Los que liquidan periodistas, cualquiera sea su origen, un partido alzado en armas o una organización criminal del narcotráfico o de la corrupción, precisamente lo que buscan es que no se exponga la verdad que los incomoda o desenmascara. ,Matar periodistas en nombre de la “revolución”, de la “conquista del poder” o a título de los “más pobres y desposeídos”, es una miserable justificación que oculta el verdadero propósito de los perpetradores: evitar que se conozca sus reales intenciones. En el caso de los disidentes de las FARC, ejecutaron a los tres colegas del diario ecuatoriano El Comercio para impedir que informen que el narcotráfico financia sus actividades. Con este monstruoso acto -secuestrar, torturar y fusilar a personas no combatientes y desarmadas- sus autores se han convertido en vulgares sicarios de una organización criminal cualquiera de los bajos fondos. Durante el conflicto armado que nos tocó vivir, ambos bandos hicieron del homicidio de hombres y mujeres de prensa una práctica con el propósito de amedrentar al gremio para que se abstuviera de dar cuenta de los hechos. Pobladores instigados por fuerzas de seguridad masacraron a 8 periodistas en Uchuraccay, y efectivos militares silenciaron a Jaime Ayala, Hugo Bustíos, Luis Morales, Melissa Alfaro y Pedro Yauri. Los terroristas acabaron con la vida de Bárbara D’Achille y Todd Smith, entre otros. Si no queremos que se repita, nadie debe olvidarlos. Todo homicidio de periodistas es despreciable, cualquiera sea su motivación. “En una guerra la primera víctima es la verdad”, dijo el senador estadounidense Hiram Johnson, en 1917. Un siglo después, además de vigencia, la frase mantiene su contundencia. Los que liquidan periodistas, cualquiera sea su origen, un partido alzado en armas o una organización criminal del narcotráfico o de la corrupción, precisamente lo que buscan es que no se exponga la verdad que los incomoda o desenmascara. Nada más estúpido creer que al matar a un periodista, se mata a la verdad. Se equivocan los asesinos de reporteros. Siempre habrá otro periodista que buscará la verdad, tarde o temprano, y cuando eso ocurra, los criminales pagarán por lo que hicieron.