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Política

Óscar Martínez: “¿Quieren el modelo Bukele? Denle todo el poder a una persona, sin ningún contrapeso”

El periodista de El Salvador y jefe de redacción de El Faro advierte sobre la corrupción y las violaciones a los derechos humanos en su país.

larepublica.pe
Óscar Martínez, periodista salvadoreño y jefe de redacción de El Faro.

Óscar Martínez, uno de los periodistas más reconocidos de América Latina, visitó Perú para participar en las celebraciones por el décimo aniversario del medio Ojo Público. Actualmente es el jefe de redacción de El Faro, diario digital de origen salvadoreño que ha tenido que mudarse a Costa Rica para evitar el acoso del presidente, Nayib Bukele. En circunstancias en las que ante la profunda crisis de inseguridad ciudadana aparecen distintos personajes que reclaman mano dura y la adopción del modelo implementado en El Salvador contra las pandillas, Martínez ofrece en esta entrevista una explicación detallada de los peligros para la democracia, los derechos humanos y la libertad que el mandatario centroamericano encarna.

¿Qué ocurre en nuestros países para que una figura tan controversial como la de Bukele tenga respaldo? En El Salvador es muy popular.

Sin duda alguna, las encuestas lo dicen. Bukele es producto de la desesperación de estos tiempos. Los últimos cuatro presidentes de este siglo, Francisco Flores y Antonio Saca, de la derecha…

De ARENA.

De Arena. Y Mauricio Funes y Salvador Sánchez de la izquierda, que gobiernan hasta el 2019, todos están o presos o acusados de haberse robado millones de dólares y prófugos de la justicia. Bukele vuelve a cumplir este ciclo muy latinoamericano, cuando un hombre mesiánico promete a la gente que va a solucionar todos sus problemas y le dan todo el poder. Eso ha pasado en varios países, a ustedes les ocurrió hace no mucho tiempo. Bukele tiene algunas características muy similares a Alberto Fujimori.

¿Cuáles?

Por ejemplo, las promesas grandilocuentes, el uso de la fuerza para lograr lo que quiere, la destrucción de los opositores políticos a como dé lugar, el uso de promesas falsas que convencen a mucha parte de la población. Bukele es una mezcla de la desesperación de los salvadoreños, de la necesidad de la gente de creer en algo y de la acumulación total del poder. El Salvador ahora mismo no es gobernado por un Gobierno, es gobernado por un señor que decide absolutamente todo, sin matices.

Y con serias denuncias de corrupción encima.

Los casos de corrupción que ha sacado la prensa nacional se cuentan por decenas. Los funcionarios de Bukele en la lista de Estados Unidos de actores corruptos son un montón. El presidente de la bancada legislativa, su viceministro de Seguridad y Justicia y jefe de cárceles, su asesor legislativo, su jefa de gabinete, todos están en esa lista.

Y así mantiene una alta popularidad. ¿El tema de la seguridad lo explica?

Es muy curioso el caso de Bukele porque ha sostenido niveles de popularidad enormes durante mucho tiempo, pero creo que tarde o temprano va a ir perdiéndola, como es natural en la vida de cualquier político. El régimen de excepción con el que derrotó a las pandillas y sepultó a la democracia tiene a uno de cada 57 salvadoreños preso. Es la tasa más alta de encarcelamientos en el mundo y está demostrado, con publicaciones y documentos, que gran parte de esos presos no tenían nada que ver con las pandillas. Es decir, cuando nosotros revelamos más de 600 expedientes -son secretos- que justificaban la judicialización de esa gente, en muchos de ellos solo aparecía que la persona había mostrado “nerviosismo” y por eso tenía tres años pudriéndose en la cárcel. Había algunos casos en donde lo único que venía era el documento de identidad puesto en una página. Lo que quiero decir es que hay un montón de gente que ha sufrido en carne propia las consecuencias del poder absoluto y es solo cuando eso ocurre que, lamentablemente, la gente empieza a abrir los ojos y a enterarse de que las promesas se disuelven.

¿Se violan los derechos humanos en las cárceles de Bukele?

Está demostrado en múltiples informes, de Human Rights Watch, Cristosal y periodísticos. En El Faro tenemos una sección de testimonios de la gente que sale de las cárceles. La tortura es sistemática y hemos logrado identificar a algunos de los torturadores, con nombre y apellido. La golpiza es un protocolo de entrada según las organizaciones de la sociedad civil. Más de 360 personas han muerto dentro de las cárceles de Bukele y ninguna de ellas estaba condenada. Es brutal lo que está ocurriendo.

¿Cómo definiría a Bukele?

Es un hombre con un proyecto personalista, donde la ideología pasa a un segundo plano y con delirios mesiánicos. Bukele expresa que él tiene una misión divina que es gobernar el país y cambiarlo a su antojo. Cuando en el 2021 junto con militares tomó la Asamblea Legislativa, dijo “voy a hablar con Dios” y se sentó usurpando la silla del presidente del Congreso. ¡Conversa con Dios, en el momento en que él quiere! Si eso no es un delirio mesiánico, que alguien me diga qué es.

Entrevisté a Carlos Dada el año pasado, el director de El Faro, y me dijo que tuvieron que mudar a Costa Rica su estructura legal y administrativa. Bukele los ha perseguido.

Nos acusó en cadena nacional de lavado de dinero sin ninguna prueba. Semanas después, el Ministerio de Hacienda nos metió cinco auditorías fiscales. Demostramos que de ninguna manera había lavado de dinero, explicamos que a todos nuestros financistas los pueden hallar en la página web. A pesar de eso, siguen intentando acusarnos de delitos financieros. Comprendimos que la estrategia era congelar nuestras cuentas para que el periódico no pudiera operar. Lo que hicimos fue dejar de ser una empresa salvadoreña para aislar nuestras finanzas de Bukele.

En la ONU, Bukele dijo que en El Salvador se respeta la libertad de expresión. ¿Cinismo?

Bukele un tipo que ya adquirió un alto nivel de cinismo. Estas declaraciones en la ONU las ha dado una semana después de que el periodismo reveló audios en donde el que era su secretario privado de la Presidencia está elaborando un plan de espionaje ilegal contra políticos y periodistas junto con un asesor de seguridad que luego apareció muerto y con una lobotomía adentro de sus cárceles. Hay que ser cínico para, después de que la prensa ha revelado algo así, ir a Naciones Unidas a afirmar que hay libertad de expresión. En El Salvador no hay ni una investigación activa contra las intervenciones de Pegasus.

Ese fue un operativo contra periodistas, ¿correcto?

Durante 17 meses, más de 30 periodistas salvadoreños, 22 de El Faro, fuimos intervenidos con lo que Citizen Lab (laboratorio adscrito a la Universidad de Toronto) definió como una de las intervenciones más obsesivas que han visto. Y te digo algo más: más del 70% de toda la información pública de El Salvador tiene reserva absoluta. No podemos saber ni con qué dinero construyeron el hospital público de mascotas. Es un chiste, parece un episodio de Los Simpson. Es descarado que un hombre así vaya a decir que hay libertad de expresión.

Insisto sobre Bukele porque acá en el Perú, con el problema de inseguridad que hay, no ha faltado quien diga que se debería implementar su modelo. ¿Es transportable a otros países?

Del modelo Bukele se habla en América Latina, en Colombia, Perú, Ecuador. Incluso salió un político polaco que decía que era el Bukele de Polonia. Cuando hablan de un modelo lo hacen parecer como si fuera una serie articulada de normas y políticas públicas que se relacionan entre sí. Pero lo de Bukele no es eso. ¿Ustedes quieren el modelo Bukele? Denle todo el poder a una persona, sin ningún contrapeso. Si les gusta, agárrenlo, aunque les dejo la pregunta: ¿cuándo salió bien en América Latina darle todo el poder a una sola persona?

Nunca, que recuerde.

El modelo de Bukele es una sola norma; denle absolutamente todo el poder sin ningún contrapeso a alguien. Es la única regla, no hay más.

Ha escrito sobre migración. Tiene un libro muy conocido, “Los migrantes que no importan”. ¿Cómo se empezó a interesar en el tema?

Nací durante la guerra, crecí durante ella y cuando se firmaron los acuerdos de paz no hubo paz. De hecho, una de las etapas más violentas de El Salvador empieza en la posguerra. Una de las expresiones más evidentes de la violencia era que el verbo migrar se había convertido en el verbo ir.

¿Más huida que migración?

La mitad de la población salvadoreña, 2 millones, viven afuera de un país que tiene solo 6.5 millones dentro. Entre el 2007 y más o menos el 2012 viajamos con los indocumentados. En aquel momento, el 98% de la migración indocumentada estaba conformada por Guatemala, Honduras y El Salvador. Ahora ha cambiado mucho ese flujo porque se ha integrado Venezuela, incluso África. Fue eso. Comprender ese camino, esa huida como una expresión de quiénes éramos. ¿Por qué huía esa gente? ¿Por qué estaban dispuestos a cruzar el infierno?

¿Por qué huían?

Huían de situaciones de desesperación en las que nadie debería vivir. Esa gente, huía de niveles de violencia extrema, de situaciones de vida bajo mafias de Estado. Los hondureños huían de un narco estado. El anterior presidente (Juan Orlando Hernández) fue condenado en Nueva York a más de 45 años porque era un narcotraficante y gobernó por ocho años. La gente de Guatemala huía de masacres militares, de impunidad absoluta en las zonas indígenas. La gente de El Salvador huía de un país que tenía a más de 75,000 pandilleros activos. Eran situaciones miserables, indignas.

¿Esos procesos migratorios continúan siendo igual de grandes?

Los flujos migratorios continúan sus ciclos regulares. Hay datos que sustentan que la población salvadoreña continúa cruzando la frontera estadounidense de forma masiva. Hay mucha gente huyendo del enorme encarecimiento de un país como El Salvador que está diseñándose para extranjeros. Por ejemplo, Bukele acaba de proponer eximir de impuestos a quien construya edificios de más de 35 pisos, que no los va a habitar el 63% de la población que trabaja en la informalidad. Ha desalojado del centro histórico a más de 10,000 vendedores ambulantes para convertirlo en una zona turística para extranjeros y restaurantes.  Ha desalojado a todos los vendedores que sobrevivían en la zona costera de La Libertad, a media hora de la capital, para promover lo que él llama “Surf City”, un lugar para que los extranjeros lleguen a surfear. No digo que esté mal el turismo, por supuesto. Pero el ejemplo más claro es el bitcoin (criptomoneda adoptada por El Salvador como moneda de curso legal), que sirve para quien puede especular. El 63% de la población salvadoreña si no trabaja no cena. ¿Qué carajos van a especular? El bitcoin es una moneda para ciertas élites. Y no funcionó en El Salvador. Nadie la usa. Vayan allá y traten de comprar algo.

¿El ejercicio periodístico está bajo ataque en la región?

Creo que el ejercicio periodístico es uno de los últimos bastiones de incomodidad para esta floritura autoritaria. También hay que decir que estos regímenes han sido muy eficientes para lograr absorber a muchos periodistas y volverlos a su favor, con medios espurios o colegas que se han ido a trabajar a periódicos que no son medios de comunicación sino de propaganda, colegas que, algunos por hambre y otros porque sus principios eran débiles, han renunciado a los verbos del periodismo: investigar, revelar, informar y explicar. Felizmente, en Centroamérica se mantiene un ecosistema impresionante de medios de comunicación que revelan todas las semanas casos de corrupción. Te garantizo que, dentro de poco, El Faro va a publicar otro caso de corrupción muy importante.

Me ha hablado de una floritura de personajes autoritarios. ¿Cuál considera que es la situación de la democracia en América Latina?

No tengo ninguna duda de que la democracia no se ha aplicado a toda la gente. La democracia se ha aplicado más a las cúpulas. Por eso, cuando Bukele disolvió la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia, la gente no sabía qué era. Pero lo han empezado a saber después de que les arrestaron injustamente a sus hijos, quisieron interponer un hábeas corpus y se enteraron de que la corte es de Bukele. Lamentablemente, se enteraron cuando les tocó sufrirlo en persona. Ahora, hay una narrativa completamente falaz según la cual la democracia como modelo ya se acabó.

¿Por qué es falaz?

 Porque la democracia ni siquiera le hemos intentado en América Latina. En un país como El Salvador que tenía a un fiscal para 500 homicidios, ¿qué democracia se ha intentado? Donde las cúpulas corruptas saquearon al país, ¿qué democracia se ha intentado? Que ha tenido plagado su sistema judicial de jueces corruptos que permitían, incluso, que violadores se casaran con las niñas a las que habían violado, ¿qué democracia hemos intentado? No se ha usado la democracia. La lógica de que como la democracia no funciona se necesita de un dictador es una de las conversiones más estúpidas y básicas en la política actual. Una de las precariedades de haber vivido en democracias raquíticas es que la gente no sabe qué es vivir en democracia. Y es posible intentarlo. Guatemala lo está intentando. Uruguay lo ha intentado por años y no le va muy mal que digamos. Costa Rica, a pesar de la retórica anti–prensa de su actual presidente (Rodrigo Chaves), lo ha intentado durante años. Un amigo de la costa, muy dicharachero, tenía una frase que a mí me gustaba: “los políticos son como el ganado, si no los cercas se van al carajo”.  Y la democracia es eso, un cerco de acción. No puedes hacer esto, no puedes meterte con estos otros poderes, este es tu marco de movimiento. Si sueltas a ese ganado, campa loca y erráticamente por los prados. Eso es lo que ocurre cuando no hay democracia. Cuando no hay contrapeso ni debido proceso llega un hombre y hace lo que le da la gana.