
El ministro de Defensa de los EE. UU. sigue planteando que la Doctrina Monroe goza de buena salud. La prohibición de que Europa instale nuevas colonias en América, proclamada desde Washington en 1823, definió la hegemonía de los EE. UU. en el hemisferio occidental, convertido en patio trasero. Desde entonces las cosas han cambiado.
A quien ahora temen y quieren mantener a raya los EE. UU. no es a Europa, sino a China, a Rusia y a una proliferación de potencias menores, pero con cierto punche militar. Lo que Pete Hegseth está llamando Doctrine Monroe parece ser otra cosa que el planteamiento de inicios del siglo XIX. Se necesita, entonces, una nueva definición.
Monroe pensó que los países recién independizados en América tenían una simpatía natural por los EE. UU., casi nula capacidad de confrontar militarmente a Washington y poca disposición a cohesionarse. En términos generales no se equivocó, durante un buen tiempo. Pero después de la Segunda Guerra las cosas empezaron a cambiar.
La Guerra Fría produjo una estela de fuertes simpatías por los países de lo que antes se llamaba comunismo a secas, y ahora es más bien un archipiélago de dictaduras, evidentes o asolapadas. Sin embargo, los principales países de América Latina siguen siendo democracias verosímiles, amigas de Washington, pero no supeditadas al 100 %.
Lo que quiere Donald Trump es que se supediten, y ese es el mensaje del arsenal que ha desplazado hacia las costas del Caribe. La Doctrina Trump está empezando a ser puesta a prueba frente al país más comprometido con los rusos (en armamento) y los chinos (una enorme deuda pagadera en petróleo). Como toda prueba, esta está llena de dudas.
Pero ni Trump ni el poder estadounidense se atreven a sacar de en medio a Rusia o China, a la bruta. La nueva doctrina parece orientada a cortar los lazos de los países latinoamericanos con potencias rivales. La pauperizada Venezuela, una suerte de Cuba con alivio petrolero, es un sitio cómodo por donde el Pentágono puede empezar.
Para los demás países, la consigna de Trump es no a la alternancia entre la ultraderecha y diversas formas de progresismo. Para eso, desde el primer día se ha inmiscuido en diversas elecciones, como si América Latina fuera, en efecto, una colonia de los gringos del norte.

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