Mantener desatendidos a los gobiernos locales y a las políticas municipales hace más difícil revertir la pobreza urbana del país.,Aunque la generación de empleo de calidad y los programas sociales son la principal arma contra la pobreza, eso no debería llevarnos a descuidar el enorme impacto que las políticas urbanas pueden tener en la vida de alguien con menos de S/.12 al día en una ciudad. Seguridad, un transporte más barato, eficiente y seguro, parques o plazuelas donde descansar, servicios públicos accesibles, políticas de vivienda, o la construcción de confianza dentro de la comunidad a través de la participación vecinal, sin duda elevarían la calidad de vida de cualquiera. Los municipios, que son las instancias de gobierno más cercanas a la gente, tienen un rol importante en esa tarea, pero han recibido muy poca atención. Tomemos como ejemplo Lima, con más de 1 millón 200 mil personas en situación de pobreza. El presupuesto público total de la Municipalidad de Lima al inicio del 2018 equivalía a S/. 170 por limeño para todo el año. Menos de cincuenta centavos al día. Casi nada. Los municipios distritales tienen alguito más de recursos, pero también son el reflejo del contraste económico que azota a la ciudad: San Isidro arrancó el año con lo equivalente a casi S/. 4 mil y Miraflores a S/. 2,400 por vecino, pero Puente Piedra lo hizo con S/. 240 y San Juan de Miraflores con menos de S/. 200 por vecino para todo el año. La amplia mayoría de distritos tiene una situación similar a la de los dos últimos ejemplos, lo que naturalmente profundiza las diferencias sociales. En los distritos con mayor pobreza económica existe menor recaudación y, por lo tanto, mayores dificultades para superar las precariedades que enfrentan, lo que hace más difícil salir del ciclo de pobreza. Parece necesario pensar en mecanismos de redistribución para recortar esa brecha. Mantener desatendidos a los gobiernos locales y a las políticas municipales hace más difícil revertir la pobreza urbana del país.