Llego tarde a Succession y estoy deslumbrado. La serie cuenta la historia de la familia Roy, propietaria de Waystar Royco, un conglomerado mundial de medios conservadores, sensacionalistas y manipuladores. La edad y los problemas de salud que aquejan a Logan Roy, patriarca, creador y director de este imperio de las telecomunicaciones, desatan una guerra familiar que enfrenta a él, a sus cuatros hijos y a un entorno poblado por los arribistas y las sanguijuelas.
La serie impacta por el retrato de esta familia de inescrupulosos estructurales que solo parecen regirse por la ley del más fuerte y, como las hienas, son capaces de entrematarse para imponer su supremacía. Es fascinante ver cómo se mueven en ese ambiente de riqueza tan vertiginosa que —paradójicamente— el dinero ha perdido relevancia, una burbuja con dinámicas propias, donde sus mínimos caprichos se obedecen sin dudas y las reglas que nos rigen a los demás tienen el valor del papel mojado. ¿Qué decisiones son capaces de tomar unas personas que crecieron en este entorno?
La serie retrata muy bien a unos personajes enajenados y llenos de conflictos, para quienes la inmensa fortuna familiar funciona como una condena. Por encima de todos sobresale Logan Roy, un Mefistófeles que levantó su imperio desde la nada, gracias a su astucia y falta de miramientos, y que, en el ocaso de su vida, no ha perdido el gusto por controlar al mundo y manipular sádicamente a sus hijos. Interpretado soberbiamente por Brian Cox, resulta obvia su inspiración en el recientemente jubilado Rupert Murdoch.
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Al frente están sus cuatro hijos. Su primer enemigo es el atribulado Kendall (Jeremy Strong), quien, luego de vivir a la sombra de su padre, sueña con sucederlo a la cabeza del conglomerado familiar pero, sobre todo, con demostrar que es capaz de llenar sus zapatos (no lo es). En el fondo, tanto él como sus hermanos son niños quebrados por una figura implacable y manipuladora, cuya aprobación buscan con desesperación aunque, para alcanzarla, se vean en la necesidad de matarla.
Una de las máximas del drama establece que, mientras más cercanos sean los personajes, sus conflictos serán mayores, más intensos y conmovedores. El cine y las series han exprimido esta lógica brillantemente, como en El padrino cuando, luego de que lo traiciona en Cuba, Michael Corleone espera a la muerte de su madre para asesinar a su hermano Fredo, o como en Los Soprano cuando, harto de sus descuidos, Tony Soprano aprovecha un accidente de auto para asfixiar a su sobrino Christopher.
Esa es la piedra angular sobre la que se construye una serie redonda como Succession, donde padres e hijos parecen capaces de todo con tal de imponerse a los demás, al mismo tiempo que los remordimientos más espantosos los atormentan. En eso, su creador y guionista, Jesse Armstrong, demuestra ser un alumno aventajado de Shakespeare.