Cada enemigo entra a la tregua por sus propios motivos. En este caso el Gobierno de Israel necesita aliviar la presión interna que le reclama la liberación de los 240 rehenes retenidos en Gaza. Hamás padece el mismo tipo de presión, pues para muchos en el mundo ese secuestro es indignante. Además los 150 prisioneros del canje parecen importantes para Hamás, y el conteo de sus muertos un punto de no retorno político.
Luego están los cuatro días de alto al fuego. Parte de ese tiempo servirá para tramitar el intercambio acordado, dar la imagen de una guerra que se está enfriando, o puede hacerlo, y lograr los avances tácticos que la situación permita. Esto último siempre y cuando ambos lados crean en la tregua, y se expongan en esa medida.
Para las organizaciones especializadas en ello, los cuatro días permitirán evaluar el estado en que está la población en Gaza, es decir sus necesidades más urgentes. Con eso se podrá lograr un desembalse de ayuda humanitaria y quizás reponer algún equipo médico destruido. Aunque todo esto corresponde a una visión intensamente optimista de las cosas, en la cual los combates no vuelven con más fuerza.
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Toda tregua produce enormes esperanzas, en cuanto ella está allí como una posibilidad de concluir la matanza y volver a la paz. Pero en verdad su esencia es ser transitoria, y más entre enemigos tan enconados como se han vuelto estos. Ya será un logro de los negociadores si el alto el fuego dura cuatro días completos.
Lo que hay además es una tregua móvil, con un día adicional de alto al fuego por cada 10 rehenes liberados por Hamás. En un cálculo grueso, esto permitiría prolongar la tregua unos 19 días. Lo cual tal vez iría diseñando una topografía distinta de la guerra en curso. Pero también un mayor peligro de retorno a la violencia.
En términos de imagen, la tregua coloca a un Hamás severamente aporreado en pie de igualdad militar con el Ejército israelí. De otro lado le da a Tel Aviv la oportunidad de recuperar algo de terreno en la batalla mediática por la opinión pública mundial, que la causa palestina viene ganando con argumentos humanitarios que opacan su terrorismo inicial.
Un poemario cada tantos años. Falso politólogo. Periodismo todos los días. Natación, casi a diario. Doctor por la UNMSM. Caballero de la Orden de las Artes y las Letras, Francia. Beca Guggenheim. Muy poco twitter. Cero Facebook. Poemario más reciente, Las arqueólogas (Lima, AUB, 2021). Próximo poemario, Un chifa de Lambayeque. Acaba de reeditar la novela policial Pólvora para gallinazos (Lima, Vulgata, 2023).