Parece un asunto banal, pero no lo es. La confusión entre aspirante y candidato alienta la informalidad en la presentación de los requisitos.,No solo ha habido una avalancha de candidatos municipales a la alcaldía de Lima. Además, un número considerable de estos tiene problemas en el JNE. Los motivos son variados, pero en conjunto pintan de aspirantes poco acuciosos en la persecución de sus objetivos. Despierta curiosidad por cómo lo harían si llegaran a ocupar el importante cargo. Quizás es un problema de tiempos y de palabras. Se suele considerar que una persona inscrita en el JNE ya es un candidato, y así lo tratan los medios. En realidad es una persona que recién está sometiéndose, junto con su partido, a una evaluación. Por lo tanto, la suya no es, propiamente hablando, una candidatura. Parece un asunto banal, pero no lo es. La confusión entre aspirante y candidato alienta la informalidad en la presentación de los requisitos, a veces incluso viveza en el escamoteo de datos descalificadores. Para el JNE se trata de una fuente de presiones que complica su trabajo, y aporta al proceso que comienza un inconducente ruido político. Cernir los pedidos de inscripción es un proceso previo a la elección, y no debe ser considerado parte de ella. La elección recién comienza cuando hay un conjunto de personas y agrupaciones aprobadas por el JNE. Esta aprobación es, de paso sea dicho, una temprana manera de demostrar que se está capacitado para el cargo. Sin embargo, este proceso preliminar no es fácil. Complica las cosas la desconfianza pública frente a las leyes electorales (fabricadas por el Congreso, no el JNE), que ya en las elecciones generales del 2016 obligaron a retiros que todavía hoy muchos consideran una patente injusticia. Muchas son normas que exigen revisión. Luego están los argumentos de los propios invalidados, que van desde inadmisibles hasta perfectamente atendibles. Un debate JNE-inhabilitados rara vez convence a todos, salvo que se trata de algún motivo realmente palmario. Lo que queda es la idea de genuinos candidatos puestos de lado por motivos subalternos. Que es lo que dirán todos los afectados. Ahora que ha aparecido en el mundo, impulsada por la llamada postverdad, una verdadera industria de comprobación de datos, el establecer la idoneidad de las candidaturas podría ser puesto en manos de cuerpos especializados, ajenos a la función del jurado electoral.