Lo que tenemos ahora es un retorno de la decepción frente a un gremio político que no logra hacer funcionar adecuadamente los engranajes institucionales. ¿Por qué en las encuestas de estos tiempos, como en la GfK de ayer, políticos y poderes están cayendo todos juntos? La respuesta más a la mano es que hay un descontento generalizado al que no le interesa diferenciar, que considera a todos como un mismo equipo, parejamente en falta. Eso termina desdibujando todas las identidades y las contradicciones. Es cierto que hubo un leve cambio con el relevo PPK-Martín Vizcarra, pero ya pasó. Lo que tenemos ahora es un retorno de la decepción frente a un gremio político que no logra hacer funcionar adecuadamente los engranajes institucionales. Lo cual convierte a la política nacional en una permanente trifulca en la que no se perciben ganadores. La única historia de éxito, relativo, es la manera como se mantienen en estupendos lugares de la evaluación pública políticos alejados de los reflectores. Frente al primer puesto de Julio Guzmán, el segundo puesto de Keiko Fujimori puede considerarse una derrota. Pero en general esta es una pregunta sin una suma entusiasta de respuestas positivas. Una explicación complementaria a la del descontento es qué el público está esperando, y que la caída generalizada es una forma de expresar impaciencia. ¿Esperando qué? Por ejemplo, que los individuos con poder se pongan razonables y lleguen a acuerdos convincentes. O que la crisis se acelere hasta obligar a que aparezca un nuevo juego. Ninguna de las dos esperas parece muy razonable. La experiencia muestra que este tipo de crisis se alarga más allá de lo verosímil, y los cuadros de las encuestas aún tienen espacio suficiente para nuevas caídas. Las encuestas políticas por sí mismas no educan ni derriban gobiernos, y tampoco sistemas políticos. Lo que sí pueden producir las encuestas son cambios en las personas que encarnan el poder, entendidas como oportunidades. Nuevos gabinetes, nuevos voceros parlamentarios, nuevos representantes partidarios. Pero son movidas que alivian por un rato, pero que no suelen resolver el descontento de fondo. A veces, incluso, empeoran las cosas. El gremio político nunca responde a las encuestas negativas (salvo declarar que no gobierna para ellas), a las cuales probablemente considera como palabras necias. Lo cual es una lástima, pues hay allí la oportunidad de una forma de diálogo con el público.