Se fortalece sensación de que hay dictadura parlamentaria.,Con la hipótesis benevolente de la torpeza, o como una estrategia, crece la sensación de que Fuerza Popular está demoliendo la institucionalidad, y hasta sus amigos le recomiendan que ‘pare la mano’ porque la imagen de prepotencia puede liquidar la candidatura 2021 de Keiko Fujimori. Dicha recomendación coincide con los hallazgos de la encuesta de GfK publicada el domingo aquí en LA REPÚBLICA: 68% cree que FP abusa de su mayoría parlamentaria y 70% opina que la acusación al fiscal de la Nación Pablo Sánchez obedece a las investigaciones a fujimoristas. Tan absurdo es el embate realizado por FP que dicha sensación de atacar a instituciones para proteger a personas acusadas de corrupción alcanza hasta el 35% de los fujimoristas duros, y al segmento joven de la población, todo lo cual está contribuyendo a fortalecer al sector antifujimorista del país, que es el que, en realidad, ha ganado la mayoría de las elecciones peruanas de los últimos quince años. El problema es, sin duda, de fondo: acusaciones al fiscal, TC, ministro del interior; citaciones ilegales al presidente de la República; amenazas a la prensa con proyectos absurdos contra la libertad de expresión, o como este brulote contra la revista Caretas por parte de Héctor Becerril, para no citar la andanada de intimidaciones a los ministros que recién pararon cuando surgió el riesgo de que, si censuran un ministro más, los congresistas se pueden quedar sin chamba. Pero el problema del deterioro de la imagen de FP no solo es un asunto de fondo, sino también de forma, debido a la chabacanería de sus voceros más caracterizados como Becerril, Karina Beteta, Alejandra Aramayo, Úrsula Letona, Rosa Bartra, Rolando Reátegui, Daniel Salaverry o el propio presidente del Congreso, Luis Galarreta, a quien la prudencia solo le duró un par de meses y luego volvió a ser el energúmeno con curul que ha demostrado que regularmente es. Políticamente, podrían ser una especie de los ‘injertos de la plaza Bolívar’. Becerril, por ejemplo, se jacta de andar como matón: “No nos amedrenta que nos digan autoritarios” o “con el mote de golpistas, no nos van a detener”. El doble estándar, la persecución política y la desfachatez le hacen daño a FP, con un telón de fondo en el que se extiende la sensación de que, a excepción de Valentín Paniagua, todos los presidentes desde 1985, de Alan García a Pedro Pablo Kuczynski, pasando por Alberto Fujimori, Alejandro Toledo y Ollanta Humala, son corruptos, pero, también, líderes de oposición como Keiko Fujimori.