El aniversario del primer año del gobierno de Dina Boluarte encuentra al país con problemas cada vez más complejos.
Su constitucionalidad es indudable, pero fue objetada por el castillismo, no por su origen, sino por el pacto que hizo con el centro y la derecha del congreso, algo en lo que influyó el que la izquierda parlamentaria tomó partido por el aspirante a dictador.
Boluarte empezó enfrentando una protesta importante que hizo tambalear a su gobierno, en la que confluyeron sectores con un legítimo sentimiento de frustración por el suicido político de Pedro Castillo, y otros auspiciados por el crimen organizado.
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El saldo terrible de 60 muertes no tuvo explicación ni respuesta correcta y oportuna del gobierno, lo que ensombreció su desarrollo dentro y fuera del país. En el camino, sin embargo, pudo restablecer relaciones con la mayoría de gobiernos —excepto México y Colombia—, y en el plano interno logró, junto con el congreso, driblear el pedido de adelanto electoral.
La protesta político-social se agotó por falta de liderazgo y credibilidad de sus convocantes, y por el cambio de prioridades de la agenda ciudadana, desde los temas políticos de inicios de año, a las urgencias cotidianas de las personas—economía y seguridad—, asuntos en los que el desempeño del gobierno ha sido muy decepcionante.
La inseguridad no para de deteriorarse, lo que perjudica a ciudadanos y empresas —como en el atentado del sábado a Poderosa—, mientras en la economía la inversión privada se paralizó por la baja confianza y el crecimiento se detuvo, lo cual afecta mucho a las familias por la erosión de ingresos y empleos. Una buena noticia, dentro de todo, es que el riesgo de un fenómeno de El Niño destructor prácticamente se ha diluido, algo que obviamente no puede ser atribuido a la gestión pública.
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El problema del gobierno es que enfrenta una situación de malestar y pesimismo crecientes en la ciudadanía, a tal punto que hoy seis de cada diez peruanos quisieran irse del país, mientras la desaprobación de la presidenta Boluarte es muy alta, lo que establece una situación de estabilidad de baja intensidad, que será su obstáculo central para su objetivo de llegar al 2026. Solo ser mejor que Castillo es insuficiente.