La consecuencia del desamor es el mal. ,Vi “Sin amor”, la pelicula de Andrey Zviáguintsev, nominada al Oscar a mejor película extranjera, mientras nevaba en mi ventana. Quiero decir que si hacía frío, después de verla tuve más frío, uno que me calaba los huesos. Los rusos saben demasiado de la Siberia del alma humana. Y desde que gobierna Putin, mucho más. De hecho, creo que fue Dostoyevski el que dijo que “el alma se cura al lado de los niños”. En mis peores crisis siempre voy y me acurruco junto a mis hijos, por más pequeños que sean siempre parecen enormes, a ver si me curan con sus poderes, como un perro calato. En “Sin amor” también hay un niño, Alyosha, un niño no querido, no lo suficiente amado, no lo suficiente cuidado. Sus padres están a punto de divorciarse y de vender la casa en la que viven, se nota que se han hecho daño mutuamente, que tuvieron a Alyosha sin desearlo, y ahora están en esa fase de liquidación de todo lo anterior, su comunicación solo puede describirse como violenta, casi brutal, entre ellos y con él. Ambos son egoístas, tienen ya otras parejas y se proyectan al futuro; su único escollo para seguir es su propio hijo pre-adolescente, que llora detrás de las paredes cuando escucha sus amargas peleas. Escucharlos decir que ninguno piensa quedarse con él hace que decida huir de su casa. La película narra sin compasión la espantosa búsqueda de lo que nunca se quiso, de lo que nunca se tuvo. Y aquí viene el spoiler de la vida: No van a encontrarlo. Esta es la historia de una posibilidad, la peor, en nuestro periplo como madres y padres, la de la indolencia, la desafección, la negligencia, con un descelance fatal. La pérdida de Alyosha la sufrimos todos, porque es todo lo que tememos, es la cancelación del futuro. El director nos muestra eso que ya estaba en su “Leviatán”, una sociedad putrefacta en sus vínculos, pero a través de unos padres monstruosos de tan reales que acaban haciendo el mal: La consecuencia del desamor es el mal.