El fujimorismo tradicional y el neo fujimorismo, cristalizado en Solidaridad Nacional, corruptos, encubridores de corruptos y destructores de la institucionalidad, constituyen la culminación de la evolución de lo que una vez fue la ilusión de politólogos como Steven Levitsky y Hugo Neira, que veían en el partido de los Fujimori el germen de la derecha popular que el país necesitaba. Lamentablemente quien ha recogido su mensaje es Rosa Bartra: “Ya no tememos, ni temeremos decir: soy de derecha popular”.
El suelo no parece, sin embargo, parejo bajo los pies de esta singular “derecha popular”. El estilo de Rosa Bartra, cuya psiquis está pidiendo a gritos un psiquiatra después de su afirmación de que “en los colegios estimulan a los niños a probar objetos sexuales con navajas y tornillos”, puede ser grato para los fundamentalistas religiosos, pero no le va a ganar credibilidad. Su sonada performance le ha atraído tiros no solo desde el campo enemigo. Hasta Yeni Vilcatoma, que la acompaña en la lista de candidatos de Solidaridad Nacional, acaba de marcar distancias con ella de una manera no precisamente diplomática: “Yo discrepo totalmente de Rosa Bartra. Para mí es una persona mentirosa, manipuladora, totalmente”.
Tampoco marcha la estrategia de choque de su portátil lumpen, que se hace llamar “La Resistencia” y ha sido rebautizada por IDL-Reporteros como “La Pestilencia”. Sus incursiones no están pegando entre la gente. Esta semana Bartra y su banda fueron expulsados de una galería comercial popular, bajo una lluvia de epítetos, entre los cuales destacaban “corrupta” y “mentirosa”. El resultado fue el mismo cuando intentaron sabotear la presentación del libro de Sergio Tejada sobre los avatares de la mega comisión encargada de investigar la corrupción bajo el segundo gobierno de Alan García, y las maniobras realizadas por la alianza aprofujimorista para limpiar a García de acusaciones tan graves como la de haber liberado, a cambio de dinero, a 5500 delincuentes (la tercera parte de los criminales en prisión del país), entre los cuales figuraban 3200 narcotraficantes, 400 con acusaciones de narcotráfico agravado, y 1600 criminales de alta peligrosidad.
Para completar el circo, el Secretario General de Solidaridad Nacional acaba de lanzar su candidatura presidencial para el 2021, presentándose como un prospecto de “Bolsonaro peruano”. Añadamos el racismo ramplón de Mario Bryce, insultando a Julio Arbizu regalándole un jabón, tirando la piedra y luego escondiendo la mano, afirmando que lo suyo era un mensaje de limpieza y de honradez en la política, todo esto dicho desde el partido del que roba pero hace obra, cuyas obras no se caen sino se desploman y que espera turno para Piedras Gordas por su asociación delincuencial con las empresas constructoras brasileñas.
Semejante chongo puede llevar a concluir que este bloque va a terminar hecho pedazos, o alimentar las teorías conspirativas, que afirmarán que estamos ante una maquiavélica maniobra del fujimorismo para engañar al electorado, y reconstituirse así que sean elegidos.
En realidad el programa que unifica hoy a toda la “derecha popular” peruana, que incluye a otras organizaciones más, como el Apra y APP, es sabotear los avances en la lucha contra la corrupción. Ya lo dijeron: es cuestión de supervivencia. Esa fue la razón que llevó a la disolución del parlamento. Son imposibles las reformas sociales, políticas e institucionales si no se acaba con la corrupción que pudre las instituciones, comenzando por el parlamento. A ver si algún candidato lo entiende.