El fujimorismo está en su hora más compleja y oscura. ,Esta crisis del fujimorismo es más profunda, incluso, que la del colapso del fujimontesinismo en el 2000, porque la posibilidad del reenganche con la gente en el futuro quizá sea esta vez más compleja que entonces. Hay varias expresiones de esta crisis en marcha. Solo para usar las del día está, por un lado, la renuncia del congresista Israel Lazo que dejó a la bancada de FP con solo 55 integrantes y una decena en cola para despedirse. El efecto manada es inevitable. Esto implica que FP perderá peso en la comisión permanente, en el número de presidencias de comisiones y en el interior de estas. Tras la recomposición que corresponde no llegará a la mitad de cada comisión ni sumando el voto comparsa del Apra. Pero antes que un asunto matemático, estas renuncias implican una crisis de ánimo muy fuerte en FP que se agrava, pues la mayoría de los que aún quedan son del segmento más mediocre que hoy, en medio del desorden de la pelea por los botes salvavidas de este Titanic, se sienten con libertad para dar rienda suelta a iniciativas como la del cáncer y sida que produce el enfoque de género. La otra expresión de la debacle es el inminente retorno de Alberto Fujimori a la Diroes luego del informe médico que concluyó que su situación de salud es estable y que, entonces, debe cumplirse cabalmente la anulación del indulto que le dio Pedro Pablo Kuczynski. En vez de agradecerle, Keiko Fujimori ejecutó su venganza y liquidó al gobierno de PPK y, con ello, sentenció a su propio partido. La situación de la familia Fujimori es dramática, con el padre volviendo a cárcel a los ochenta años, la hija en prisión preventiva, el hermano expulsado del Congreso por orden de su propia hermana, y los tres dando evidencia de que ya no quieren nada con esa política que demolió, por su propia responsabilidad, a su familia. Pero lo que más agrava la situación actual, principalmente su perspectiva, ya no es que el fujimorismo haya perdido la fuerza política para usarla como chantaje para lograr sus intereses particulares, sino la nula capacidad de autocrítica al creer que fueron víctimas de la venganza –sus ayayeros acusan al presidente Martín Vizcarra y hasta ‘al marxismo’ de sus desgracias–, cuando es evidente que Keiko Fujimori fracasó en todos los terrenos porque hizo de la política el espacio de sus odios personales. Alberto Fujimori tenía, con todos sus graves defectos y delitos, al menos una visión de qué quería hacer con el país. Su hija Keiko, en cambio, hizo de la venganza su único rumbo e ideología, y quedó enjaulada en ella.