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Opinión

Dina Boluarte y el Rolex del descrédito

Mientras el Ejecutivo intenta rebajar el escándalo, la mandataria ensaya explicaciones que no cuadran.

larepublica.pe
Editorial

El primer ministro, Gustavo Adrianzén, ha señalado muy molesto que es la última vez que habla del tema del Rolex de la presidenta Dina Boluarte. Y ha acabado abruptamente la conferencia de prensa para no seguir siendo preguntado por lo mismo. La jefa de Estado ha ensayado explicaciones, y asevera que se trata de una joya que ya formaba parte de sus pertenencias mucho antes de ser elegida ministra o presidenta.

Esta respuesta pudo ser la definitiva si hubiera tenido verosimilitud. Pero en realidad el reloj –y ya no se habla de uno sino de tres relojes distintos– pertenece a nuevas colecciones puestas en venta al público después del 2023.

Y entonces ya no importa si al primer ministro le molesta o a la presidenta Boluarte le parece que están invadiendo su vida privada. Se trata de joyas que pertenecen a una colección nueva y que ella ostenta en ceremonias protocolares, y cuya procedencia ha querido ser ocultada con una mentira.

La transparencia de una compra con ahorros personales tiene varias formas de establecerse: los ingresos suficientes, el pago bancarizado y la boleta de compra. Todas las personas tienen derecho a lucir un Rolex, pero la presidenta tiene que demostrar que lo ha pagado con sus recursos.

Es el mismo caso que ocurre con su hermano Nicanor. No se trata de decir con cajas destempladas que su pariente directo puede hacer “lo que se le pegue la gana” porque él no forma parte del Estado. La presencia del hermano recomendando a personas e imponiendo a gente descalificada para cargos públicos es evidente. Y que ahora le sirvan esos nombramientos para armar desde allí su partido político resulta gravitante para cualquier investigación fiscal.

Tanto como en los Rolex, la molestia de la presidenta y su Gobierno, y su negativa de dar explicaciones sobre las denuncias contra Nicanor, deben llamar a la mayor sospecha y promover mayor diligencia de jueces y fiscales. La lucha anticorrupción debe empezar por la cabeza y continuar firme, caiga quien caiga.