No aparece una salida viable a la crisis política que atraviesa el Perú desde hace ya un buen tiempo. Con los poderes Ejecutivo y Legislativo profundamente deslegitimados, difícilmente la solución al entrampamiento provenga de quienes -en estos momentos- ejercen el poder. El politólogo Gonzalo Banda analiza la situación.
¿Hay salidas democráticas a la crisis? Solo se escucha de vacancias, renuncias, cierres del Congreso. ¿Son soluciones en serio? ¿Qué piensa?
Podría haber salidas democráticas. En momentos aciagos se pudo, pero gracias a personalidades que tenían credibilidad y performance democrática intachable, cuya reputación ética nadie ponía en tela de juicio. Piense en Valentín Paniagua. Entonces había algunos partidos y otros líderes tenían credenciales y no estaban desgastados, quemados. Lo de hoy es distinto, porque el Congreso no es solamente profundamente impopular sino que sus líderes también son muy impopulares.
Compiten en impopularidad con el presidente, ¿no?
Sí, no solo eso. Cuando escuchaba los audios de la presidenta del Congreso me preguntaba por qué la oposición no capitalizaba los desaciertos de Castillo. Bueno, porque Alva reúne todas las caricaturas de cierto tipo de aristocracia limeña perdida en sus devaneos, egos, más que en solucionar los problemas. Lo que se necesita ahora es mucho desprendimiento, pero la gente interpreta que esto es una especie de arrancharse la cartera entre unos y otros. Y por eso las salidas políticas son más difíciles. Si ya se instaló en el discurso que quien podría asumir una transición en el fondo quiere el poder para medrar de él, pues estamos en una especie de un callejón de salida.
No tiene sentido esperar que una salida democrática provenga de una institución como el Congreso que tiene tan alta desaprobación, ¿correcto?
Las encuestas revelan que la población no espera que el Congreso se quede como el actor político legitimado, quiere...
Que se vayan todos.
Lo que hace pensar en lo mal que jugó la oposición para elegir a la presidenta del Congreso. Estos escenarios -que los gabinetes de choque, que la posible disolución del Parlamento- ya estaban presentes desde antes entre los congresistas. Entonces, tenían que poner al frente a alguien con capacidad y reputación moral. Lo que yo veo es un entrampamiento. Digámoslo así: estamos en un equilibrio en el que para todos los actores resulta costoso entrar en un proceso en el que terminen desapareciendo. Prefieren perpetuarse, prefieren perpetuar el discurso de crisis.
Pedro Castillo y su conflicto con el Congreso también fue abordado por la experta. Foto composición de Jazmin Ceras / La República
¿Es una guerra dialéctica?
Hay crisis, pero ¿la enfrentan con alguna propuesta? El escenario político simplemente se polariza en torno a un debate de la crisis. Es algo más metafórico, con alegorías. Los congresistas se mandan cartas entre ellos, ¿no? Entonces, si me permite, yo veo una crisis más profunda acá, ¿sabe?
¿De qué clase?
Es una crisis que habla del serio problema de nuestra clase política -no toda- de desprenderse del poder cuando ven que la situación los supera. Sé que el asunto de fondo es de instituciones, de reforma, de sistema, sin embargo, para resolver eso primero hay que tender un puente provisional por el que nadie está dispuesto a transitar.
¿La renuncia al poder?
Así es. Para mí, los buenos políticos son los que no queriendo el poder lo asumen en momentos complicados y luego lo dejan. Algo así se extraña en estos momentos. La guerra es de calificativos: el Congreso usa la retórica de que los quieren cerrar y desde el Ejecutivo...
Acusan un presunto golpe.
Entonces, en una política de la victimización en donde todos estos señores son víctimas inocentes del resto, los que pierden son siempre los ciudadanos.
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¿Y dada la situación, quizás lo más sano no sería que Ejecutivo y Congreso terminen sus periodos? ¿O la situación no da para más?
Lo que pasa es que el deterioro al interior del Estado, la destrucción del aparato burocrático en muchos ministerios es un costo político del que será muy difícil recuperarse en el corto plazo. Imagínese cuatro años de esta continua erosión, con licitaciones sospechosas, plata que se encuentra, denuncias. Eso puede resistir quizás en un gobierno local...
No uno nacional. De acuerdo. Ahora, del otro lado también es preocupante la erosión institucional del Congreso.
Exacto. Para el Congreso sería hasta sencillo desmarcarse del gobierno y plantear una agenda que sirva a los ciudadanos, pero no lo hace. ¿Por qué? Porque los que lideran el Congreso son una caricatura de lo que la sociedad peruana no quisiera que sean sus líderes. Esa es la pregunta de fondo, ¿cómo desanudamos esto evitando mayores costos?
Es la pregunta central. ¿Tiene una respuesta?
El orden tiene que empezar por algún lado. No se puede perder la paciencia y quemar todo. Hay que tratar de llegar a mínimos de entendimiento que no son negociables. Si el presidente Castillo insiste en poner a un ministro de Salud que es una burla, claramente no se está respetando ese mínimo. No vamos por las salidas extremas, perfecto. Nadie tiene los estímulos para hacerlo, de acuerdo. Entonces apostemos por lo mínimo. El Congreso podría hacer control político. Lo mismo, debería exigirse, por ejemplo, un proceso transparente en la selección de los magistrados del Tribunal Constitucional.
No es hora de ponernos ambiciosos, digamos.
No podemos ser ambiciosos porque ambos actores, Ejecutivo y Legislativo, son profundamente mediocres. Tendremos que curarnos de acá a un tiempo.