El fondo del asunto es que EEUU quiere impedir que China pueda subir la escalera de la alta tecnología y mejorar su productividad.,Uno de los argumentos de Trump en contra del libre comercio es que los acuerdos que EEUU ha firmado con otros países (los TLC, Tratados de Libre Comercio) no han favorecido a EEUU que “siempre sale perdiendo”. Trump agrega que lo mismo sucede con lo acordado en la Organización Mundial de Comercio (OMC), que es un foro donde están todos los países del mundo (con raras excepciones). Por tanto, su política es renegociar los TLC, como lo ha hecho con Canadá y México, así como con Corea del Sur. Otros TLC están en la cola. Y ha dicho también Trump que está evaluando la salida de EEUU de la OMC, creada como GATT en 1948 y que se volvió OMC en 1995. Así, Trump ataca dos importantes ejes de apoyo del orden económico mundial desde 1945: uno, teórico y otro, de las alianzas políticas existentes. Vamos por partes. Este es el ataque a la teoría ortodoxa: como no me beneficio con el comercio libre y con los aranceles bajos, entonces voy a subirlos e, incluso, tomar medidas para prohibir “lo que no me conviene”. Más del 95% de los aranceles de EEUU tienen tasas cercanas al 3%. Por tanto, elevar las tasas al 25% o al 35% es enorme. Y ese aumento se lo hace sobre todo a China, pero también a la Unión Europea y a Japón, aunque los valores comerciales son menores. Trump alega que China engaña a EEUU, por varias razones. Una es la manipulación supuesta de la tasa de cambio del yuan para mantenerlo súper devaluado, lo que abarata sus exportaciones y encarecen las importaciones hacia China. Trump dice también que China obliga a las empresas de EEUU a que realicen transferencias de tecnología a las empresas chinas. Esa regla era moneda común de los países “en desarrollo” hasta hace algunos años. La lógica es: si tú vienes a mi mercado a usar mis insumos, el crédito de mis bancos y a emplear mano de obra más barata, entonces, a cambio, me transfieres tu tecnología. Por ejemplo, Apple me tiene que enseñar cómo se hace un iPhone. Trump también dice que en China obligan a las empresas de EEUU a realizar acuerdos con empresas chinas (“joint ventures”) para invertir en ciertos sectores de alta tecnología. Problema: los socios chinos “al toque” conocerán las tecnologías y modalidades de operación de las empresas USA. En EEUU se va a prohibir que las empresas chinas puedan comprar empresas de alta tecnología. Como esta medida tenía “nombre propio”, los asesores de Trump le aconsejaron disfrazarla, haciendo que tenga un “carácter general” y se aplique a cualquier comprador. Entonces, si EEUU, el país con la mayor tecnología del mundo y con altos niveles de productividad en relación con otros (aunque en los últimos años el crecimiento de la productividad viene cayendo) afirma que el libre comercio lo perjudica, entonces, ¿qué le espera al resto de los países, tanto industrializados como países en desarrollo? Recordemos que casi todos los países “en desarrollo” se subieron al carro de la liberalización comercial durante los años 90, bajando los aranceles de manera unilateral (sin negociación para obtener ganancias recíprocas en la OMC, como sucede siempre). Y que Perú es el campeón americano de los aranceles bajos pues nuestra tasa promedio efectiva es de 1.8%, la sexta más baja del mundo, mucho menor que la de EEUU, Canadá y nuestro vecino Chile. No solo eso. Lo que está haciendo Trump es romper el orden económico de Bretton Woods, establecido en 1944 y sostenido desde entonces por EEUU. Las preguntas son varias: ¿para qué y por qué lo rompe? ¿Qué va a suceder con la Unión Europea y Japón que siempre han apoyado esa política? ¿Es que Trump considera que la UE y Japón seguirán siendo sus aliados? Si eso no es así, ¿entonces cuáles son los nuevos aliados que busca Trump? ¿Qué debe hacer la UE en el interín? ¿Quedarse de brazos cruzados mientras se enteran de lo que Trump quiere, mientras en el camino ya rompió el acuerdo nuclear con Irán y retiró a EEUU del acuerdo global sobre el cambio climático? El fondo del asunto es que EEUU quiere impedir que China pueda subir la escalera de la alta tecnología y mejorar su productividad. Está en juego la hegemonía económica, política y militar en el Siglo XXI. Por eso Trump hace lo que hace. Y para lograr su objetivo está avanzando en romper la globalización para conseguir que toda la cadena de valor mundial de los productos de EEUU (que hoy está repartida por todo el mundo), vuelva a ese país. Trump se está preparando para una batalla de largo aliento. Y va en serio. Lo que no quiere decir que tenga razón en sus planteamientos (si bien algunos de ellos sobre el libre comercio tienen asidero). Para que “EEUU sea grande otra vez” piensa que quizá tenga que ir a la guerra. Y, según muchos, para eso se prepara. Esperemos que la población de su país se lo impida, comenzando en las elecciones de noviembre.