A los 90 años, don Juan Gargurevich sigue siendo el cronista, narrador, historiador del periodismo, el libro abierto, vivo, intenso, apasionado, que es desde hace décadas para sus alumnos y colegas del oficio. Ahora mismo, en estos precisos momentos en que lo interrumpo, está enfrascado en escribir una historia sobre el combate de Angamos y cómo informaba la prensa de entonces. Lo rodean varios libros relacionados con el tema. A un costado, mientras intercambiamos impresiones, unas tortolitas se alborotan en el patio de su hogar, yendo y viniendo, acercándose, llamando la atención de él. Las mira. Las atiende. “Oyen mi voz y me piden su comida”, nos dice. Entonces va hacia un rincón, saca un manojo de granos y los esparce. Las aves se abalanzan y gozan del alimento ofrecido.
-Se acerca el 1 de octubre, Día del Periodista. Hay quienes dicen que no hay nada que celebrar, porque hay una prensa servil, una prensa geisha. Otros creen que aún hay esperanza.
-Yo estoy bien claro en esto. Los periodistas debemos celebrar. Porque creo que el periodismo está dividido en dos: el buen periodismo y el mal periodismo. Y somos partidarios del buen periodismo, tenemos que festejar eso. No veo por qué ha surgido esa costumbre de decir no hay nada que festejar porque existen problemas. Siempre han existido los problemas. Ser periodista siempre ha sido difícil. Ha sido difícil lograr empleo, comunicar, tener autonomía, tener independencia y ganar bien.
-Pero ¿no cree que periodistas críticos son cada vez los menos? ¿La mayoría son los que callan, los que se silencian ante el poder?
-Bueno, ahí está la división entre el buen periodismo y el mal periodismo... Hay un punto de partida: el periodismo siempre ha sido político, nunca ha habido periodismo apolítico. Siempre ha sido periodismo de parte, de posiciones, de partidos, de religión. Así que no hay que sorprenderse de eso. Nosotros hemos pasado épocas terribles como la del fujimorismo, época penosísima para el periodismo. Y ahora existe un sector del periodismo ligado al sector del Gobierno. Siempre ha sido así.
Gargurevich es muy crítico de lo que ha significado la marca fujimorista para el periodismo. Su último comentario en las redes sociales tuvo bastantes reacciones. A favor y en contra. Por supuesto, los troles no perdonan. Le llovieron, al estilo naranja, agravios. Pero al egregio hombre de prensa eso no le asusta. “La verdad es que ya nada me asombra. He visto tantas cosas en mi vida de periodista”.
Uno de los aspectos que le satisfacen hoy es el periodismo de investigación. Se hizo presente en la distinción a Ángel Páez, jefe de Investigación de La República, en San Marcos. “Ahora hay un periodismo de investigación extraordinario que deberíamos festejar. Y que no había antes”. También le parecen estupendos los cronistas actuales, Villanueva, Gaviola, Titinger, Robles... “Sí, hay motivos para festejar”, repite.
Con Luis Podestá, Domingo Tamariz, Humberto "Chivo" Castillo y Justo Linares. Generación de los 50.
Gargurevich, el hombre que tiene 30 libros de periodismo, de perfiles de reporteros, de historias de la prensa, de manuales utilizados en la formación de numerosos cronistas, pertenece a una generación, la del 50, fructífera, que marcó al periodismo peruano.
Tuve la fortuna de ingresar cuando una nueva generación de jóvenes, entusiastas, cambiaba el periodismo tanto en lo profesional como en lo gremial. En 1950 fundaron la Federación de Periodistas, modernizaron La Prensa, La Crónica, fundaron Ultima Hora, nacieron personajes de historieta. Recuerdo a la redacción de La Prensa que lideraba Alfonso Grados Bertorini, a los jóvenes de Ultima Hora que comandaban Raúl Villarán y Efraín Ruiz Caro. Ingresé a La Crónica en 1954 y allí estaban Manuel Jesús Orbegoso, Antonio Fernández Arce, Hernán Velarde, Pocho Rospigliosi, Héctor Arellano, Milton von Hesse, Carlos Ney Barrionuevo, Carlos Paz, reemplazando a la vieja redacción que había conocido Vargas Llosa dos años antes, en 1952. Y también estaban ya brillando revisteros como Paco Igartua, el incansable Genaro Carnero Checa, Domingo Tamariz, que ha contado mejor que nadie la historia de esa generación, que dio paso al nuevo periodismo de los 60, quizá una de las mejores décadas de la historia del periodismo diario limeño, nadie vendía menos de cien mil ejemplares.
Juan Gargurevich Regal (Mollendo, 1934). Conversador, ingenioso, festivo, detallista, pródigo en anécdotas, en historias, en lecturas que ha sumado a lo largo de la vida. Va contando, describiendo, enumerando y compartiendo lo que ha vivido, como si hubiera domado sus años encabritados del periodismo, de la docencia, de la investigación, para mostrárselos a los que aprecian la sabiduría de los años y la experiencia.
Inseparables. Con Pierina, su compañera de 55 años de casados y 60 de haberse conocido.
Visitarlo en su nutrida biblioteca es alucinante. Es como zambullirse con todo y zapatos en la historia de la noticia, de los personajes de este oficio, de sus luces y sombras.
-El periodismo sigue cambiando, profesor.
-En la enseñanza me he tropezado con las nuevas tecnologías, pero el periodismo básico no ha cambiado, es el oficio de recoger información, editarla y difundirla. A lo largo de la historia han cambiado los soportes, papiro, pergamino, papel, internet, pero todavía no se ha inventado un nuevo método de hacer periodismo. Umberto Eco decía que hay dos cosas que no se pueden cambiar, la rueda y la tijera. Bueno, hay que añadir el periodismo.
-¿La tecnología hará mejores periodistas?
-Habrá generaciones diferentes. Ahora les exigen inglés, redes, son multitareas, hacen de todo, fotografía, audiovisuales, locución... Antes los periodistas comenzaban en la infantería: la calle, como yo, como tú, como otros... aunque también estaban los literatos metidos al periodismo... A propósito la crónica ha resurgido.
-¿La inteligencia artificial, don Juan?
-La inteligencia artificial no puede describir ni a Chibolín ni a Dina Boluarte. La IA no puede seguirles el paso a los periodistas, que siempre serán mejores. La IA sí puede ser una referencia. Pero el ChatGPT no puede salir a la calle. Sí te cuento que al volver a enseñar me costó adaptarme al Zoom, al Google Meet, Microsoft Teams, esas cosas que para un joven ya son naturales...
Con sus adorados hijos, en una foto del archivo familiar.
Los libros suyos se han fusionado con él, se han convertido en él mismo, y por eso es como una biblioteca andante, cuyo diálogo enriquece. En su hogar lo rodean libros de Fallaci, Talese, Woodward, Capote, Montero, Remnick. Libros de Tamariz, Lévano, Thorndike, Vargas Llosa. Sus propios libros. Colecciones, curiosidades, anotaciones, revistas, diarios antiguos y fotos. Es un propagador del virus periodístico.
-¿No habrá más contagio de ese virus en el impreso?
-Bueno, tenemos el privilegio de asistir a un proceso parecido al que pasó en la época de Gutenberg. Todo era a mano, en pergaminos, y aparece Gutenberg, que unió una serie de inventos en la imprenta. Bueno, todo eso está en proceso de extinción, porque ya en el mundo el 80% de los diarios de papel ha desaparecido...
Para muchos es un notable historiador de la prensa peruana, para otros un magnífico cronista.
-¿Es inevitable lo del periodismo impreso?
-Sí, sí, sí. Durará, años más, a veces los procesos son largos. Pero la gente ya ve cada vez menos en papel. Ahí está el celular... Bueno, creo que aún hay espacio. Estamos en un momento de cambio muy interesante.