(*) Por Cecilia Tovar, filósofa e investigadora del Instituto Bartolomé de las Casas.
Francisco es un Papa reformador. Por eso está impulsando la sinodalidad. Esta palabra rara significa algo sencillo: syn es juntos, odos es caminar. Es decir, caminar juntos. ¿Quiénes? Los laicos y laicas, las religiosas, los sacerdotes, los obispos, el Papa… y el Espíritu Santo que los impulsa. Y además tienen que caminar con la humanidad entera en la historia. Nada fácil.
Practicar la sinodalidad significa volver a la idea del Concilio Vaticano II de la Iglesia como Pueblo de Dios, donde todos los bautizados son participantes activos, y no solo los obispos, como algunos creen. Por eso, el Papa está llevando a cabo un largo sínodo sobre el tema de la sinodalidad.
Empezó en octubre del 2021, lanzando una consulta mundial sobre qué Iglesia quieren los católicos, aunque también pidió consultar a aquellos que no lo son.
Nunca se había hecho una consulta tan amplia y, por eso, todos los temas que preocupan a los fieles salieron en la primera sesión de la Asamblea del Sínodo Mundial en octubre de 2023: la marginación de la mujer; la participación de laicas y laicos; el sacerdocio; la acogida a las personas LGTBI; la opción por los pobres; los abusos sexuales, de conciencia y de poder de menores; el clericalismo; y muchos otros. Por primera vez participaron laicas y laicos con voz y voto. Toda una revolución. El Papa Francisco se había dado cuenta de que faltaba tiempo, por lo que prolongó los trabajos por un año más, hasta 2024.
Desde hoy, 2 de octubre, se da inicio a la segunda sesión del sínodo que durará hasta el 27 del presente mes. Francisco ha formado 10 comisiones de expertos para que trabajen los temas más difíciles, quienes continuarán trabajando hasta mediados del 2025. De esta manera, la Asamblea del Sínodo puede concentrarse en el tema central de cómo ser una Iglesia sinodal, que sea realmente de hermanos y hermanas que caminan juntos y provoque reformas concretas que muestren una Iglesia más comunitaria y participativa.