Sakuda era el director cuando el 15 de febrero de 1990 echó a andar la Unidad de Investigación. Periodista de la vieja escuela, ilustrado e incrédulo, había que convencerlo con los resultados, no con las promesas.,Era la voz sin emoción fría y precisa de Alejandro Sakuda entonces director de La República: “Páez, lo espero a las 8 de la mañana”. Intuía el motivo de la emergencia: ese día el periódico publicó en portada que el hijo del cabecilla senderista Osmán Morote, hacía poco detenido por actividades terroristas, había fugado de un reclusorio de menores. Antes de la llamada, muy temprano por radionoticiero las autoridades desmintieron la información. Era la voz sin emoción fría y precisa de Sakuda cuando había problemas. Estaba reunido con los editores, entre ellos el legendario Óscar Cuya, quien, para romper la frialdad que imponía el semblante de Sakuda, soltó en broma una idea para superar la patinada periodística: “¿Por qué no ayudamos escapar a Morote para justificar la portada y titulamos: ‘Sí se escapó el hijo de Morote’?”. Todos menos Sakuda rieron sonoramente. -Necesitamos que se hable de otra noticia-, dijo. Entendimos que no era una sugerencia sino una orden, un mandato, una disposición inapelable. Y agregó: -Páez, ¿qué temas tiene tu equipo? Sakuda era el director cuando el 15 de febrero de 1990 echó a andar la Unidad de Investigación. Periodista de la vieja escuela, ilustrado e incrédulo, había que convencerlo con los resultados, no con las promesas, y estábamos frente a una oportunidad de oro. Respondí que estaba listo un reportaje sobre la decisión del Apra de expulsar a más de un centenar de ex ministros, ex congresistas y ex funcionarios del primer gobierno de Alan García, por presuntos actos de corrupción. Sakuda, como el samurai que estudia su filuda y curvada katana antes de entrar en combate, se tomó un tiempo y de pronto soltó una frase que parecía inspirada en uno de los poemas de Matsuo Basho: “Cuando estás en el fondo, piensa en cómo salir y no en que estás en el fondo”. Guillermo Thorndike era explosión, Sakuda era meditación. Sakuda tenía instinto de samurai. Al día siguiente no hubo necesidad de ayudar a escapar a Morote y nadie más habló de él. Nos vemos en la próxima portada, don Álex.