Un rumor, recogido y amplificado por los medios de comunicación, suena fuertemente: es inminente el indulto a Alberto Fujimori. Abona a favor de que en esta vez va en serio la actitud de la Premier Mercedes Aráoz, que ha llegado a repetir los argumentos de Keiko Fujimori para descalificar el rechazo de Mario Vargas Llosa a indultar a “un asesino y ladrón”. Aráoz ha acusado a Vargas Llosa de actuar motivado por su resentimiento por la derrota electoral que le infligió Alberto Fujimori hace 27 años (¿por qué tanto odio?). En un análisis se busca determinar cuál es la racionalidad detrás de las decisiones que asumen los actores. Pero en determinadas situaciones esta es inaccesible, o no existe. Confieso que me es difícil encontrar razones que me digan que este es el momento adecuado para que PPK conceda un indulto que va a traer una larga cola. Para comenzar, va a poner en su contra a la izquierda que le permitió ganar las elecciones, el sector con mayor capacidad de movilización, que ya está organizando la primera de las marchas contra el indulto. PPK podría aprovechar la experiencia de Susana Villarán y los Humala, políticos que labraron esforzadamente su propio aislamiento. Kuczynski ha pagado un alto precio para conseguir una tregua de Keiko Fujimori. Luego de que el fujimorismo provocara la caída del gabinete Zavala, él decidió evitar una confrontación y optó por una política de apaciguamiento, deshaciéndose de los ministros que parecían antipáticos al fujimorismo y poniendo gente que goza de su simpatía. La respuesta de los fujimoristas fue el anuncio de que concederán el voto de confianza al gabinete Aráoz. En el camino se liquidó la posibilidad de que Kenji Fujimori pudiera provocar una ruptura de Fuerza Popular; su voto solitario a favor de otorgar la confianza al gabinete Zavala demostró que era incapaz no ya de conseguir que un grupo de parlamentarios naranjas votaran con él, sino de convencerlos de abstenerse, o aunque fuera ausentarse durante la votación. La cerrada votación de la bancada naranja a favor de la censura mostró que, más allá de las simpatías que algunos tengan por él o por su padre, no van a arriesgarse a comprometer la soñada posibilidad de ir a la reelección el 2021. La creación del Tribunal de Honor que debe juzgarlo, y eventualmente expulsarlo de Fuerza Popular, lo ha mostrado completamente aislado. No como el líder de una fuerza disidente sino como el reo acosado, peleando contra las cuerdas para que no lo expulsen del partido que, como lo subrayó una y otra vez, él contribuyó a fundar. Las evidencias que ahora se manejan ratifican que Keiko Fujimori no está interesada en una amnistía para su padre. Un informe publicado por el diario Expreso –un vocero con una clara simpatía por la causa de Alberto-Kenji–, revela que ya el año 2013 hubo una propuesta de Ollanta Humala para indultar a Fujimori. Participaron en la negociación representando a Humala su hermano Ulises y el hoy congresista Roberto Vieira (el mismo que fue expulsado recientemente del movimiento PPK, por actuar como un topo del fujimorismo, que propuso otorgar a Fujimori un arresto domiciliario, medida torpedeada por Keiko Fujimori), y, por parte de Keiko, Santiago Fujimori. Las negociaciones se interrumpieron, según recoge Expreso de sus informantes, cuando el esposo de Keiko, Marc Vito Villanella, informó a Vieira que Keiko no quería comprometer sus posibilidades electorales para el 2016 (“Mark Vito pidió no continuar con preparativos del indulto”, Expreso, 25 de setiembre de 2017). Parece claro pues que un indulto a estas alturas no sería saludado con alborozo por Keiko, y por el contrario podría desatar su ira, empujándola a asumir como represalia una posición confrontacional con el gobierno, que podría comprometer las posibilidades de que Kuczynski culmine su mandato. Esto no quiere decir que ella esté opuesta por principio a la liberación de su padre; como diría Vito Corleone: no es nada personal, solo son negocios. Estos pasan ahora por aplastar las pretensiones del grupo albertista de avanzar posiciones, imponiendo la amnistía por encima de sus cálculos electorales. El aislamiento de Kenji abre ahora la posibilidad de su expulsión de Fuerza Popular. Es muy improbable que expulsado pudiera lograr armar una bancada, y sin aparato partidario propio solo le quedaría agachar la cabeza y pedir perdón, como Yesenia Ponce. Nadie puede predecir cuál sería el escenario de ser liberado Alberto Fujimori, pero es muy improbable que sea bueno para Pedro Pablo Kuczynski. Por supuesto esto no significa que PPK no vaya, finalmente a conceder el indulto. Como dicen los sabios griegos, los dioses ciegan a quienes quieren perder.