Comisión Sodalici hará el milagro de los milagros. Hacer desfilar por los pasillos del Congreso a los jerarcas de esta organización religiosa acostumbrada al perfil bajo y a estar alejada de los reflectores, porque los líderes sodálites, como los vampiros, son fotofóbicos.,En política económica, Chile ha sido un magnífico ejemplo para la región. Y ahora, quién iba a adivinarlo, lo es en materia de reforma eclesial. Es una buena noticia, sin duda, que Francisco, en sus cinco años de papado, dé por primera vez pasos tangibles en el ámbito de la lucha contra la pederastia clerical. Lo que ha ocurrido es algo inédito. Que yo sepa, al menos. Pues eso de contemplar la renuncia masiva de 34 obispos de un país: 31 titulares y tres eméritos, no sé si tiene precedentes a nivel global. Eso significa una cosa. Razzia. Limpieza. Tomar las cosas en serio. Vamos a tomar al toro por las astas. O algo así. Y si me preguntan, ya era hora. Porque eso de la “tolerancia cero”, hasta la fecha no era más que una entelequia, un cuentazo, una mecida de aquellas. Veamos que sigue luego, claro. Pero por el momento, hagamos lo justo y lo correcto: palmas y aplausos y aliento para el jefe de los católicos. Se lo merece. Y también, por cierto, nuestro reconocimiento al tesón y valentía de Juan Carlos Cruz, James Hamilton y José Andrés Murillo, el trío corajudo que se enfrentó durante una década y sin claudicar contra una mafia de purpurados. A ver si el ejemplo chileno arraiga por estos lares. Por lo pronto, en el Caso Sodalicio, en lugar de enviarnos a Charles Scicluna o a Jordi Bertomeu, dos diligentes investigadores vaticanos, el pontífice nos ha mandado al colombiano Noel Londoño, quien ya adelantó opinión sobre el tópico y todavía no ha llegado a la conclusión más obvia: que Luis Fernando Figari no pudo actuar solo y perpetrar sus crímenes sin el apoyo de un entorno cómplice. Y si por acá no hay avances, qué quieren que les diga, me quedaré con la sensación de que lo de Chile fue un hecho excepcional, aunque solitario. Y punto. Pero no prejuzguemos. Dejémoslo actuar al tal Londoño. En lo que sí ha habido progresos, luego de una larguísima espera, eso sí, ha sido en la denominada Comisión Sodalicio. Se aprobó el 7 de septiembre del 2017. Para investigar los abusos psicológicos, físicos y sexuales cometidos al interior del Sodalitium Christianae Vitae, entre otros casos emblemáticos. Recién en mayo de este año, luego de ocho meses, es decir, designaron a sus integrantes. Y tendría 180 días de duración. Recuérdese, por lo demás, que en marzo del 2017 esta iniciativa del congresista Alberto de Belaunde, luego de un largo debate, fue expectorada por la bancada fujimorista. Concretamente, por Galarreta y Letona. No obstante, luego el keikismo reconsideró su voto ante la presión de Kenji, y bueno, la cosa es que, aunque parezca un milagro, lo cierto es que ya estamos ad portas de que, finalmente, entre en funcionamiento. Después de año y pico de debatirse en el Parlamento. “Lo importante de esta Comisión es que ayude a conocer la verdad y evitar que, en el futuro, estos casos de abusos se sigan repitiendo”, dijo en su momento De Belaunde. Lo más importante es que la Comisión Sodalicio no la presidirá ni Octavio Salazar ni Tubino ni ningún fujimorista de esa laya. Mejor todavía. No la dirigirá ningún fujimorista, sino el legislador Alberto de Belaunde, quien ha sido uno de los poquísimos políticos interesados en conocer la verdad. Marco Arana le cedió el asiento y lo eligieron para encabezar las pesquisas. Es otra buena noticia, no faltaba más. Porque a ver. De caminar sin sobresaltos, esta Comisión hará el milagro de los milagros. Hacer desfilar por los pasillos del Congreso a los jerarcas de esta organización religiosa acostumbrada al perfil bajo y a estar alejada de los reflectores, porque los líderes sodálites, como los vampiros, son fotofóbicos. Y afásicos. Y acostumbrados al teleprompter, cuando hablan, claro. Hasta ya puedo visualizar la escena en este país delirante. Jaime Baertl, el sodálite más poderoso de la sociedad creada por Figari, repeinado pulcramente, vestido íntegramente de negro, haciendo relucir su alzacuellos, tragándose la adrenalina y disimulando el miedo, preparándose para mentir con la mayor naturalidad y desparpajo, sentado para dar cara sobre los casos que encubrió, haciendo de escudo de sinvergüenzas. Hablando ante las cámaras sobre los abusos físicos y psicológicos, la plata, la orden que le dio a Martín Scheuch para fornicar con una silla totalmente desnudo.