Estado y sus enormes riquezas. Porque lo que queda claro es que el Perú es un país con muchísimos recursos que, en este difícil tránsito a un nuevo orden mundial que aún no se perfila, está en la mira de fuerzas externas. Solo con un Estado fuerte junto a una nación cohesionada, a pesar de sus discrepancias, podremos sobrevivir a los grandes desafíos que le esperan al mundo en los años venideros.