Piñera asume la presidencia por segunda vez, con más experiencia pero menos margen de juego.,Ayer 11 de marzo, Chile vio llegar por segunda vez a la derecha al poder desde que en 1990 volviera la democracia luego de 17 sombríos años de dictadura. Sebastián Piñera, uno de los millonarios de este país, volvió al Palacio de la Moneda tras haber vencido a al oficialista Alejandro Guillier en la segunda vuelta del pasado 17 de diciembre. Piñera, sin embargo, no podrá entrar con ánimos de refundación, pues las reformas dejadas por Bachelet no son postes fáciles de tumbar. La saliente presidenta, con las enormes dificultades que tuvo (un caso de corrupción que tocó a su propio hijo, entre otras cosas), legó cambios inesperados para un país al que se tenía por conservador. Por ejemplo, las leyes que permiten la unión civil entre personas del mismo sexo y la despenalización del aborto en tres causales (violación, peligro para la madre, inviabilidad del feto). Aun cuando el candidato Piñera ha dicho que hará “cambios” en esta última norma, lo esperable es que no la derogue de ningún modo. Bachelet también hizo posible que el 60% de la población estudiantil tenga acceso a una educación gratuita, algo que no entusiasma mucho a parte de las fuerzas de derecha que ahora tienen nuevamente un presidente. Sin embargo, tampoco este es un tema en el que el nuevo inquilino temporal de La Moneda podrá retroceder o deshacer lo andado. Las razones que impedirán un retroceso son políticas, pero también sociales. Las derechas varias (las que fueron con Piñera y las otras) no tienen mayoría en ninguna de las dos cámaras, que más bien serán presididas por dos socialistas (Maya Fernández Allende, nieta del ex presidente Allende, en Diputados; y Carlos Montes en el Senado). Lo más interesante, no obstante, está en el plano social. Si bien parte del triunfo de Piñera se debe al deseo de que vuelva el crecimiento económico (en el gobierno de Bachelet sólo fue de 1.9%), hay ya una parte del conglomerado de ciudadanos chilenos que demandan cambios como los ya señalados en materia de derechos, de las mujeres y la comunidad LGTBI, y que no olvidan las dimensiones de la desigualdad. Un estudio reciente del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) reveló que, no obstante haberse reducido en los últimos años, sigue siendo alta. Al punto que hasta los apellidos determinan el destino de una persona en el mosaico social. No es un asunto que haya sido exorcizado por la bonanza macroeconómica prolongada. Las marchas estudiantiles, y la aparición de grupos políticos como el Frente Amplio (FA), que tuvo un inusitado éxito electoral y está integrado en parte por ex estudiantes que lideraron las protestas, dan fe de esa demanda. Piñera la tendrá que leer si quiere mantener la estabilidad y sacudirse de la imagen de gerente que se le atribuye. También tendrá que lidiar con el proceso que tiene pendiente en la Corte Internacional de Justicia de La Haya con Bolivia, cuyos alegatos orales comienzan en los próximos días. Ese tampoco es un territorio de fácil gestión, aunque, esperemos, por el bien de la región y la buena vecindad, que sepa asumirlo con sobriedad y que, en general, su gobierno sea exitoso y además mantenga las buenas relaciones con nuestro país.