La “Hoja de Ruta” logró calmar los nervios de punta de los inversionistas y serenó las inquietudes de las clases medias. Era la segunda vuelta del 2011 y el fujimorismo acechaba. La izquierda, en sus diversos matices, se entusiasmó por el progresismo del recién converso; los liberales confiaron en el buen ojo de los garantes (Vargas Llosa, Pérez de Cuellar y Alejandro Toledo). Humala ya era presidente. Se había impedido el retorno del fujimorismo. Todos vemos ahora el desenlace triste de aquel proyecto llamado a hacer la diferencia. ¿Pero dónde se inició el final trágico de una pareja joven y carismática que derrochaba “inclusión social” y cantaban “qué lindo que va a ser cuando los corruptos ya no estén en el poder”? Sin consistencia política para sostener principios en un Estado rebelde para ser gobernado, la tecnocracia de siempre adquirió un poder sin contrapeso. Tomaron todas las decisiones relevantes y dejaron hacer más e inocuos programas sociales que poco reducen a pobreza. Con políticos y partidos reducidos en la escena pública y el pragmatismo dominante, los reemplazantes caudillos y líderes independientes parecen no tener más motivación que el de llegar al poder. Los Humala Heredia no fueron excepción. “La honestidad para hacer la diferencia” fue un lema que llevó a la pareja Humala Heredia al poder; hoy tenemos una trágica situación que afecta la credibilidad de la totalidad de la política y desmoraliza a la democracia. Porque más allá de que se ratifique o no la detención provisional, no hay forma cómo ambos al final del proceso resulten librados de los cargos que se les imputan. Creo que Humala quiso terminar de gobernar desde el mismo día que comenzó su periodo presidencial, a diferencia de Nadie Heredia que se enamoró del poder y quiso prolongase en él más allá de julio del 2016. Recordemos aquello que “la reelección no está en mi agenda” y más ambigüedades aplaudidas por opinólogos y opinocracia, temerosos de algún rezago radical en Humala. Ella era la otra garante. Entonces, economistas, politólogos o sociólogos podrán desarrollar una serie de diagnósticos sobre el periodo de gobierno 2011-2016. Que si la inversión global redujo el crecimiento nacional; que si la tecnocracia desbordó a un partido de gobierno sin políticos en el 2011; que si la “inclusión social” era inviable sin crecimiento, etc.; pero ninguno de esos factores explica tanto el desenlace triste del proyecto y gobierno de Humala como el factor Nadine. Una adolescente con “sus” propios ministros y consentida por notables, que tanto peso e incidencia tuvo en el ex presidente Humala, hasta empujarlo al poder y con esmero desbarrancarlo de él. Que la historia no se repita.