Sabemos que esto pasa todos los días, en distintos contextos. A todas nos ha pasado. ,Las acusaciones públicas contra profesores que enseñaban en distintas universidades como la Universidad de Lima, la UNMSM o la PUCP –y que además tenían la reputación de ser los expertos en su rubro– nos han chocado a muchas, en especial a quienes fuimos alumnas de alguna de estas casas de estudio. Estoy hablando de las acusaciones públicas por acoso sexual/hostigamiento laboral contra Martín Mejorada, Carlos Alza y Jaris Mujica. Entiendo que los tres casos puedan ser distintos, pero nos traen a la luz un mismo problema. Es importante que TODAS las instituciones tengan al menos un canal de denuncia contra el acoso. Hemos normalizado estas conductas por mucho tiempo. Nos ha costado entender lo que realmente significa y es importante, para todas nosotras, entender cuándo o no podríamos ser víctimas y saber que existen formas seguras de denunciar, contando con las garantías del caso. Es lo mínimo que podemos pedir de nuestras escuelas, universidades, centros de trabajo. Exigir garantías de anonimato y garantías de imparcialidad, por ejemplo, aunque aquí esté otro de los grandes retos: la mayoría de agresores poseen un nivel de poder por encima de la víctima: jefes, profesores, figuras eclesiásticas, familiares, tutores. Los canales de denuncia deben asegurar que no habrá represalias. Y de nuestro lado, valentía. Valentía y sororidad. Estamos para apoyarnos entre nosotras. Como decía, hay casos y casos. Lo que se va recogiendo de las acusaciones contra uno de los profesores de la PUCP, y que fue comunicado abiertamente en una reunión de estudiantes la semana pasada, es que la manera en la cual éste alardeaba de su cercanía con autoridades políticas (ministros, etc.) u otros actores terminaba por acrecentar la asimetría de poder frente a sus alumnos. Dar cuenta de esto es importante. Ahora estamos más informadas y somos más conscientes. Sabemos que el acoso sexual no es solo un tocamiento indebido, es también cualquier otra conducta sexual, verbal o física, que nos incomode o que rechazamos. Pueden ser “simples” piropos que, varias sabemos, no son simples. Molestan, incomodan, se meten con nuestro cuerpo y nuestra esfera privada. Pueden ser miradas insistentes, lascivas, comentarios no deseados sobre nuestro cuerpo y, por supuesto, también están las insinuaciones, tocamientos, roces, apretones y otras agresiones. Sabemos que esto pasa todos los días, en distintos contextos. A todas nos ha pasado. De todos los casos particulares, toca emprender una campaña generalizada de prevención del acoso sexual y promoción de canales de denuncia. Y claro, uno de los pilares, en todo momento, deberá ser proteger a la víctima. Estos espacios deberán identificar si detrás de un caso de hostigamiento laboral no hubo un acoso sexual previo que la víctima rechazó. Y mientras nos preparamos y concientizamos, hagamos conscientes al resto. Seguimos en esto juntas, siempre.