Un largo viaje de la Av. Del Ridículo a la calle Cobardía.,El expresidente Alan García ya debe haberse dado cuenta, dos semanas después de ingresar a la embajada de Uruguay pidiendo asilo por una supuesta persecución política, que esa no fue una buena decisión. Una expresión de ello es la reducción del grupo que defiende su derecho a asilarse para no hablar de los que justifican la persecución política. Cuatro congresistas del Apra, unos pocos dirigentes más de lo poco que queda del partido, el cardenal Juan Luis Cipriani, el empresario Roque Benavides y, comprensiblemente, sus hijos, conforman el pequeño grupo de soporte de Alan García. Abundan, en cambio, las voces que niegan lo obvio: que en el país no hay persecución política contra nadie y que, con las imperfecciones propias de una nación con débil institucionalidad, en el Perú hay una democracia e independencia de poderes. Están desde quienes se pronuncian aludiendo a García, como el expresidente Ollanta Humala –quien fue enviado a prisión por la misma justicia que el aprista reniega–, el presidente de Transparencia, Allan Wagner, y el cardenal Pedro Barreto; hasta quienes, sin mencionarlo, señalan la independencia de poderes en el Perú, como los embajadores en Lima de la Unión Europea y de Estados Unidos, así como los fundamentos democráticos, como lo hizo el presidente de Chile, Sebastián Piñera, en la reciente visita del presidente Martín Vizcarra. Ni el fujimorismo defiende en lo del asilo a su (¿ex?) socio García, pues en esa tienda política destacan que, a pesar de que Keiko Fujimori también acusa a la justicia peruana de persecución, ella no se corrió. Tienen razón. Lo mismo hizo anteayer el presidente Vizcarra en CADE cuando dijo que “nosotros damos la cara, no nos escondemos” y que “escudarse en persecuciones políticas y empresariales no ayudan a buscar una solución”, con lo cual también le respondió muy bien a Roque Benavides. Seguramente todo eso está pesando en la demora de la decisión de Uruguay, siendo el escenario más probable el que se desprende de la columna del miércoles de Mirko Lauer: larga estancia en la embajada en San Isidro; y explica lo que reveló Fernando Vivas: que García está tocando puertas en otras embajadas. Porque quedarse paralizado en una casa bonita con vista al golf, sin poder hacer declaraciones políticas, y sin más orden judicial que un impedimento de salida del país, es el peor escenario para Alan García, pues implica un largo viaje a ningún sitio salvo el del tranvía que lleva de la avenida del Ridículo a la calle Cobardía.