Una de las demandas que tiene la población peruana es el tema relacionado con la inseguridad. El cual la relacionan con la inseguridad ciudadana; sin embargo, tenemos que precisar que hay otras inseguridades que impactan de manera negativa en su vida cotidiana. Además de la inseguridad ciudadana, están la inseguridad jurídica, alimentaria, hídrica, emocional, económica, laboral, entre otras. Es decir, el Perú es el país de las inseguridades.
El epicentro de estas inseguridades es la inestabilidad política que ha sido provocada por personajes que fungen de políticos. Estos han antepuesto sus intereses particulares sobre los de la nación, han configurado una alianza que carece de ideología y de sustento filosófico, pero con la idea central de consolidar la impunidad.
La inseguridad ciudadana ha puesto en jaque al Estado y a la sociedad peruana con actos que van desde la extorsión, trata de personas, sicariatos, asaltos, entre otros. Ante ello, la respuesta del Gobierno en su conjunto ha sido reactiva, sin estrategias y tácticas, es decir, sin planificación. La lucha contra la inseguridad ciudadana requiere de una gran movilización social, interiorizando en la población que la seguridad ciudadana es tarea de todos, acompañada de un liderazgo fuerte que actúe con firmeza dentro del marco de la ley y de la Constitución. Esto ha ocasionado que la vida cotidiana de los peruanos haya sido copada por la incertidumbre.
En ese ramillete de inseguridades florece la inseguridad jurídica, que tiene como principal protagonista al Congreso de la República, que, en el último año, además de realizar diversas contrarreformas, de facto ha hecho que pasemos del presidencialismo al parlamentarismo, convirtiéndose en el centro del poder; en otras palabras, “son los que parten el jamón”. De paso han roto el equilibrio de poderes y la institucionalidad que soporta nuestra débil democracia. Esta inseguridad ha alejado las inversiones, y se ha perdido la predictibilidad.
Otra de las inseguridades que golpean el desarrollo de las personas es la inseguridad alimentaria, expresada a través de millones de familias que tienen la incertidumbre de tener un pan para llevar a la boca, provocándoles estrés, desnutrición crónica y anemia. La mala alimentación impacta en su buena salud, ocasionando que tengan problemas de aprendizaje.
La débil gestión del agua ha producido una inseguridad hídrica en un gran sector del Perú, desde la accesibilidad, disponibilidad y calidad, ocasionando que se produzcan conflictos sociales alrededor de ella. Siendo necesario el desarrollo de una infraestructura desde la construcción de reservorios, sistemas de riego tecnificado, plantas de tratamiento de agua potable y residuales. El acceso al agua consagrado como un derecho humano ha quedado como letra muerta.
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La recesión y la inflación han golpeado con dureza a nuestra economía generando un incremento en el costo de vida y una incertidumbre en la estabilidad laboral provocando depresión en las personas incrementando los problemas de salud mental.
Resolver las inseguridades de nuestro país pasa por tener una madurez política y conciencia cívica de parte de los líderes sociales, empresariales, intelectuales y sindicales, que permita lograr que se sienten y dialoguen de manera alturada, franca y transparente en torno a los problemas que afectan al país, y de esa manera podamos encontrar consensos y llegar a la solución. Por supuesto que esto requiere desprendimientos de los intereses particulares evitando que estos se conviertan en no negociables. Para ello se requiere construir la confianza a través de la transparencia y evitando mirarnos de reojo. La tarea no es fácil, pero tenemos la obligación de dar los primeros pasos para transitar de un país inseguro a uno seguro.