Pedro Castillo. Sigue apareciendo en algunas encuestas electorales, pero su perspectiva es nula. Preso en la Diroes, permanecerá ahí por mucho tiempo, pues, además de los casos por corrupción que enfrenta —el único asunto para el que se despabilaba—, su golpe fue evidente y transmitido en cadena nacional, y porque su defensa legal es un mamarracho, con 25 abogados en un año. Fue un tonto útil de las izquierdas —la de Vladimir y la de Verónika— que lo vivieron a su gusto aprovechando sus grandes carencias.
Francisco Sagasti. Limpio de acusaciones judiciales y sin aspiración aparente de postular para volver a palacio, es lo más cercano a lo que un expresidente debe ser: generador de ideas para el buen gobierno.
Manuel Merino. Solo recordado por algunos de sus correligionarios que muy erradamente lo creyeron otro Paniagua, pero gozando de la mamadera estatal por solo cinco días en palacio.
Mercedes Aráoz. En la academia, alejada de la política a la que quizás aspire a volver un día que no se ve cercano.
Martín Vizcarra. Inhabilitado de la gestión pública, pero con evidente intención de seguir en la política activa por la vía, por ahora, del TikTok, aunque muy comprometido por investigaciones fiscales que le siguen por casos de corrupción que parecen sólidos.
Pedro Pablo Kuczynski. Aislado y maltratado por las arbitrariedades bochornosas de la persecución política del fiscal José Domingo Pérez.
Ollanta Humala. También enfrentando procesos judiciales que avanzan con mucha lentitud, y escasa posibilidad de volver a la política, aunque su gobierno, con sus aciertos —que fueron varios— y errores —como la refinería de Talara—, es recordado como el último lustro de estabilidad política en el Perú.
Alejandro Toledo. En la Diroes a la espera de una condena previsible por casos muy sólidos de corrupción.
Alberto Fujimori. Ya salió de agenda el reclamo para anular su indulto, y aunque sin fuerza para ser candidato, con muchas ganas de contar su versión de la historia por su flamante Canal F en YouTube, desde el cual puede ser un motor clave de las candidaturas futuras de Fuerza Popular, pero influyendo en estas, con la ventaja de ser mucho más popular que su hija Keiko.