Eran seis peruanos humildes y trabajadores del campo en un pequeño y lejano caserío. Seis hombres, entre ellos un padre y sus dos hijos, a quienes maniataron y asesinaron a balazos para luego arrojarlos al río. Sus cuerpos fueron hallados flotando, allá, por el centro poblado Nuevo Requena, del que seguramente la mayoría de nosotros jamás escuchó, pero que –para mejores señas– está en Ucayali, esa parte del Perú aquejada por el tráfico de tierras, la tala ilegal y la deforestación. El crimen ocurrió el sábado pasado. Dos días después leí sobre lo ocurrido en algunas pocas webs periodísticas y de ONG. Busqué más información en los portales de noticias de la llamada “gran prensa” y nada. Revisé los noticieros, nada. Miré entonces si alguna autoridad, tal vez un ministro o congresista –aquellos que son muy activos en redes– pero nada. Lo poco que se sabía, sobre todo por un comunicado de la Federación de Comunidades Nativas del Ucayali y afluyentes - FECONAU, abría sospechas muy graves y preocupantes. Según la FECONAU y fuentes citadas por medios locales, el crimen tendría como móvil el tráfico de tierras e intereses de “inversionistas” que pretendían despojar de sus tierras a los agricultores asesinados. Señalan incluso que funcionarios del gobierno regional y de la dirección de agricultura de Ucayali conocían la situación y nada hicieron. Hasta el momento, la policía ha señalado que no hay detenidos y no ha confirmado el móvil de los crímenes. Pero no nos hagamos los ciegos, sabemos bien lo que ocurre en la selva peruana con los traficantes, madereros y mineros ilegales, ante la mirada indiferente y cómplice de las autoridades. El hecho pasó casi desapercibido si no fuera por una contundente gráfica del dibujante de opinión, Lucho Rossell (la pueden ver aquí https://goo.gl/vmYCTF) quien con acierto representó a un nativo vestido con el uniforme de un popular reality de televisión para llamar la atención de la opinión pública y de los medios. De alguna manera lo logró aunque no es suficiente, da pena reconocer que mientras más lejos, más olvidados los tenemos.