La inesperada censura al gabinete detiene la reflexión y balance sobre la democracia y el terrorismo, a 25 años de la captura de Abimael Guzmán por el GEIN (grupo especial de la PNP). Ya sin el cerebro del “comité central”, el cuerpo senderista fue derrotado rápidamente. Así lo describe Antonio Zapata en su libro La Guerra Senderista, hablan los enemigos. Zapata construye una explicación de la “guerra interna” desde la lógica de los actores: principalmente Sendero Luminoso, sobre todo a través del testimonio de Elena Iparraguirre, segunda en Sendero, y del Ejército y la Marina desde sus análisis escritos sobre el fenómeno subversivo. Algo que Zapata pareciera compartir con la visión de las FFAA es que la clase política rehusó asumir un liderazgo y que aquellas al ser lanzadas al campo sin conocimiento del enemigo y sin dirección cayeron en “excesos” contra los derechos humanos. Zapata no asume acríticamente los testimonios de los militares, pero no los contrasta con la lógica de los actores políticos partidarios. Se destaca el intento de Alan García en 1985 por modificar la militarización que el belaundismo permitió y se hace referencia a la creación del GEIN por Agustín Mantilla, pero no hay un acercamiento a lo que el Apra como partido hizo desde su base durante la guerra senderista. Ello hubiese complementado el panorama de este interesante libro. El Apra propuso un nuevo enfoque social y militar con respecto a la subversión. Proyectos de desarrollo en el “Trapecio Andino”, redistribución de tierras en Puno, Rimanakuy (encuentro y alianzas con comunidades campesinas), crédito agrario, etc., con reactivación económica, dieron la cobertura a la creación del Ministerio de Defensa y la unificación de la Policía Nacional con su perfeccionamiento en la lucha antisubversiva. En 1986 las acciones terroristas disminuyeron considerablemente. Pero la crisis económica y la demencia suicida senderista debilitaron esta estrategia. Lo no contado en sucesivos trabajos es cómo los cuadros sociales e intermedios del Apra desarrollaron una lucha política en universidades, gremios y barrios. Por ejemplo, a la lucha ideológica de Raúl Cabrera Huaroto, líder del ARE aprista en la Universidad Daniel Alcides Carrión de Pasco y a la labor social y formativa del japista Ricardo Valerio en El Agustino, Sendero respondió asesinándolos. Las vidas de más de mil apristas que hacían política fueron apagadas por el terror. Dirigentes y militantes del APRA respondieron con ideas y discurso a enemigo tan complejo y desconocido aun para las propias FFAA. Que Sendero “batiera” a parte clave del Apra dirigencial, popular y regional, fue porque el Apra existía, resistía y actuaba políticamente. Sendero aplacaba ello con su más contundente arma: la muerte. No nos descuidemos, hagamos memoria, desarrollo social y pedagogía para ganar definitivamente la paz.