Hay que salvar a Iberoamérica de la modernidad sin modernización.,A tono con la “Cumbre de las Américas” de la semana próxima, recién estuve en Madrid con cincuenta líderes públicos de la región, gracias a la convocatoria de la Secretaría General de la Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno, que también se desarrollará este año, en Guatemala. Aunque este tipo de reuniones multilaterales suele enfocarse en agendas hacia 10 o 20 años, la evolución que han experimentado en los últimos tiempos las está orientando al aterrizaje. Y en esa lógica, la reunión de Madrid se enmarcó en el esfuerzo por identificar nuevos liderazgos que “ayuden a superar la desafección de la ciudadanía en las instituciones, en la política”. En ese trajín, quedó muy claro que la tecnología digital se ha convertido en un vehículo que está desarrollando nuevas maneras de participación política que ayudan a mejorar la experiencia democrática, aunque los espacios digitales –Twitter, por ejemplo– no suelan ser muy bien comprendidos por los políticos. Gracias a “Goberna” –la escuela de alto gobierno de la Fundación Ortega-Marañón– tuve la oportunidad de compartir con estos líderes mi experiencia en el desarrollo de proyectos tecnológicos, pero sobre todo mi apuesta personal por la cara positiva de la tecnología. Creo que el mensaje fue recibido y hubo consenso: hay que salvar a Iberoamérica de la modernidad sin modernización. Eso significa que no podemos hablar de gobierno electrónico o apertura de datos digitales públicos, o de digitalización en el fondo, si no estamos cambiando actitudes. Nuestra región está favorecida por el llamado “bono demográfico”, aquí hay gente más joven que en ninguna parte del mundo. Ahora toca que sea una región con mayor número de líderes “glocales”, que piensen de manera global, pero con los pies en sus localidades. Después de todo, aquí está casi todo por hacerse y en ese apasionante reto, la tecnología es un gran aliado.