Ex vocal supremo, humanista y jurista internacional, es miembro de la delegación que representa al Perú ante el Tribunal de La Haya por la controversia marítima con Chile. “Los jueces tienen mucho temor” César Romero. - Doctor MacLean, ¿cuál es su análisis de la corrupción en el país? Lo veo esencialmente como un problema cultural. La corrupción es de tal dimensión que ha dejado de ser un delito. En una sociedad, normalmente los porcentajes de conductas criminales son muy reducidos; sin embargo, hace mucho tiempo que esos porcentajes se desbordaron en el Perú. - ¿Por qué dice que todos somos responsables? Es imposible que se alcancen esos niveles de corrupción si no existiera un mercado cuya demanda requiere y abastece. La corrupción es más eficiente que la legalidad y más eficaz que la justicia. - ¿Quién arregla esto? Este es un tema que requiere el esfuerzo de todos. No podemos decir que la culpa la tiene la autoridad y que la solución solo puede venir de la autoridad. Ya no solo basta con constatar los datos de la corrupción, sino averiguar de dónde se alimenta. - ¿Cuál es su diagnóstico? El 95% de nosotros contribuimos a la corrupción, pero el chorro más grande es la ineficiencia para dar leyes eficientes. Desde que José Matos Mar alertó del desborde popular y que Hernando de Soto le dio cifras, la porción informal de la población ha aumentado y ella es la mayor fuente de corrupción; no porque los informales sean corruptos, sino que al estar fuera de la ley son presa fácil de la corrupción. - Y la gran corrupción... Esa corrupción es un ecosistema, porque se alimenta de otros y alimenta a otros. El descubrimiento de cualquier corrupto llamativo, como León Alegría o Montesinos, resulta en un gran alivio para la conciencia individual. Pero ellos son apenas el 5%, que se lleva la tajada más grande. Echamos la basura a las calles y luego nos quejamos de que haya ratas. - ¿Se puede salir de esto? Se puede salir en tiempos programables, a costo reducido y sin necesidad de nuevas leyes. Hablar de falta de presupuesto es el arma de los que no saben qué hacer. - ¿El Estado está preparado para esta tarea? Hemos organizado toda la maquinaria del Estado deliberadamente para que la corrupción prospere. Es una insensatez que el ministerio de Justicia de un país que tiene el 60% de su población honesta y productiva fuera de la ley, tenga como principal función el cuidado de las cárceles. ¿Quién vela por ese 60% de informalidad?. - ¿Y qué pasa en la administración judicial? Los jueces se resisten a dialogar y a darse cuenta de que, antes que ser una autoridad, son ciudadanos. El respeto a la justicia no puede existir si ésta no gana primero credibilidad. Hay que mirar la justicia como un servicio que tiene que ser eficiente, buscando un impacto en la comunidad. No encuentro que haya nada malo en los jueces, salvo que en ellos se nota más lo que hay en todos nosotros: vivimos compitiendo con el escepticismo, la indiferencia y el miedo. Los jueces tienen mucho temor, no han aprendido a ser ciudadanos. - ¿La Corte Suprema puede liderar este cambio? La Corte Suprema tiene miedo a escuchar. La excepción es la doctora Elcira Vásquez. Con ella y un grupo de jueces estelares –Sergio Salas, Antonia Saquicuray y Jorge Barreto– comenzamos un proyecto de campo sobre el mayor volumen de casos que hay en la justicia: el cobro de deudas. Un estudio industrial que lo interrumpieron siete veces, pese a que tenía costo cero. - ¿No se puede confiar en los vocales supremos? Yo confío en ellos, más de lo que ellos confían en sí mismos. Cambiar jueces no cambia nada. Cuando regresé al Perú, obligado por mi mujer, ofrecí servicios gratuitamente, pero ni un solo vocal supremo me quiso escuchar. En mi libro “Corrupción, Justicia y Violencia” presento un ejemplo de lo que pasa: hay dos destacados y muy respetados vocales supremos que han caído en actos de corrupción no por dinero, sino por miedo. - ¿De quiénes está hablando? En este momento no voy a dar nombres, porque se convierte en coyuntura. Aún no he presentado la denuncia. La víctima sigue en la cárcel y él teme represalias. El expediente es estúpidamente gigante, tiene 15 volúmenes. Me pasé seis meses revisándolo porque quería estar seguro de lo que estaba viendo. Es espeluznante la forma en que condenaron a una persona a seis años de cárcel. - ¿Cómo va la demanda ante la Corte de La Haya por los límites marítimos? Estamos prohibidos de declarar. Al registrarnos como abogados, la Corte nos hace firmar una carta comprometiéndonos a no declarar, salvo que ella lo autorice. Cuando se presentó la solicitud, la Corte autorizó a explicar, a hablar del contorno pero sin entrar a detalles. El Perú y Chile son culturas autoritarias y traumatizadas que sufren de lo mismo. Encuentro que en el mismo plazo en que se va a ganar el juicio de La Haya, se puede transformar la justicia. “Elcira Vásquez sería una buena presidenta del PJ” - Usted apoyo a la Ceriajus, ¿qué pasó con este proyecto? La Ceriajus convocó a la sociedad civil para escuchar gente, pero esta envió a abogados como representantes. Se cree que la justicia es asunto de juristas, pero no es así. - ¿Cómo aprecia la próxima elección del nuevo presidente del Poder Judicial? En la actual Corte Suprema, la única que no tiene miedo es la doctora Elcira Vásquez Cortez. Por eso en mi opinión ella sería una buena presidente del PJ. Existen muchos valientes, pero pocos se atreven a verse a sí mismos. Cuando ella llegó a la OCMA salió a buscar el diálogo. No los ha llamado a su oficina, ha salido a dialogar con cada uno de ellos, con la CGTP, Confiep, Huaycán, etc. - ¿Hay una forma de salir de la corrupción generalizada? Cuando empezamos a trabajar en el Banco Mundial el tema corrupción y ver que nada funcionaba, buscamos una explicación y llegamos a la religión. La solución es el amor. El amor es servicio. Jesús de Nazaret dijo hace dos mil años: el hombre no está hecho para servir a la ley, la ley debe servir al hombre. La justicia debe ser como Wong: hay que entrar a competir, y para eso no se necesitan leyes ni dinero.