Ha pasado un mes desde que las apariciones del presidente Castillo dejaron de ser las mismas. Dejó en Palacio a su fiel compañero: el icónico sombrero que lo venía protegiendo desde la campaña electoral, y abrió paso a un nuevo Pedro, que transmitía una suerte de cambio, pero no llegaba a completar el concepto.
La juramentación del gabinete Torres fue el huracán que remeció la imagen de Pedro Castillo cuando apareció con la cabeza descubierta. No había sombrero ni gorro ni una corriente de aire que desordenara su pelo. Estaba solo él, luciendo una nueva figura ante los muchos que habían aclamado la desaparición del recurrente accesorio y los otros tantos que querían seguir viendo al candidato chotano representado en su totalidad.
El uso de dicho complemento pudo haber tenido varios significados, tal como afirmó Luis Benavente, director ejecutivo de la consultora Vox Populi. El especialista señaló que el sombrero sería un símbolo que remite a su candidatura de izquierda o también a la vida de campo, que tuvo antes de llegar a Palacio de Gobierno.
“El sombrero se usa en el campo para la faena agrícola, porque el trabajador esta bajo el sol (...), es una forma de protección, está asociado al trabajo obrero, manual, de campesino, no al trabajo del ejecutivo, de presidente del directorio (...) Por otro lado, el uso del sombrero, en el caso de Castillo, es un símbolo que está más asociado a partidos de izquierda”, dijo a La República.
Prescindir del mismo no significaría, ciertamente, que Castillo Terrones se haya alejado de los ideales que en algún momento contempló, sino que podría también ser una estrategia para separase de los cuestionamientos en los que se ha visto envuelto desde que asumió la Presidencia del Perú.
“Mi lectura fue ‘cambio, soy otro, no soy el de ayer’, porque el tema del sombrero se había caricaturizado. Estoy seguro que su entorno se dio cuenta y se lo dijo (...) Cambio, me imagino que para sustentar un discurso distinto, pero solo eso”, expresó Abel Aguilar, publicista experto en campañas electorales, a este diario.
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Sin embargo, Aguilar acotó que los símbolos que pudo anticipar el entorno del jefe de Estado no dan la talla para un Gobierno, sino que solo sería “aceptable” en campañas electorales, ya que aparte de dejar el icónico accesorio de lado, no ha conseguido cambiar o consolidar aspectos trascendentales.
“Está con gestos y simbolismos absolutamente primarios, quizás aceptables en una campaña electoral, pero no en la gestión, porque finalmente no ha cambiado nada, sigue siendo el mismo”, añadió.
“Si Castillo sigue poniendo a ministros como los que ha puesto, que generan tanta controversia, así se quite el sombrero cuatro veces en un día no va a lograr ningún cambio”, concordó Benavente.
Es así que un cambio de estilo no ha logrado competir con la necesidad de estabilidad económica y política que un sector de la población pide. No obstante, Benavente añadió que el paso adelante de Castillo devela una intención de acercarse a otros sectores con los que no ha podido conectar hasta el momento.
“En quitarse el sombrero hay una clara intención de cambiar esa imagen, de integrarse un poco más al sistema, de ser un poco menos rebelde (...) Es dar una señal de mayor integración, de acortar un poco las distancias con las clases medias, con las élites”, expresó.
Hace poco más de un mes, Pedro Castillo viajó a Brasil para sostener un encuentro con su homólogo Jair Bolsonaro, quien entre bromas le arrebató el sombrero y se lució con él. Dicha reunión fue una de las últimas donde se le vio al mandatario peruano cubriéndose la coronilla.
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Dentro de algunos días, el 10 y 11 de marzo, emprenderá un viaje a Chile para la toma de mando de Gabriel Boric. Por tanto, Aguilar manifestó su curiosidad por la presentación de Castillo Terrones en una próxima ceremonia internacional.
“Ahora se va a ir a Chile a la asunción de mando de Boric y quiero ver si lleva el sombrero o no, quiero ver si sigue siendo la misma caricatura, el mismo meme, o si por lo menos en las formas del protocolo internacional es un poquito más formal”, aseveró.
De acuerdo con el especialista, el presidente de la República ha intentado imitar el estilo de otros mandatarios de la región como Nicolás Maduro o Evo Morales, lo cual no le ha permitido desarrollar una identidad propia.
“No digo que tenga que ser como los otros presidentes o como lo que uno se imagina que es un presidente, pero te das cuenta desde que usa la ropa que usa Maduro, que usa Evo, que no tiene una personalidad propia, es muy frágil, es muy débil, es vacío”, dijo.
El cambio de Castillo no ha llegado, por el momento, más allá del simbolismo ante la necesidad de acciones concretas que lo alejen de los cuestionamientos. Con o sin sombrero, ese nuevo Pedro no florecerá si no decide alejarse de “la sombra” que tantos exfuncionarios han denunciado.